EPÍSTOLA OCTAVA: “QUÉ COSA SEA REFORMA Y CÓMO ADMINISTRALLA”¹

Reverenciado Arcipreste. Me habláis en vuestra última de lo muy preocupado que os tiene tanta alharaca de nuestras sucesivas autoridades académicas acerca de ese asunto de Reformar la Enseñanza, para mejorarla, dicen. Comparto vuestra inquietud, más debo advertirle que no se debe dar mucho crédito a tales ínfulas, pues, como enseguida se verá, las ansias de reformar este nuestro oficio de las letras es casi tan antiguo como la propia enseñanza y, a pesar de ello, las cosas siguen casi como hace varios siglos. Por si le pudiera ayudar en el asunto, le transcribo lo que descubrí en unos pergaminos que me vendió no hace mucho un mercader salmantino, aunque por estar escritos en castellano viejo, puede que su trascripción no haya sido la más correcta. Ahí van:

“Tengo por cierto que un día preguntó un alumno aventajado a su maestro Nicomedes de Antioquía sobre qué Reforma se debía dar a los Estudios Generales, habida cuenta lo poco que sabían el común de las gentes de su época e cómo eran dominados e engañados e conducidos por los dueños de los saberes, quienes afirmaban que sólo a ellos competía la gestión de la República por mor de su más alto discernimiento y sapiencia.
E diz que Nicomedes respondió a su discípulo desta guisa: ―“Cuatro elementos componen el Universo Mundo e ansí sean también cuatro los elementos en los que deba sustentarse la Reforma de los Estudios:


* Es el primero dellos, y el más difícil de conseguir, procurar que quien aprenda lo haga con gusto, pero sin olvidar que aprender conlleva un esfuerzo. Que así como los homes e las mugeres gozan cuando juntos yacen, mas el tal goce no sino con esfuerzo notable se consigue, así deben esforzarse los discípulos por alcanzar el goce del saber, que al home hace libre e a los pueblos dichosos.


* Atañe el segundo al Mester de Enseñería o Estamento de Enseñantes. Enseñen éstos no sólo lo útil sino también lo bello, e non sólo el saber sino también el hacer e aún el comportarse, que enseñar y educar son todo uno, como ya sentenció Aritóteles. Non se fagan tantos distingos entre las Ciencias e las Letras, pues que Natura es una sola e destas diferencias no sabe, dejándose para los sabios, alquimistas e letrados las especializaciones.
No sean cicateros los maestros e profesores buscando lo que sus alumnos non saben, que es más leal descubrirles e premiar lo que éstos saben, animándoles así a que aprendan más.
E sean los deste Menester complidores e orgullosos de su trabajo, que más noble que él no hay ninguno en la República, por más que no se les reconozca.


* Valga como tercera conseja el ser prudentes en los cambios: ni se rechace todo la antiguo por antiguo, pues todavía bastante de lo de ayer hoy vale, ni téngase miedo o desconfianza de lo nuevo, ya que nada hay quieto en el mundo, pues a fin de cuentas panta réi (todo fluye) e ansí tendrá que venir irremediablemente lo nuevo a abrirse paso de entre lo que ya caducó.
Díganse a las cosas por su nombre e non con jergas inventadas, pues de tan esotéricas como se babtizan a las nuevas Reformas, más bien pavor dan a los docentes que ansias de experimentallas, no obstante el mucho fruto que dellas se alcanzase.
E confiésese humildemente que Pedagogía no es ciencia exacta sino, a lo sumo, intención de acierto, pues la materia donde se aplica presenta mil formas e maneras, tantas como alumnos son e aún más.


* E finalmente e por cuarto fundamento, e como esencial lo mantengo, sea el de juntar suficientes dineros para remunerar largamente a maestros e profesores, que a quien bien se paga, pagado anda de sí mismo e por ende de la noble misión que ya se dijo.
Del mismo modo dénse muy muchos dineros para los escolares e sus puestos, e para alegres edificios e abundantes materiales e libros, e incluso para mercar los inventos de Cipango, pues derrochar en la enseñanza no es pecado sino virtud.
E salgan estos caudales del erario público, para evitar privados intereses en tan sacro mester, gastándose menos en armas e soldados, ni tampoco en fastos, justas o torneos, que al cabo poco beneficio traen al pueblo.
Esto sea Reforma, concluyó Nicomedes, y lo demás son gaitas, las cuales por mucho que resuenen, dilecto discípulo, no guardan en sus vientres sino preñez de aire e huecas son.”―

A su consideración dejo este documento, Señor Arcipreste, pues sin duda en él hay verdades muy de provecho.


¹ Publicado en “ Escuela Española ” en el nº 3.221del 9 de febrero de 1995