El folklore en sus diferentes manifestaciones, surge generalmente en los pueblos. Cuentos, refranes, juegos, bailes,… el saber popular tiene su origen en poblaciones pequeñas y casi siempre en relación con el sector primario de la economía. La ciudad, el espacio urbano, es algo artificial. Es cierto que también es un espacio de libertad. Pero la ausencia de control social lleva al individualismo, al egoísmo y a desentenderse de los problemas de los demás. Es difícil encontrar un “sin techo” en los pueblos…
En los pueblos de la sierra salmantina donde antaño se carboneaba, eran conscientes de que a su esfuerzo se debía en parte el esplendor de la ciudad. Salamanca la blanca, ¿quién te mantiene?
Aquella imagen del carbonero, con el saco de arpillera en la cabeza a modo de capucha y cargando carbón sobre la espalda, es difícil de imaginar para quien no tenga una cierta edad. A pesar de la capucha, el rostro se impregnaba inexorablemente de negro y de ahí la copla salmantina:
¡Cómo quieres que tenga
la cara blanca,
siendo carbonerito
de Salamanca!
En el folklore de la vieja ciudad universitaria, se repite hace siglos la expresión Salamanca la blanca. Pero en el acervo popular charro está también la copla que recordaba a los que tenían el privilegio de la blancura, lo mucho que debían a aquellos carboneritos tiznados de negro, que no sólo proporcionaban el carbón, sino que además pagaban un tributo por introducirlo en la ciudad:
Salamanca la blanca…
Salamanca la blanca
¿quién te mantiene…?
cuatro carboneritos…,
cuatro carboneritos
que van y vienen.
Hay una calle en Salamanca llamada Pan y Carbón. En ella están las ruinas del Colegio Viejo de Oviedo fundado en 1381, que por su lamentable estado de abandono está incluido en la lista roja de patrimonio. Ese Colegio, que da nombre a la calle, era conocido como Colegio del Pan y Carbón, porque fue dotado en su fundación con un tributo sobre el trigo y el carbón que entraban en Salamanca.
Cristo de los Carboneros. Cedida.
En la iglesia de San Cristóbal hay una talla románica muy antigua, del siglo XII, la del Cristo de los Carboneros; lo que nos da una idea de la importancia que tuvo este gremio en la ciudad.
Durante siglos, la vía de la Plata vio llegar y marchar a muchos que querían aprender en su Universidad y que buscaban promoción social a través del estudio. Pero también el puente romano vio entrar muchos carros de carbón procedentes de la sierra. De picón o de cisco como dice la canción:
El Carbonero, por las esquinas,
va pregonando, carbón de encina;
carbón de encina, cisco de roble,
la confianza no está en los hombres.
No está en los hombres
ni en las mujeres
está en el tronco
de los laureles
No está en el tronco
ni está en las ramas;
está en el pecho
de una serrana.
De una serrana
descolorida
me roba el alma
también la vida.
También la vida
y el corazón
una serrana
me los robó.
El folklore es el acervo o saber popular, y una parte muy importante está en la tradición oral que es preciso recopilar y conservar. Folk significa pueblo. El término lo acuñó William Thoms y como a tantas otras cosas la Unesco le dedica un Día Mundial todos los años, el 22 de agosto. Fue en Londres en el siglo XIX donde se fundó la primera sociedad dedicada al estudio del saber popular, la Folklore Society.
A Emilia Pardo Bazán, a la que el padre de Antonio Machado convenció para fundar una sociedad similar en Santiago de Compostela, no le gustaba esa palabra extranjera para referirse al estudio del acervo cultural popular. Tampoco le habría gustado “pellet”, “compost” y tantas otras, pero estoy seguro que en la tradición oral de las poblaciones rurales ya han surgido expresiones más castizas para esos extranjerismos.
La vieja ciudad del Tormes siempre llevó en su escudo el toro y la encina. Ambos forman parte del paisaje del campo charro.
De la encina se obtenía el picón que durante tantos siglos abasteció los braseros de los hogares.
A la vista de la crisis energética actual, la Unión Europea, que comenzó siendo un Mercado Común del Carbón y del Acero, parece que opta de nuevo por el consumo del carbón. Ojalá que sea por poco tiempo y el brasero y la badila sigan en el recuerdo y las tradiciones del pasado.