Ha sido un tema muy discutido el de la posible estancia de Miguel de Cervantes en Salamanca y sus estudios en la Universidad. Pero lo que si parece evidente, es el claro conocimiento que Cervantes tenía del mundo Salmanticense. Buena muestra de ello, es el sentido elogio que hace de la ciudad de Salamanca, recogido en su novela, El Licenciado Vidriera:“ Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”. Palabras que pone en boca de Tomás Rodaja, aquel muchacho que estaba durmiendo bajo un árbol en las riberas del Tormes, y que a la sazón contaba once años de edad, cuando dos estudiantes que pasaban por el lugar le despertaron y se interesaron por su soledad.
El les dijo que iba a Salamanca a buscar a un amo a quien servir por solo que le diesen estudios (…), y sabemos que cuando estos que fueron sus amos retornaron a su lugar, que era una de las mejores ciudades de Andalucía se llevaron consigo a Tomás, que estuvo con ellos algunos días; pero como le fatigasen los deseos de volver a sus estudios y a Salamanca, pidió a sus amos licencia para volverse.
Al ambiente salmantino de la segunda mitad del siglo XVI le dan renombre los más famosos escritores del Siglo de Oro español: Vicente Espinel, Luís de Góngora, Lope de Vega…etc. También Cervantes tenía que sentirse atraído por la fama de su Universidad y por el ambiente cultural del momento. Ya entonces circula por toda Europa el renombre de Salamanca y su Universidad como sinónimo de saber y cultura. Bien conocido es el dicho: “Quod Natura non dat Salmantica non praestat”; frase con la que un anónimo entusiasta quiso hacer referencia al reconocimiento de la potencia educadora de nuestra Universidad.
A Cervantes le gustaba escribir acerca de los hechos cotidianos, sobre lo que vivía en cada momento. Es difícil evitar imaginarse a Don Miguel embozado en su capa, deambulando por las estrechas calles del barrio viejo salmantino, camino de alguna taberna donde se reuniría con jóvenes estudiantes ávidos de conocer sus aventuras como soldado en Lepanto, o los azares y peripecias sufridos en las cárceles de Argel.
El, a su vez, sería receptor de historias, sucesos y episodios de la picaresca de la época. En esas veladas nocturnas en mesones y tabernas, es muy probable que le contaran historias de maridos cornudos o impotentes, de viejos avaros y lujuriosos, de mujeres de vida alegre, y de doncellas que perdieron la virginidad.
También cabe suponer, que alguna vez asistiera como espectador a las sesiones de nigromancia que se celebraban en la Cueva de Salamanca, situada en el sótano del ábside de la iglesia de San Cebrian en la cuesta de Carvajal extramuros de la ciudad; en compañía de estudiantes aficionados a estas prácticas diabólicas de las que después sacarían buen provecho. Experiencias como esta le servirían a Cervantes de inspiración para escribir el entremés que lleva este título.
De alguna forma Salamanca estuvo muy presente en la obra de Cervantes, y esto fue así, seguramente, porque la conoció bien, vivió en ella y quizás siguió algún curso académico en su Universidad; no en vano era don Miguel un hombre de vasta cultura que dominaba muchas materias, y no se sabe que siguiera estudios en Alcalá de Henares; solo tenemos noticias de haber estudiado en Madrid con el humanista López de Hoyos, eclesiástico respetable, que ganó la cátedra de Gramática en la Villa en 1568, y que calificaba a Cervantes como “su caro y amado discípulo”.
Entonces, cabe preguntarse: ¿Fue Cervantes escolar de Salamanca? Hay autores que así lo afirman, como Martín Fernández de Navarrete (1765-1844). Secretario de S.M., Ministro jubilado del Consejo de la Guerra, Miembro de número de las Reales Academias Española y de la Historia, Académico de Honor y Secretario de la de San Fernando; que escribió un libro muy documentado, con el título: Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, en el que dice lo siguiente:
“Siendo cierto como se nos ha asegurado que Cervantes estudió dos años en Salamanca, matriculándose en su Universidad y viviendo durante este tiempo en la calle de Moros; de donde procedió el conocimiento exacto con que pinta las costumbres y circunstancias peculiares de aquella ciudad y de sus Estudios generales, especialmente en la segunda parte del Quijote y en las novelas: El Licenciado Vidriera y La Tía Fingida”.
Prosigue Fernández de Navarrete, diciendo: “Don Tomás González, catedrático de Retórica que fue de aquella Universidad, nos asegura haber visto entre los apuntamientos de sus antiguas matriculas, el asiento de Miguel de Cervantes para el curso de Filosofía, durante dos años consecutivos, con expresión de que vivía en la calle de Moros”. Más adelante, añade:
“La separación del señor González de su antigua cátedra por haber sido provisto para un canonicato en Plasencia, y comisionado después por S.M. para arreglar el Archivo de Simancas, nos ha privado de la proporción que hubiera tenido para facilitar un documento fehaciente de noticia tan honorífica a la misma Universidad. Pero no la hallará infundada quien reconozca la exactitud con que Cervantes habla de aquellos Estudios y de otras circunstancias del país, especialmente de las obras que citamos en este lugar”.
La acción de la Tía Fingida es, según dice Cervantes, verdadera historia que sucedió en Salamanca el año 1575. La lectura de esta novela y la del Licenciado Vidriera, y algunos pasajes de otras, convencen – en opinión de Martín Fernández de Navarrete – que Cervantes residió y estudió en Salamanca por espacio considerable de tiempo. Lamentablemente el documento que daría fe de ello ha desaparecido.
Según el archivero y bibliotecario don Florencio Marcos, existe una laguna de varios años en cuanto a la conservación de los libros de inscripción. Por lo tanto, es posible que el registro donde constaba el nombre de Cervantes existiera en realidad, y que por alguna circunstancia ese registro haya sido destrozado o desaparecido.
Igual criterio sostuvo doña Blanca de los Ríos, quien en la publicación La España Moderna (1989), publicó un trabajo titulado: ¿“Estudió Cervantes en Salamanca”? Donde afirmaba que este, a su regreso de Portugal después de su cautiverio en Argel, realizó dos cursos de Filosofía en los años1581 a 1583.Y además, especula sobre un interesante hallazgo, mientras buscaba la matrícula perdida de Cervantes en el archivo universitario salmantino tropieza con un curioso asiento de matrícula: el de un estudiante llamado Alonso Quijano (¿coincidencia?).
El profesor Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares, afirma: “Salamanca constituye un referente literario y de fascinación cultural a lo largo de toda la obra de Cervantes. Las alusiones míticas a Salamanca como ciudad del saber y de las letras resultan recurrentes; sin embargo no hace alusión al Valladolid universitario, ciudad donde residió”.
En próximas entradas en este blog podra continuar leyendo “CERVANTES, EL QUIJOTE, Y SALAMANCA (II)”