El libro

Este interesante tratado político editado en Salamanca en 1586, hace hincapié en la necesidad de obtener una buena formación antes de gobernar, a ser posible formación universitaria. Pero recuerda que no es suficiente la formación y para acceder al cargo es necesaria también la experiencia. Formación y experiencia son presupuestos indispensables. Mas para ser un buen gobernante falta aún algo fundamental: que los actos y decisiones estén inspirados por principios éticos.

Formación, experiencia y principios éticos. Tres requisitos cuya necesidad razona el autor del libro y que junto a otras virtudes y capacidades son imprescindibles para el gobierno de la república. El término república, muy utilizado en todo el libro y habitual en aquella época, era y es compatible con la monarquía. Entonces reinaba Felipe II, pero el gobierno de la res-pública no era ni es otra cosa que el gobierno de la cosa pública.

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Reflexiona el libro sobre infinidad de cuestiones de actualidad en la sociedad de entonces, a finales del siglo XVI, que siguen vigentes en el siglo XXI.

Se divide en libros y capítulos que comienzan resumiendo lo que después en ellos se desarrolla. Así el libro primero: “Se trata de lo mucho que conviene a los que tienen que gobernar una ciudad o provincia, que algunos años de su mocedad se hayan ocupado en el virtuoso ejercicio de las letras” Y contiene un capítulo: “En que se prueba cómo es el mejor medio que los hombres tienen para mejorar el estado el estudiar”.

Luego hay capítulos dedicados a demostrar que aún teniendo el conocimiento teórico que proporciona una buena formación académica, de nada sirve sin experiencia previa, sin experiencia práctica antes de gobernar. “Porque practicar las cosas sin haberlas entendido y entenderlas sin haberlas practicado es ocasión que en ellas andemos tan a tientas que vengamos a tropezar a cada paso”.

Y después un amplio estudio de las virtudes necesarias, prudencia, justicia, fortaleza y templanza; para acertar en lo que se debe hacer y rechazar las conductas que son inadmisibles al gobernar.

El libro no se imprime en Córdoba ni en Granada o Sevilla. Se imprime en Salamanca, ciudad en la que había estudiado Francisco de Mendoza, el mecenas a quien va dirigido, como era costumbre en la época. Pocos años después, Cervantes dedicaría la primera parte del Quijote al Duque de Béjar Alonso López de Zúñiga y la segunda al Conde de Lemos Pedro Fernández de Castro.

Como algunos cervantistas intuían y la investigadora Isabel García Cano ha afirmado con rotundidad, Cervantes se inspiró en el Perfecto Regidor de su amigo Juan de Castilla al escribir los consejos de D. Quijote a Sancho antes de que este marchara a gobernar la ínsula Barataria.

Incluye el libro al principio, entre otros elogios a su autor, un soneto de Góngora.

Está digitalizado: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000193825&page=1

El impresor

Como figura en las primeras páginas, el libro se imprime en Salamanca por Cornelio Bonardo, que por esas fechas regentaba la imprenta que había sido de su suegro Mathías Gast. Este, natural de Amberes y establecido en lo que sería la calle libreros de Salamanca había sido uno de los libreros- impresores más renombrados de España.

Durante el siglo XVI la actividad impresora de Salamanca duplicaba a la de Alcalá de Henares y cuadruplicaba a la de Sevilla. El prestigio de su Universidad y de sus libreros seguramente era una garantía para los rígidos trámites del Consejo Real de Castilla que era el organismo encargado de conceder la autorización administrativa para las publicaciones.

 

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 Palacio de los Aguayos. Córdoba.

El autor

Juan de Castilla y Aguayo, (Córdoba 1540-1596), fue un escritor y regidor del Ayuntamiento de Córdoba. Su abuelo Francisco de Castilla había sido escritor en la corte de Carlos I.

Por vía paterna descendía del Rey D. Pedro I y por vía materna, de una de las familias de mayor abolengo en Córdoba, como nos lo indica la existencia aún hoy del Palacio Aguayo en la Plaza Aguayo o la Capilla Aguayo en la Catedral-Mezquita. Según la tradición, el primer Aguayo acompañó a D. Pelayo en el inicio de la Reconquista y lo salvó de morir ahogado.

Juan de Castilla tuvo amistad con Miguel de Cervantes que ensalza su ingenio en una estrofa de la Galatea. Tuvo también relación con Luis de Góngora que como vimos le dedicó un soneto.

Estudió en los Jesuitas de Córdoba que infundieron en él los principios morales sobre los que escribió en su libro y con los que fue coherente en su vida pública como caballero veinticuatro del Ayuntamiento de Córdoba, cargo que ejerció muchos años hasta su muerte.