
Escudo del puente romano. Año 1622. Cedida. Foto 1.
Rompiendo con la tradición, el actual escudo salmantino aprobado en el año 1996, se apartó del que el ayuntamiento venía utilizando desde que en 1619 apareciera el primero usado por la corporación, en una recopilación de las ordenanzas municipales y en 1622 fue labrado en piedra en una pilastra a la entrada del puente romano.
La modificación de 1996 se llevó a cabo basándose en un informe del que fue cronista de la ciudad, Salvador Llopis, que no fundamentó históricamente los radicales cambios que propuso y que además se contradice con lo que había publicado en 1974.
Al carecer de la preceptiva fundamentación, la orden de 11 de junio de 1996 que aprobó el escudo podría ser contraria al Decreto 105/1991 de 9 de mayo de la Junta de Castilla y León que regula el procedimiento y normas heráldicas de aprobación y rehabilitación de escudos y banderas municipales.
Se produjeron, entre otros, dos cambios incomprensibles: el árbol que desde su incorporación al escudo era considerado encina, en 1996 pasó legalmente a ser higuera y las barras de Aragón cambiaron su tradicional ubicación pasando del cuartel derecho al izquierdo.
El Decreto de 1991 de la Junta de Castilla y León que regula el procedimiento para la aprobación de escudos municipales exige la formación de un expediente que incluya una memoria histórica, heráldica o vexicológica suscrita por un especialista en la heráldica, que exponga detalladamente los fundamentos históricos y técnicos y las razones que justifican la modificación o rehabilitación del escudo.
El informe de Llopis no pudo justificar el cambio de la encina por la higuera, pues como en el se reconoce, “el incendio de las casas consistoriales en 1622 destruyó los libros de acuerdos anteriores al siglo XVII entre los que se encontrarían los relacionados con el asunto.”
Tampoco justificó el cambio de posición de las barras, que son las armas del linaje salmantino de los Varillas. La destrucción de los libros de acuerdos municipales impide analizar las razones que llevaron al consistorio a colocarlas en el cuartel principal. A pesar de ello, el informe tacha de grave incorrección la tradicional configuración del escudo de la ciudad.
Desconocemos cuál habría sido la opinión de la Real Academia de la Historia, pues el expediente se tramitó sin su preceptivo informe al no emitirse dentro del plazo establecido.
La innovación más llamativa por tanto fue la sustitución del árbol emblemático del paisaje charro, la encina, por una pintoresca higuera que en nada representa a la ciudad. Sustitución reflejada en el boletín oficial pero desconocida en la cultura popular para la que el árbol del escudo de Salamanca fue y sigue siendo una encina.
La única razón en que se intenta fundamentar tan extravagante idea son unas estrofas de un manuscrito de principios del siglo XVI, del que existen varias versiones. Lo que en una versión es “figura” en otra es “figuera”, y en ella se basa Salvador Llopis tomándola de la Historia de Salamanca de Villar y Macías. Así lo refleja en 1974 y después en 1995, fecha en que realiza el informe heráldico para el “expediente de rehabilitación del escudo del municipio de Salamanca”.
Las estrofas aparecen en el Triunfo Raimundino o linajes de Salamanca en verso, obra de principios del siglo XVI del bachiller Juan Ramón de Trasmiera. El catedrático de historia medieval de la Universidad de Salamanca, José Mª Monsalvo Antón, en su estudio titulado En torno al Triunfo Raimundino del año 2013, enumera las distintas ediciones existentes, y a diferencia de Llopis, en su artículo la supuesta figuera se torna figura.
La versión de la colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia, dice así:
“La puente fue edificada
Por artificio romano
Lo otro medio es hispano
Una figura aplatada
Del toro siempre velada
Y son insignias primeras
Ya muy nobles sus banderas
Con bastos de orla cruzada.”
Sin duda la expresión “lo otro medio es hispano” se refiere a que en esa fecha medio puente ya no era romano al haber sido reconstruido en la Edad Media tras ser arrasado por una riada anterior a la de San Policarpo. Por su parte, la figura del puente, velada por el toro fue la insignia primera en los sellos concejiles antes de que la ciudad se dotara de escudo. Velar es vigilar y parece razonable que el toro vigile el puente y no una higuera.
Pero es que además, a principios del XVII, un siglo después de aquellas estrofas, no hay aún higuera ni árbol de ninguna clase en el escudo que encabeza las Ordenanzas Municipales de 1619, ni en el de la pilastra del puente romano del año 1622.
El árbol que poco después aparecerá en el escudo, nunca se consideró higuera. El mismo Llopis lo reconocía en 1974, cuando publicó “El escudo de armas de Salamanca y el color de su bandera”. Allí no se inclina por ninguna especie y se limita a enumerar las distintas interpretaciones existentes, admitiendo que “el criterio más general interpreta esta figura heráldica como una encina”.
Para corroborar esa afirmación cita incluso unos versos populares que así lo atestiguan:
“Siempre ha sido cosa fina
Un toro junto a una encina
Y como el puente romano
Estaba tan a la mano
Puente encina y toro rudo
Así se formó el escudo”
Además, en aquella publicación de 1974, el ilustre profesor de la Universidad de Salamanca Luis Cortés, que es el autor del prólogo, confirma que el tan traído y llevado árbol no puede ser otro que la encina:
“Á decir verdad, las armas salmantinas lígrimas y que todos entendemos, son el torito pasante sobre la puente romana, a la que los siglos le han traído el añadido de un árbol que, discutan los heraldistas tanto como quieran, no otro puede ser popularmente que una encina, tótem occidental, árbol nutricio de los rebaños de las montaneras charras, tan importantes en nuestra economía,”
Por otra parte, lo que sí debió hacerse en 1996 y no se hizo, fue añadir una barra más en el cuartel correspondiente a las cuatro que hoy contiene, ajustando la legalidad a la tradición, pues cinco son las que recuerdan al linaje de los Rodríguez de las Varillas, los de la calle Varillas, familia repobladora de Salamanca, como también fueron cinco inicialmente las de Aragón.
“Salamanqueses pendones
muestran su origen leal
cinco bastones en metal
de aragoneses blasones”.
Curiosamente estas estrofas, que también son del Triunfo Raimundino, no merecieron la atención de aquel informe de Llopis, que incomprensiblemente propuso sólo cuatro barras para el escudo rehabilitado. Tampoco dio importancia a que en el siglo XVIII seguían siendo cinco las barras de los escudos que adornan la Plaza Mayor.

Plaza Mayor de Salamanca. Cedida. Foto 2.
Respecto al Señal Real de Aragón, se trata del Signum Regium en latín o Senyal Reyal en romance, que es un emblema con posible origen en los colores rojo y oro del Papado, (lemnisco), adoptados tras el enfeudamiento de la Casa de Aragón al Papa, en tiempos de Sancho Ramírez, y cuyo número de “barras” ha variado a lo largo de los siglos.
Los Reyes Católicos renuncian a sus armas personales fundiéndolas en un solo escudo en el que los cuarteles de Aragón llevan cuatro barras, pero aún encontramos ejemplos de cinco barras en el aragonés o medio real de plata que acuña Fernando el Católico en 1484 o de tres barras en el escudo de 1491 otorgando privilegios al Solar de Tejada.
Y todavía podremos observar tiempo después cinco palos de gules, en un cuadro del rey Alfonso II del museo de Zaragoza de principios del siglo XVII.

Aragonés o medio real de plata. Fernando el Católico. 1484. (Wikipedia). Foto 3.

Escudo de los Reyes Católicos. Año 1491. Wikipedia. Foto 4.

Alfonso II de Aragón. Museo de Zaragoza. Wikipedia. Foto 5.
El número de barras actualmente son cuatro, pero inicialmente fueron cinco las que utilizó Alfonso el Batallador, hijo de Sancho Ramírez. Esta utilización por Alfonso I, es recogida por Mosén Jaume Febrer en sus Trobes en romance valenciano:
Cinc barres bermelles sobre camp daurat
Alfonso el primer (dit Emperador)
Portaba en lo escut quant sen fons pasat
De Aragó à Castella per haber casat
Ab la bella Urraca.
El término más utilizado es el de barras que, sin embargo, es inapropiado pues en heráldica las barras son diagonales. Palos es término de la heráldica francesa y bastones de la aragonesa y castellana. En Salamanca se utiliza el término varillas y son cinco las de sus escudos, como también son cinco las del linaje de los Rodríguez de las Varillas, legendariamente descendientes del conde aragonés D. Vela, segundo repoblador de la ciudad.
Con independencia de las tradiciones sobre el vínculo de los Rodríguez de las Varillas con D. Vela y la repoblación de Salamanca, el hecho cierto es que el escudo consuetudinario de la ciudad tiene cinco bastones, palos o varillas y no cuatro. Los ha tenido desde muy antiguo coincidiendo con los cinco de los Rodríguez de las Varillas; y su modificación en tiempos recientes no tiene otra explicación que el mimetismo con las actuales barras de Aragón del escudo de España.

Iglesia parroquial Villagonzalo de Tormes. Cedida. Foto 6.
La incongruencia entre el escudo consuetudinario de Salamanca y el escudo oficial, en lo referido al número de “barras” se da también en Villagonzalo de Tormes, localidad vinculada a los Rodríguez de las Varillas, condes de Villagonzalo.
En Villagonzalo, la contradicción entre el escudo oficial del ayuntamiento con cuatro barras y el escudo en piedra de su iglesia parroquial con cinco, tiene tan poca justificación como las cuatro del escudo “rehabilitado” de Salamanca y las cinco de los que lucen en el pabellón real sobre el arco de San Fernando de la plaza mayor o en la pilastra del puente romano por citar los más relevantes.

Escudo actual de Salamanca. Foto 7.