Acostumbrados como estamos –en este país que cree arreglar con leyes cualquier problema- a que cada ministro de Educación quiera dejar su impronta en forma de nueva ley educativa, no dejó de sorprenderme la respuesta de Francisco Michavila cuando al final de nuestra entrevista le pregunté si necesitábamos una nueva ley de reforma universitaria: “Lo que hacen falta son menos leyes; sobran el 50% de las leyes”.

Francisco Michavila Pitarch (Castellón de la Plana, 1948) dirige la cátedra UNESCO de Gestión y Política Universitaria de la Politécnica de Madrid. Ingeniero de Minas y catedrático de Matemática Aplicada fue director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de la Universidad Politécnica de Madrid, Rector fundador de la Universidad Jaume I de Castellón y Secretario de Estado de Universidades (1995-1997).

Autor de numerosas publicaciones sobre cuestiones universitarias, quedamos después de la presentación de un informe comparativo internacional de la universidad española coordinado por él y tan sólo unos días antes de que presente otro sobre la empleabilidad de los universitarios.

En esta etapa inicial del blog de Alumni-Universidad de Salamanca-, me pareció oportuno recurrir al profesor Michavila para despejar la imagen más bien negativa que acompaña el debate sobre la universidad española cuando sale –que tampoco es mucho- en los medios de comunicación: “endogamia”, “corporativismo”, “pobreza investigadora”, “desajuste con el mercado laboral” son términos que se repiten en los titulares. “A menudo”, insiste el profesor Michavila a lo largo de la conversación, “en cuestiones universitarias las opiniones preceden a los argumentos”.

PREGUNTA:Me gustaría empezar por la imagen en los medios de la universidad española; hasta qué punto es una imagen distorsionada o se ajusta a la realidad. Comienzo por los rankings, que es nuestra última obsesión. Nuestras universidades no salen bien paradas, ninguna aparece entre las 150 primeras del mundo. ¿Qué valor debemos dar a los rankings?

FRANCISCO MICHAVILA: La información que contienen los rankings tiene mucho valor aunque la forma en que se hacen se discute desde organismos internacionales porque no es suficientemente clara, porque tienen un sesgo, surgen del mundo anglosajón, dan un peso a la investigación que es visto como excesivo desde la Europa continental; pero, dicho todo eso, la realidad es que los rankings ofrecen datos muy importantes. Hace años se hizo un estudio entre más de 400 rectores en Europa. El 57% de estos directivos universitarios contestó que, antes de hacer una alianza con otra universidad, miraban cómo aparecía esa universidad en los rankings. Negar los rankings es matar al mensajero. Por otra parte tampoco se pueden utilizar al servicio de una determinada ideología para descalificar a las universidades.

PREGUNTA: Me comentabas que no hay que quedarse sólo con la calificación global de la universidad sino mirar por departamentos, áreas de conocimiento, por la antigüedad del centro, y que ahí nuestra posición varía.

FM: Sí, por ejemplo, en el ranking de Times, si miramos entre las universidades con menos de 50 años aparecen seis españolas entre las 100 primeras. Si vamos por áreas, tenemos, por ejemplo, Informática, hay una entre las 50 primeras, dos o tres entre las 75 primeras. Hay que hacer un análisis fino.

PREGUNTA: Me cuentan que se pueden hacer trampas en los rankings: contratar por ejemplo a un premio Nobel para que cada vez que firme una investigación incluya el nombre de la universidad que le paga y así subir puestos en la lista. ¿Es una práctica extendida?

FM: No sé cómo de extendida está, pero que ocurre, sí.

PREGUNTA: Valoran sobre todo la investigación…

FM: Sí, el de Shanghai más que el del Times, pero ambos ponen el acento en la investigación. Y esto de que alguien famoso forme parte de la universidad es muy curioso. Si se quitaba a la Complutense uno de sus premios Nobel, la Complutense bajaba 80 puestos.

PREGUNTA: En Alemania, dos universidades de Berlín se disputan a Einstein.

FM: Así es. Como no han llegado a ningún acuerdo, ninguna de ellas está entre las 100 primeras. Hay un estudio ad hoc que dice que si una de ellas incorporase a Einstein, sólo porque estuvo allí, estaría entre las 100 primeras. Esto, claro, genera dudas y se usa para descalificar a los rankings. Yo creo que si somos serios tenemos que trabajar con argumentos. Los rankings son fundamentales pero hay que conocerlos.

PREGUNTA: Hace unas semanas presentabas un estudio comparativo internacional sobre la universidad española. Llama la atención la similitud en las cifras globales si exceptuamos las británicas que son un caso aparte.

FM: Estamos en un proceso de convergencia de la universidad europea. Hay un espíritu de parecerse en la docencia, en la estructura de los estudios que permite la homologación y la visibilidad de unos países con otros. Hay una convergencia en contenidos y en investigación nos parecemos cada vez más en cuanto a la producción. Quizá se ignora un dato que recogemos en el estudio. España es la décima potencia mundial en cuanto a la producción de publicaciones científicas. Lo que pasa que, al igual que en los rankings, hay que entrar en el análisis fino. Estamos por delante de los Países Bajos o de Suiza o de Suecia, pero si entramos en ver el impacto de lo que publican los investigadores de las universidades españolas, medido por el número de citas de un artículo como hace el Índice H, ahí España pierde posiciones. Hay que hacer un esfuerzo de inversión, de organización de las estructuras de investigación, de investigación interdisciplinaria para mejorar en la calidad.

PREGUNTA: ¿En qué nos diferenciamos más?

FM: También aquí hay que combatir las opiniones con los argumentos. Mi opinión global es que el sistema universitario español es razonablemente bueno. Este país ha hecho un esfuerzo a partir del desierto cultural y científico que era hace 40 años hasta llegar a lo que somos ahora. Pero nadie debe pensar que hemos llegado a la meta. Hay muchos defectos que corregir. Por ejemplo, otra opinión que se escucha es “en España hay demasiadas universidades, en España hay demasiados universitarios”. Estas son dos descalificaciones para decir que “esto no está bien organizado, esto es un desmadre…”. En ese sentido hay que contraponer los datos. Yo publiqué un artículo hace poco “¿Hay demasiadas universidades en España?“. Si se coge el total de la población y se divide por el número de universidades públicas, sale que cada 950.000 españoles hay una universidad pública. ¿Cómo está respecto a los demás países? Bueno, pues es la cifra más alta de todo nuestro entorno. Eso quiere decir que hay menos universidades públicas en España que en Francia, que en Italia… Por tanto eso hay que desmontarlo.

PREGUNTA: Sobre este punto, el número de universidades, a menudo se crítica la falta de especialización; se dice que tenemos muchas universidades que ofrecen lo mismo, con frecuencia dentro de la misma área geográfica o en la misma ciudad; universidades poco especializadas que replican un mismo modelo.

FM: Eso es lo que decía antes. Hay que entrar en el listado de debilidades y corregirlas. Y aquí empezaríamos a encontrar una debilidad, un defecto del sistema. Las últimas universidades públicas surgen muy deprisa, del 85 al 97. Llegan muy deprisa y se cae en una cierta tendencia mimética, aldeana, la de crear una universidad en un sitio y que se parezca a otra más antigua que está al lado. Ser como los de allí al lado, en lugar de ser diferentes y ser fuertes en algo. Ha faltado -y eso es culpa de los políticos con la connivencia de los universitarios- ver cómo nos diferenciamos, en qué podemos ser buenos y no intentar ser todo. Ese es un asunto que hay que corregir. Nuestro sistema universitario tendría que ser más complementario. Cuando estuve de Secretario de Universidades intenté poner en marcha un mapa de titulación en España. Fue uno de mis fracasos.

PREGUNTA: ¿En qué habría consistido este mapa de titulaciones?

FM: En ver en qué es fuerte cada uno. Si hay uno que tiene una titulación y a 40 kilómetros otro, no duplicarlas. Háganlas diferentes o usted con la orientación A y usted con la orientación B. Se daban casos realmente tremendos. En titulaciones con poca demanda se repetían dos o tres veces en distancias de 50 o 60 kilómetros.

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PREGUNTA: Sigo con otra de las imágenes acuñadas de la universidad española, la endogamia. Leo un titular de El País de noviembre de 2014: “El 73% de los docentes se formaron en el mismo centro en el que están contratados”.

FM: Sí, tengo estos datos en la cabeza. Vamos a ver, se dice que los estudiantes no se mueven. Se quedan a estudiar en el mismo sitio donde viven. Datos del ministerio de Educación: el 78% de los estudiantes cuya familia vive en Madrid, estudia en Madrid. Esto es natural. En Cataluña, el 77%, en Valencia, el 66%. Sólo hay cuatro comunidades autónomas donde más del 50% va a estudiar a otra comunidad: La Rioja, Extremadura, Castilla La Mancha y Baleares (Datos y Cifras del sistema universitario español). Vamos a ver los profesores: ¿cuántos profesores se incorporan a la función docente en una universidad en la que han leído su tesis doctoral? El 87%. Hay una parte que tiene que ver con la tendencia de los españoles a no moverse, a diferencia de los americanos, pero es que también la legislación está en contra de esa movilidad. Y eso no es culpa de la universidad, eso es culpa de los poderes públicos que lo impiden. Ahora no existe movimiento de profesores de un sitio a otro. Habría que facilitar esa movilidad. Si quieres ir a otro sitio, tienes casi que volver a concursar. Si los profesores buenos, capaces de atraer a los jóvenes -por cierto, estos profesores suelen dar clase a los cursos más avanzados, si fuésemos un buen sistema universitario, los verdaderos maestros deberían dar clase en los primeros años, que es cuando de verdad se capta la ilusión de los jóvenes-, si estos profesores sénior quieren ir a otra universidad, tienen que hacer un concurso. Se le tratará mejor, porque tiene un buen currículo, pero desde el punto de vista legislativo no, son igual que los demás. Entonces, la legislación se opone a eso. Igual que hay impedimentos administrativos, impedimentos económicos, impedimentos legislativos para traer gente de fuera. En las universidades españolas, el 98,5% del profesorado es español.

PREGUNTA: Además de la excesiva burocratización, se suele arremeter contra la excesiva funcionarización del profesorado en la universidad española. Lo cierto es que viendo su estudio comparativo, el nivel es muy parecido en la Europa continental –de nuevo el Reino Unido es una excepción.

FM. Yo, cuando era jovencito, estaba totalmente en contra de que fueran funcionarios. Luego me he dado cuenta de que los modelos sajones esconden bajo la tenure, el examen permanente, algo parecido aunque no les llamen funcionarios. En Europa está muy extendido. El problema no es ése, el problema es el tema de incentivar el trabajo bien hecho. Recuerdo una anécdota. Yo saqué la agregaduría antes de la cátedra. En aquellos tiempos, la agregaduría era como un catedrático de clase B. Yo saqué la agregaduría con 28 años y la cátedra con 30. Cuando saqué la agregaduría, tuve un tribunal de lujo y al final, como es la costumbre, los invité a comer. Y cuando fui a sentarme, el presidente, un ilustre miembro de una de las reales academias, me dice, hablando en nombre del tribunal: “bueno, ahora ya a vivir”. Este que me lo decía era un gran investigador, no es que estuviese en contra de hacer cosas. ¡A los 28 años! ¡cómo que a vivir! Yo me quería comer el mundo. Eso no es por ser funcionario, es que faltan los estímulos, falta el que se arrope al que quiera tener una carrera, que se le ayude, que se le apoye. Hay planteamientos igualitaristas en la universidad que no tienen ningún sentido. Resulta que lo importante -independientemente de la trayectoria de unos y otros- es que unos y otros den igual número de clases y, si no, es visto con recelo. Hay que valorar los méritos y no ver como un enemigo al bueno, que es una de las cosas que ha pasado e impedido la llegada de profesores de fuera porque es visto como alguien que te puede quitar el sitio o quitarle a uno de tus becarios la posible plaza. Habría que convocar plazas, fuera del presupuesto universitario, una parte pequeña, un 5%, para gente que venga del extranjero. Y que se convoquen los concursos, como hacen por ejemplo los suizos, en las revistas internacionales.

PREGUNTA: ¿Y las universidades no tienen autonomía para hacer eso?

FM: La autonomía universitaria en España se reconoce en la Constitución, pero donde hay que ver la autonomía de verdad es en los presupuestos de las universidades. En el margen de maniobra. Una universidad tiene un presupuesto de 200 millones de euros, de acuerdo, pero es que en ese presupuesto está el sueldo de los profesores, más del 70%, están los gastos generales… ¿Cuál es el margen de maniobra para hacer política en la universidad? Mínimo. Realmente es una autonomía sobre el papel más que en la realidad.

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PREGUNTA: En su estudio comparativo internacional, las universidades británicas aparecen como un caso aparte. Recuerdo un dato: sólo el Trinity College de Cambridge cuenta con 32 premios Nobel cuando España sólo ha tenido dos de carácter científico en más de un siglo. ¿Dónde está el secreto? ¿Es una cuestión de dinero?

FM: El Reino Unido es muy desigual en sus universidades. Están Oxford, Cambridge, el Imperial College, de altísimo nivel. Entre las europeas, las primeras en los rankings son Oxford y Cambridge, pero luego están ya las primeras continentales, la primera universidad continental es la Pierre et Marie Curie (París VI). Las politécnicas suizas están clasificadas antes. Yo creo que es muy desigual como para poder decir que todo el sistema británico es mejor. Es cierto que tiene resultados muy buenos. Gran atracción de estudiantes extranjeros. Y no sólo ayuda la lengua inglesa. La producción científica es fantástica. A mí me parece que hay que aprender. Allí sí que se ejercita de una forma rigurosa la autonomía y el respeto a la ciencia.

Yo he tenido más experiencia en las universidades americanas donde he pasado largas temporadas, en Penn State, que es una de las buenas universidades, 39 del mundo en el último ranking de Shangai. Lo que quiero destacar es el cariño que se tiene allí a la universidad, la vinculación entre la sociedad y la universidad… Eso es importante, quererlas, vigilarlas en el sentido de seguirlas, de compartir el proyecto. Esto me lleva a uno de los asuntos que para mí son esenciales en el diseño de la universidad española del futuro, que es el de los recursos. Yo hice un estudio hace tiempo sobre la vinculación entre recursos y calidad del sistema. Cogí los rankings de Shangai y Times y universidad a universidad asigné una cifra global al sistema de cada país. Esa cifra la dividí por el número de habitantes del país para poder comparar y la línea está clara: cuántos más recursos, mejor calidad del sistema. Lo demás son retóricas. Hacen falta más recursos y España tiene menos recursos que el resto del entorno, por tanto aquí se está haciendo un esfuerzo bueno. Esa es una condición sine equa non, pero hay dos cosas más. La autonomía auténtica y la autonomía nos lleva a la tercera condición: la rendición de cuentas. Querer a la universidad significa que la universidad rinda cuentas. ¿Cuentas de qué? ¿Económicas? No, de esas rinden muchas. Yo cuando era rector tenía tres auditorías al año. Las universidades tienen como mínimo dos. En la universidad la corrupción económica no es posible. No hablo de eso. Eso es evidente. Rendición de cuentas es otra cosa. Alrededor de la universidad está la sociedad. ¿Qué es lo que espera la sociedad de la universidad? ¿Que se forme bien a los jóvenes? ¿Que la transferencia de resultados de investigación ayude a fomentar riqueza y bienestar? Claro, y que los procesos internos sean eficientes. Esa es la rendición de cuentas. Y eso en España aún falta. Hay solo una universidad que está empezando a hacer rendición de cuentas, la Politécnica de Valencia.

PREGUNTA: El grueso del presupuesto de la universidad española viene de fondos públicos. La francesa y, en general las continentales, también. Un 80% frente al 35% de las británicas. ¿Nos cuesta conseguir dinero que no salga de los presupuesto del Estado?

FM: Hay que mirar bien el presupuesto. Las grandes universidades de investigación, MIT o Harvard o Princeton captan muchos recursos por contratos, por donaciones, pero la parte mayor de los ingresos que le llegan vienen del pago de las matrículas de los estudiantes. En la Europa continental las matrículas son muy bajas. En el Reino Unido son muy altas. ¿Qué es lo que ocurre? Hay ayudas a los estudiantes. En el diseño británico, el dinero en vez de dárselo a las universidades se lo dan a los estudiantes a través del sistema de avalar préstamos etc. El crecimiento de los recursos que le llega a la universidad viene de que los estudiantes pagan matrículas muy altas. El acceso a la universidad en la Europa continental es más universal que en la anglosajona.

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PREGUNTA: Otra crítica frecuente es que hay un desajuste entre lo que la universidad ofrece y lo que demanda el mercado laboral, que unos estudiantes salen sobrecualificados, otros infracualificados. Es cierto que eso también depende de la estructura económica del país, pero leo en el informe que encargó el ministro Wert: “España es el país de Europa con menor tasa de empleo adecuada al nivel de estudios para titulados con educación terciaria. Me avanzas que en estos días váis a presentar un informe sobre empleabilidad”.

FM: Sí, es un informe sobre la empleabilidad de los universitarios en España. Recoge todos los datos que tienen las universidades sobre el seguimiento de alumnos que terminaron la carrera hace cinco años. El informe indica si están satisfechos o no con sus estudios, con su empleo, cuáles son los déficits, si la universidad les ha preparado para buscarse la vida. En el estudio han participado más estudiantes que nunca, por encima de los 13.000. Todos titulados en 2010. Los resultados son muy interesantes. De lo que están más satisfechos es de sus profesores de la universidad. ¿De lo que menos satisfechos? De los servicios de apoyo y orientación que hay en los campus. Y la segunda cosa que menos les gusta es la metodología educativa.

PREGUNTA: ¿Porque sigue imperando la clase magistral?

FM: Cada vez menos, pero sí.

PREGUNTA: ¿Y de eso es de lo que están insatisfechos?

FM: Sí. Consideran que hay que ofrecer otras formas de trabajo, de exposiciones en público, de trabajar en equipo, un planteamiento más internacional… ¿El tema de la sobrecualificación? ¿Cuál es su opinión? Seis de cada 10 consideran que su cualificación es adecuada. Tres se consideran sobrecualificados, que están más formados que lo que le han pedido en ese empleo y uno dice que está infracualificado. Esto en su primer empleo. Al cabo de cinco años, ha aumentado el porcentaje de satisfacción.

PREGUNTA: ¿Y por áreas?

FM: Ciencias de la Salud es el área en el que al principio se sienten infracualificados. Al principio. Al cabo de los años, también crece la satisfacción con la formación.

PREGUNTA: ¿La insatisfacción es mayor entre los de humanidades que los de ciencias o técnicas?

FM: Sí.

PREGUNTA: ¿La satisfacción, entonces, es alta?

FM: Sí. Hay una pregunta que se les hace: ¿Volvería a estudiar en la universidad? El 99% dice que sí. ¿Volvería a estudiar en la misma universidad la misma carrera? Más de la mitad dicen que sí.

PREGUNTA: Si mañana te nombraran ministro de Educación…

FM: No pasará.

PREGUNTA: …bueno, todo es posible tal y como está el país. ¿Qué sería lo más urgente? ¿Necesitamos una gran reforma universitaria o alguna pequeña reforma que de forma más realista podríamos llevar a cabo?

FM: Uno de los defectos en España es que todo ministro de Educación quiere pasar a la historia por las leyes que impulsa. Hubo momentos en que sí hubo que sacar leyes, en la II República, en la Transición, la Ley de Reforma Universitaria. Luego se intentaron otras leyes. Yo creo que no hacen falta más leyes. Lo que hace falta es menos leyes. Lo que habría que hacer es eliminar el 50% de las leyes. Cito a mi amigo Pello Salaburu [rector de la Universidad del País Vasco 1996-2000 y asesor de la cátedra UNESCO], que dijo lo mismo en un programa cuando le preguntaron qué haría para que la universidad funcionara mejor: habría que eliminar leyes. ¿Cuántas? El 50%, dijo. Y cuando le preguntaron cuáles, Pello, que es muy provocador, dijo que aunque fuese al azar, por sorteo, mejoraríamos. Lo que hay que hacer es medir resultados y que esos resultados condicionen la financiación.