“ME TOCÓ UNA ÉPOCA EXTRAORDINARIA DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA”

FERNANDO LEDESMA BARTRET / magistrado, consejero de Estado, exministro de Justicia y miembro del Consejo Asesor de Alumni-USAL

Nació en Toledo, pero estudió en Salamanca. ¿Por qué?

Porque lo decidieron mis padres. Yo empecé la universidad muy joven, tenía 16 años,  me mandaron para Salamanca y, al terminar el primer curso, me preguntaron si quería cambiarme a Madrid, que estaba más cerca de casa, y les dije que no, que estaba encantado, que quería continuar en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca..

¿Por qué? ¿Cómo era la Salamanca y la universidad que se encontró? Estamos hablando del año…

1956. Yo estuve en Salamanca desde 1956 a 1961. Probablemente es verdad que no todas las épocas son iguales. Las universidades y las facultades tienen épocas buenas y otras más regulares. Bueno, a mi me tocó una época extraordinaria. La suma de profesores en la Facultad de Derecho de Salamanca más el Colegio Mayor Fray Luis de León produjo unos resultados admirables. En la facultad, tuve la oportunidad de contar desde primero con auténticos maestros que marcaron mi vida y que me orientaron en un sentido que después he seguido. Mi especialización en Derecho Público, Derecho Constitucional y Derecho Administrativo se debe a algunos profesores excepcionales que tuve como, por ejemplo, Joaquín Ruiz-Giménez, Enrique Tierno Galván, García Trevijano; e incluso en otras materias que ya no pertenecían a ese ámbito tuve profesores extraordinarios como, por ejemplo, Aurelio Menéndez con el que además desarrollé una relación personal porque esto era posible entonces. Esto se entiende mal en el 2018.

captura-de-pantalla-2019-01-15-a-las-12-38-48

Fernando Ledesma junto a uno de sus maestros universitarios, el catedrático de Historia del Derecho y director del Fray Luis de León Ignacio de la Concha (con gorra) en un homenaje a Unamuno

redondeado2

Fernando Ledesma entre dos de sus profesores, Joaquín Ruiz-Giménez e Ignacio de la Concha, en el homenaje a Unamuno que años después reunió a antiguos alumnos de la Facultad de Derecho de la USAL

¿Cómo era la relación profesor-alumno en aquellos tiempos anteriores a la masificación posterior de la universidad?

Probablemente el número de matriculados era de ciento y pico, pero, de hecho, a las clases íbamos muy pocos, no más de 30 o 40, lo cual facilitaba el contacto personal entre profesor y alumno. El profesor estaba dispuesto a atenderte siempre en su despacho. Además concurrió otra circunstancia especialmente positiva. Y es que algunos de aquellos catedráticos vivían en el colegio mayor, con lo que la relación era mucho más frecuente. La teníamos en la facultad y también en el colegio mayor. En el colegio mayor vivió Ruiz-Giménez, vivió García Trevijano, vivió Aurelio Menéndez, vivió Ignacio de la Concha, que fue un gran director del colegio mayor. En resumidas cuentas, la relación profesor-alumno no era distante, era próxima, y esto facilitaba mucho las cosas. Por ejemplo, la orientación de la lectura, aparte de las clases magistrales o los seminarios. En esas conversaciones, se hablaba de cosas que no eran de la asignatura, te daban orientaciones sobre autores. Para mí aquello fue decisivo porque me indicaron a autores que leí y que sentaron las bases de una formación cultural e intelectual.

¿Cómo era el día a día de un estudiante en la Universidad de Salamanca a finales de los 50?

Las mañanas las solíamos pasar en la facultad, la primera clase de 9 a 10…

Derecho estaba entonces en la Plaza de Anaya, ¿no es así?.

Efectivamente. Lo primero era ir a la facultad, normalmente con una temperatura bajísima y además con mucha niebla. Era duro. En la facultad estábamos hasta la una y pico y luego volvíamos al colegio. El Colegio Mayor Fray Luis de León tenía un grado de confortabilidad bastante alto. Se comía muy bien. Las habitaciones eran buenas. Disponíamos de unas instalaciones como el Patio de Escuelas Menores. Esto ahora probablemente resulte increíble, pero el Patio de Escuelas estaba integrado en el colegio mayor y cuando nosotros terminábamos de comer, nos íbamos a pasear al Patio de Escuelas Menores, lo cual era un privilegio, como si estuviéramos en una universidad inglesa como Oxford o Cambridge. Luego, por la tarde, dependía de la dedicación de cada uno al estudio. Yo, sin ninguna presunción, debo decir que estudié y estudié, me gustaba estudiar; algo que además producía efectos positivos porque si tenías buenas notas podías conseguir una beca. Yo, desde primer curso, saqué muy buenas notas y mantuve beca hasta el final de la licenciatura.

Claustro del Patio de Escuelas de la Universidad de Salamanca

El Patio de Escuelas Menores, uno de los lugares que frecuentaba el estudiante Fernando Ledesma

Pero siempre quedaba un tiempo a última hora de la tarde para irnos a donde iba todo el mundo, a la Plaza Mayor, a la calle Toro, a tomar copas en aquellos bares. Y había también una actividad deportiva bastante intensa. El colegio tenía equipos de fútbol y de balonmano y yo participé en el equipo de fútbol. También, algunos años, funcionó una cosa que era muy formativa. Los fines de semana nos íbamos a pasarlos en algunos pueblos de colonización, pueblos recién creados con gente procedente de otros lugares, a las cuales se les había adjudicado unas fincas que tenían que explotar. Eran pueblos recién creados y había que ayudar a esa gente en todo. Había que ayudarlos a que aprendieran a convivir porque no se conocían muchos de ellos. Tenían el trabajo y la explotación de la tierra, pero eran gente deseosa de conocer. Y cada alumno procedente de la facultad explicaba lo que sabía. Pues bien, esos fines de semana en esos pueblos de colonización fueron para mí enormemente enriquecedores.

¿Cómo era el ambiente político en la Universidad de Salamanca en aquellos años de la dictadura?

En el año 1956 exactamente, en el comienzo de los cinco años de licenciatura, se produjo en Salamanca un acontecimiento del cual yo creo que no se ha hablado suficientemente. Fue la manifestación en protesta por la invasión de Hungría. Y aunque parezca mentira, los organizadores de la manifestación fueron los que estaban estudiando en la Universidad Pontificia. Movilizaron a los estudiantes de las distintas facultades y todos terminamos en la Plaza Mayor cantando el Rosario. Aparte de esta connotación tan peculiar, ése fue para mucha gente como yo el origen de una preocupación por lo que estaba pasando más allá de España. Junto a eso hay que decir que, en algunas cátedras, los profesores empezaron a emitir señales de crítica al sistema y algunos recibimos esas señales y nos pusimos en la senda de esos profesores y fuimos a esas clases.

Por ejemplo…

Por ejemplo, había reuniones en el seminario de Derecho Político de Tierno Galván en donde se hablaba de la historia del constitucionalismo español del siglo XIX, lo cual facilitaba que en algún momento se tocase la situación de España en ese momento. Con Joaquín Ruiz-Giménez ocurrió otro tanto. En Historia del Derecho, Ignacio de la Concha llevaba allí a personas bastante vinculadas a la democracia cristiana y perdedores de la Guerra Civil. Y en el seminario organizaba también reuniones con estos profesores y, naturalmente, se hablaba de los que había ocurrido en España en la II República y de lo que estaba pasando en España. Además, esto creo que no lo he contado nunca, había una notaría en donde teníamos reuniones periódicas. El notario se llamaba Ramos Armero. Allí algunos profesores y algunos alumnos nos reuníamos de forma clandestina con una cierta periodicidad. En todas estas reuniones se fueron sentando las bases de lo que poco a poco sería el comienzo de actitudes personales que se decantaron claramente en un sentido de crítica a la dictadura.

¿Son esos los inicios de su actividad política?

En esos años termino la carrera y tengo que decidir qué voy a hacer.

¿Lo tenía claro?

Tengo un testimonio de esto. Le escribo una carta al profesor Aurelio Menéndez cuando acabo el Mercantil II y, por tanto, estoy ya a punto de terminar la licenciatura. Le cuento en la carta que me ha gustado mucho el Derecho Mercantil, pero que me ha parecido más interesante el Derecho Administrativo y que, probablemente, me dedicaré a esto en el futuro… Termino, me voy a Madrid y Joaquín Ruiz-Giménez me dice que me vaya a ejercer como abogado en su despacho. Acepto inicialmente el ofrecimiento y estoy en el despacho de Joaquín seis, siete meses. Vi lo que era el funcionamiento de un despacho de abogados, me tocó llevar algunos asuntos interesantes. Pero por entonces hago un viaje a Asturias. Un catedrático de Historia del Derecho de la universidad, Ignacio de la Concha, me dice: mira, Fernando, como veo que tienes dudas te voy a presentar a varios profesionales para que hables con ellos y decidas. En Oviedo y estuve hablando con un magistrado, Manolo García Miguel, con un abogado del Estado, con un notario y con un registrador de la propiedad. Hablé con los cuatro y al regreso a Madrid decidí preparar oposiciones a la carrera judicial pensando que si las sacaba podría especializarme en su día en Derecho Administrativo y Derecho Constitucional. Y las cosas fueron exactamente así, funcionaron de acuerdo con esa decisión. Me puse en contacto con un preparador, estuve dos años y medio preparando la oposición, la saqué con el número uno de la carrera fiscal.

Entonces a juez y fiscal se accedía por la misma oposición, ¿no?

Era la misma oposición. Pasé un año en la Escuela Judicial, de la que no tengo un buen recuerdo, sino todo lo contrario; fue una pérdida de tiempo absoluta y con unos profesores que más vale olvidarse de ellos. Nos enseñaron justamente lo contrario de la idea de juez que yo tenía. Transcurrido ese año en la escuela judicial, me voy a la fiscalía de Barcelona. Me paso en Barcelona seis años hasta que se convocan unas oposiciones a magistrado de lo contencioso-administrativo. Me separo de mi mujer y de mis hijos porque me recluyo a estudiar intensamente en un colegio, un colegio de sacerdotes, el Instituto Social León XIII de Madrid. Allí estuve un año. Saqué las oposiciones con el número uno también e inicié otra etapa ya como magistrado de lo contencioso-administrativo. Esta disposición a hacer oposiciones y a estudiar y a leer cosas que no solamente fueran de Derecho sino de otros ámbitos, sobre todo de Historia, -yo creo que la Historia ha sido una de las cosas a las que he dedicado más tiempo en mi vida-, todo eso me viene de algunos magníficos profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca y de la transmisión del interés por saber y por estudiar. Eso no son palabras bonitas, es realidad. Cuando tienes un buen profesor que te indica unos buenos libros, lees los libros, los entiendes y te das cuenta de su utilidad, te marcan para toda la vida.

Da la impresión de que esa cercanía se ha perdido en la universidad.

Creo que sí. No puedo afirmarlo porque para eso hay que vivirlo. También es comprensible. Las circunstancias han cambiado. Yo la experiencia que viví en mi época la he contado en una conferencia que di en Salamanca con el propósito de animar a la gente joven a que se dé cuenta lo que supuso vivir así los años de la universidad y del colegio mayor. Porque luego además son útiles desde un punto de vista personal. Los amigos del colegio mayor fueron luego los amigos eternos. Y esos amigos te abren puertas o tú se las abres a ellos. Esto me lleva a hablar de Alumni. Eso es utilísimo, utilísimo. El papel que pueden jugar las asociaciones de antiguos alumnos como Alumni-USAL -que creo que lo está haciendo muy bien- en el desarrollo, en la fase difícil posterior a la universidad, en la búsqueda de la actividad a la que te vas a dedicar, en el encuentro del trabajo; en eso los antiguos compañeros pueden hacer muchísimo.

Sigamos con tu trayectoria profesional. Después de fiscal, magistrado.

Como magistrado me destinan a sitios muy distintos. Voy primero la sala de lo contencioso de Palma de Mallorca. Estoy allí desde el 72 al 74. Allí tengo que poner yo casi todas las sentencias de la sala y la verdad es que había una conflictividad bastante intensa, sobre todo en materia de urbanismo. Compatibilizo el trabajo en el Tribunal de lo Contencioso-Administrativo con la creación, junto con otros compañeros, de la Facultad de Derecho.

Luego me trasladaron a Valladolid, a la sala de lo contencioso. Del 74 al 76. Años claves porque en el 75 fallece el dictador. Valladolid fue una de las ciudades españolas donde se vivió la Transición de una manera más traumática como consecuencia, probablemente, de quien era gobernador civil en aquella época, de la falta de visión de quien era rector de la universidad y de la incomprensión de las reivindicaciones del mundo del trabajo. En FASA se produjo una huelga que duró mucho tiempo. FASA era el motor de Valladolid. El rector cerró la universidad en alianza con el ministro de Educación. Ante todas las manifestaciones, el gobernador civil utilizó las potestades de la Ley de Orden Público para sancionar con expulsiones o con sanciones económicas.

Una buena parte de aquellas resoluciones fueron recurridas ante la sala en la que yo estaba. Me tocó resolver muchos de aquellos recursos que, en gran parte, fueron anulatorios de las sanciones. Además se produjo la detención de un grupo de personas que estaban en la reconstitución del PSOE. Los detuvo la policía, los presentó ante el juzgado de guardia y entre ellos estaban el que luego sería presidente del Congreso, Gregorio Peces Barba, o quien luego fuera alcalde de Valladolid, Tomás Rodríguez Bolaños y otros que fueron luego senadores, decanos de la Facultad de Medicina, personalidades de un  prestigio en la ciudad y de una trayectoria impecable, demócratas, y que querían constituir el PSOE. Entonces fui al juzgado de guardia y le dije al juez que conocía a esas personas y que eran unas personas de una honorabilidad absoluta. He contado esto para poner de manifiesto el ambiente de aquella época

¿Cómo fue la entrada en política que le lleva a ser ministro de Justicia con Felipe González en el 82?

Antes, en 1980, el Congreso me había elegido vocal del Consejo General del Poder Judicial. Yo había promovido el asociacionismo judicial, que era muy mal visto por la mayoría de los jueces y magistrados; lo veían como algo disolvente, como algo contrario a lo que debía ser la carrera judicial. Cuando vieron que eso era imparable, hicieron una maniobra para sacarme de la primera asociación que se iba a constituir hasta el punto de que cuando hay que designar a los vocales del Poder Judicial con arreglo a la ley de 1980, que era por jueces y entre jueces 12, a mi me excluyeron de cualquier presencia en las listas estrictamente judiciales y fui por el Congreso de los Diputados. Estuve entonces en el primer CGPJ y estando en el consejo me llamó quien iba a ser presidente del Gobierno para decirme que había pensado en mí para el Ministerio de Justicia

¿Y cómo fue la experiencia en el Gobierno?

Fueron casi seis años en los que se hizo lo que se prometió que se iba a hacer. Fuimos un equipo de personas que diseñamos lo que creíamos que había que hacer en un Estado democrático en el ámbito de los derechos fundamentales, las libertades públicas, los derechos de la mujer, el poder judicial, el derecho penal, etc. Lo teníamos bastante pensado e incluso bastante escrito en distintos documentos. Fue ése el trabajo que a mí se me encargó. Cuando en julio del año 1988, el presidente del Gobierno me dice que va a cesarme para poner a otro ministro, Enrique Múgica, ese programa estaba casi acabado.

image003-6
image006

Distintas fotos de Fernando Ledesma de su época de Ministro de Justicia (1982-1986)

Por cierto, en esos años se modifica el sistema de elección del CGPJ, ahora de nuevo de criticado desde algunos ámbitos del centro derecha. Piden volver a un sistema en que los jueces elijan a la mayoría del Poder Judicial. ¿Cuál es su posición?

Sigue siendo la misma. No puede existir un órgano constitucional del Estado, y el Consejo General del Poder Judicial lo es, que no esté en su estructura y en su organización presidido por el principio democrático. Y eso significa que tienen que ser las cámaras, el Congreso y el Senado, las que elijan a las personas que cubran los 20 puestos del CGPJ dentro de las condiciones que establece la Constitución. 12 tienen que ser jueces y magistrados y los otros 8 serán juristas de reconocido prestigio. Creo que es el mejor sistema, lo cual no quiere decir que se haya hecho un uso acertado del mismo, pero si fuera así, la crítica no debería ser dirigida al sistema sino a cómo se ha hecho uso de los poderes que esa legislación establece. Volver al sistema de 1980, al sistema corporativo es tanto como entregar la mayoría absoluta del CGPJ a personas que son jueces y magistrados que no representan al pueblo, no representan a la ciudadanía, sino que representan y defenderán siempre su visión política, sus ideas políticas. Hay que distinguir entre una cosa que es la independencia -constitucionalmente establecida- que ha de tener un juez para resolver un asunto como juez y otra cosa que es el sometimiento de una personas, cuando no realiza una actividad jurisdiccional sino política, como es la propia del CGPJ, a su escala de valores, a su ideología. Son dos funciones completamente distintas. Trasponer a una lo que es propio de la otra es un error mayúsculo.

¿Comparte la idea extendida en los últimos meses de que se ha producido un deterioro en la imagen de la justicia por la polémica sobre la elección del CGPJ o por el embrollo con las hipotecas en el Tribunal Supremo?

Cuando en un país se ve que la justicia penal juzga y absuelve o condena a personas  sin discriminación, desde lo más alto hasta lo más bajo; cuando en un país se declara la nulidad de cláusulas de contratos bancarios y se resuelve devolver cantidades importantes de dinero a consumidores y usuarios, víctimas de cláusulas abusivas que han sido declaradas nulas; cuando las administraciones públicas están tan sometidas que hasta la concesión de un indulto es revisada y anulada por la sala del Tribunal Supremo, etc., yo creo que hay pruebas más que suficientes para poder llegar a la conclusión de que en este país el Poder Judicial goza de una independencia completa, la que la Constitución quiere, ni más ni menos. La independencia que significa tener como único referente la ley democrática. Es verdad que junto a eso se han producido algunos acontecimientos que han podido deteriorar esa imagen, pero, no nos confundamos, concedamos a cada cosa la importancia que tiene. Habrá que criticar los fallos, los errores, las equivocaciones, el mal uso del poder, pero que eso no nos lleve a poner en cuestión el Poder Judicial en su conjunto porque afortunadamente tenemos, como nunca en la historia de España, un Poder Judicial independiente.

De toda su trayectoria vital y profesional, estudiante en Salamanca, fiscal, magistrado, ministro, consejero de estado… ¿Cuál es la etapa que le ha procurado más satisfacción?

Más satisfacción y más preocupación, sin duda, los años del Gobierno. Fue una dedicación absoluta, completa, total. Las horas de trabajo de cada día eran interminables. Hubo meses en los que había trabajado cada día, 15, 16, 17 horas, no sé… De agotamiento físico. De austeridad económica, porque salimos de los ministerios sin haber ahorrado una sola peseta. De entrega, de compromiso, de solidaridad… Sin duda esa etapa. La satisfacción no oculta la dureza del trabajo, la dureza del debate parlamentario, el legítimo control de los medios de comunicación, la dureza de la crítica. En política todo lo que se resuelve, no se agradece porque se entiende que para eso están los políticos, para resolver los problemas, y problema resuelto es un problema olvidado. Entonces, junto a la satisfacción, en el otro platillo de la balanza hay que poner el coste personal que tiene para la familia. Yo cuando empecé tenía hijos pequeños y hubo una época, en aquellos años, en que prácticamente no los vi.