Hay diferentes opiniones sobre las fechas en que Cervantes pudo haber estado en Salamanca. La más probable es la que sostiene Jean Canavaggio, que dice: “Cuando en 1580 Felipe II se ciñe la corona de Portugal en Thomar, prestando juramento ante las Cortes Portuguesas, allí va Cervantes a su encuentro y es enviado en una misión a Orán. A su regreso, viaja a Lisboa donde se ha establecido el rey, para dar cuenta de su misión y buscando alguna sinecura en pago a sus gloriosos servicios en Lepanto.
La pregunta es, si a su regreso de Portugal se detuvo en Salamanca con objeto de proseguir unos estudios interrumpidos trece años antes”. Esto se ha afirmado argumentando que lleva a las orillas del Tormes a Diego de Carriazo y Juan de Avendaño, los héroes de La ilustre fregona; y en efecto, esos dos jóvenes tienen los nombres de dos estudiantes cuyo rastro conservan los registros de la Universidad de Salamanca, los años 1581 y 1584.
Sin embargo, Luis Astrana Marín, en su obra “Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes”, publicada en 1591, dice textualmente: “A pesar de las indagaciones verificadas muchas veces, Cervantes no figura en los libros de matrícula, pruebas de cursos o grados, de la referida Universidad; y parece difícil que un genio intuitivo como el suyo y, por naturaleza autodidacta, se matriculara o asistiera a ninguna Universidad, ni como alumno ni como oyente”.
Refiriéndonos a su obra literaria, ya hemos dicho que Salamanca estuvo muy presente en sus escritos. Dentro de los entremeses se hace referencia a nuestra ciudad en El vizcaíno fingido y en El retablo de las maravillas. En este relato dos pícaros pretenden hacer ver a un público ingenuo cosas que no existen. Uno de ellos llamado Chirinos exclamó en voz alta: “Guárdate hombre que sale el mismo toro que mató a un ganapán en Salamanca”. Se refería Cervantes a la historia del toro que corría desmandado por las calles de Salamanca causando estragos, hasta que el santo patrono de la ciudad San Juan de Sahagún se enfrentó a el y lo dominó diciéndole : “tente necio”, y en recuerdo de este suceso existe en nuestra ciudad una calle con este nombre.
En las novelas ejemplares, además de La ilustre fregona y El Licenciado vidriera, se hace mención a Salamanca en: Rinconete y Cortadillo, La gitanilla, La tía fingida, y Las dos doncellas.
Es muy significativa la presencia de Salamanca en El Quijote, tres veces se cita en la primera parte, (capítulos: XII, XXIII y XXXIX ). Y once en la segunda, (capítulos: I, II, VII, X, XVI, XVIII, XIX, XXII, XXIII, LXIV, LXVI). No vamos a hacer referencia a todas las citas, por su extensión, y no ser el objeto de este trabajo; solo comentaremos algunas de ellas.
En la primera parte y en el capítulo XII, se hace mención a Salamanca en la narración de “la pastora Marcela” y su enamorado el estudiante “Grisostomo”, del cual dice Cervantes: “Había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar con opinión de muy sabio y muy leído”.
En la segunda parte, al final del capítulo II nos hace don Miguel la presentación del bachiller por Salamanca, “Sansón Carrasco”; y con su gracia y habilidad para caracterizar a sus personajes, lo describe de esta forma en el capítulo III: “Era el bachiller aunque se llamaba Sansón, no muy grande de cuerpo aunque muy gran socarrón, de color macilenta pero buen entendimiento (…).
En el capítulo VII, el Ama de Don Quijote va a ver al bachiller para que le persuada de no hacer la tercera salida; el bachiller después de escucharla con atención le ordena que se vaya a casa, y de camino vaya rezando la oración de Santa Apolonia.
El Ama se extraña de que le mande rezar esa oración que es para el dolor de muelas, y el bachiller presumiendo de su condición, le contesta: “Yo sé lo que digo señora Ama, váyase y no se ponga a disputar conmigo, pues ya sabe que soy bachiller por Salamanca, que no hay más que bachiller”.
En el capítulo XXII, se menciona el ángel de la torre de la iglesia de la Magdalena de Salamanca; y cuando Don Quijote se dispone a entrar en la cueva de Montesinos, Sancho le bendice y expresa: “Dios te guíe y la Peña de Francia.” (oración dirigida a la Virgen que se venera en la ermita que allí existe).
Pero la presencia de Salamanca y su Universidad en la obra literaria de Miguel de Cervantes, se mantuvo hasta su muerte, pues la cita de nuevo en Persiles y Segismunda, su obra póstuma.
No parece casual la reiterada mención que de Salamanca y su Universidad hace Don Miguel de Cervantes. Esta sucinta relación de hechos y episodios extraídos de su obra, viene a demostrar la admiración y atracción que sentía por nuestra ciudad que a buen seguro, conoció, y en la que probablemente “vivió, gustó y disfrutó, de la apacibilidad de su vivienda”.
Existe una duda razonable, pero también una posibilidad cierta de que esto fuera así. En cualquier caso, Salamanca y su Universidad, aprovechando la efeméride del VIII centenario de su fundación, deberían promocionar la colocación de una gran estatua del Príncipe de los Ingenios en algún lugar emblemático de la ciudad, como muestra de homenaje perpetuo a su insigne memoria.