El muro invisible (Debate, 2017) despliega cifras, análisis y propuestas para abordar la gran brecha generacional que la crisis ha abierto en España. Una fractura que ha trastocado el bipartidismo de la Transición con la emergencia de nuevas fuerzas que acaparan el voto joven. Este es un libro escrito por jóvenes sociólogos y politólogos sobre las dificultades de su propia generación, la de los nacidos en los 80. Pero no es un libro dirigido sólo a los jóvenes. Es sobre todo una llamada de atención para restaurar un pacto social e intergeneracional que asegure los pilares de nuestra democracia.

El muro invisible es un trabajo colectivo de Politikon, el proyecto común de un grupo de jóvenes académicos entre los que se cuentan María Ramos (Salamanca, 1987), antigua alumna de la Universidad de Salamanca y actualmente investigadora en la Universidad Carlos III y Pablo Simón (Arnedo, 1985), profesor de la Carlos III y uno de los miembros más conocidos de Politikon por su presencia en distintos medios de comunicación de nuestro país.

Ambos participarán en un coloquio sobre el libro el próximo miércoles 21 de febrero a las 19:00 en el aula 007 de la Facultad de Ciencias Sociales de Salamanca (Campus Miguel de Unamuno. Edificio F.E.S.; Avda. Francisco Tomás y Valiente s/n)  con el profesor de Sociología Kerman Calvo.

Esta es la versión extensa de una charla que mantuvimos con los dos para un reportaje emitido en Noticias Cuatro. El enlace del vídeo, al final de la entrevista.

 

Pregunta: ¿Qué es el muro invisible?

María Ramos: El muro nos sirve para hablar de muchas cosas. Nos sirve para hablar de la frontera que separa el ser joven de la entrada en la edad adulta. Y hablamos de muro invisible porque ese muro cada vez se va desplazando más, cada vez se tarda más en dejar de ser joven y cosas que antes marcaban el hito como emanciparse, formar una familia, tener un trabajo estable se van retrasando cada vez más en el tiempo y quizá nunca llegan.

Recogéis en el libro una expresión muy repetida últimamente, habláis de la primera generación que va a vivir peor que sus padres, ¿de qué generación hablamos?

Pablo Simón: Consideramos joven a aquella persona que está por debajo de 35 años. Lo que ocurre es que es una categoría difusa porque lleva asociados muchos elementos vitales que van ligados a la emancipación, a tener una vivienda propia, a poder desarrollar una carrera laboral estable o tener familia que hace que a efectos prácticos parezca que uno es eternamente joven porque uno no termina de consolidar su vida y por eso son categorías móviles, pero en cualquier caso suele ser a partir de los 35 años y eso tocaría más o menos a la generación nacida a partir de los años 80 es lo que hoy consideraríamos joven.

Ese muro ¿ha existido siempre? ¿Se ha elevado con la crisis?

María Ramos: Ser joven siempre ha sido difícil. ¿Qué ocurre? ¿Qué hace diferente el ser joven ahora? Que los nacidos en los 80 y en adelante han entrado en la juventud en un momento de crisis que deja cicatrices para la vida posterior. Entrar en el mercado de trabajo en un momento de crisis marca para siempre.

¿Por qué los jóvenes han sido los más perjudicados por la crisis?

Pablo Simón: Básicamente en una sociedad hay tres provisores de bienestar: el mercado de trabajo, el Estado de Bienestar propiamente dicho y la familia. Nuestro mercado de trabajo aboca a los jóvenes de una manera casi natural a situaciones de precariedad que hace que en contexto de crisis sean los primeros en perder su empleo, en perder el salario. Hay un segundo componente importante: ¿en qué medida el Estado de Bienestar corrige esas desigualdades? Como tenemos un Estado de Bienestar muy basado en cotizaciones a la Seguridad Social, los jóvenes tienen carreras laborales atípicas: son falsos autónomos, son precarios, están de prácticas… Y esto no les permite atesorar una suficiente cotización como para tener una cobertura razonable. ¿Cuál es el último pilar que les queda como salvaguarda? La familia. Es decir, se emancipan más tarde porque no les queda otro remedio.

Decís que se ha roto el pacto generacional, ¿en qué consiste y por qué se ha roto?

María Ramos: Sí, decimos que el pacto generacional está roto o está en entredicho y no somos los únicos que lo decimos. El Libro Blanco de la Unión Europea recientemente ha advertido de que las nuevas generaciones corren el riesgo real de vivir peor que sus padres. Esto se refleja también en las expectativas. Cuando se les pregunta si van a vivir mejor o peor que tus padres, España es el país en el que un 70% de sus jóvenes creen que no vivirán mejor que sus padres.

Pablo Simón: Digamos que el pacto intergeneracional se sustenta sobre un implícito: la idea de que los jóvenes entran dentro del sistema formándose más de lo que se habían formado sus padres, conseguirán un trabajo y, por tanto, podrán emanciparse de manera natural. De manera que nosotros [los jóvenes]  ayudaremos al sostenimiento del sistema, no sólo con nuestros impuestos, también cotizando para mantener las pensiones. En el momento en el que ves que esas expectativas se truncan porque no mejoras tu posición vital sino que la empeoras, entonces comienza esta situación de malestar que la estamos viendo en España de manera muy evidente pero que en otras sociedades europeas también se está materializando.

En El muro invisible afirmáis que nuestras políticas públicas transfieren más recursos de los jóvenes a los mayores

María Ramos: Si nos fijamos en la capacidad de redistribución de España y lo comparamos con otros países, en términos agregados estamos en la media. Estamos hablando de la capacidad que tiene el Estado de redistribuir a través de sus políticas públicas para reducir las desigualdades. Pero si lo desagregamos por grupos de edad, ¿qué vemos? Vemos que para los mayores es de los países que mejor redistribuye. No sucede lo mismo con los grupos de menor edad. Esto es algo que debería preocuparnos. El otro elemento importante es la idea que tenemos, y tienen los partidos políticos, de que los pensionistas son un grupo a proteger viene de una época en la que esto estaba muy claro. Si comparamos el riesgo de pobreza relativa con otros países es cierto que hace 10 años, los mayores, los pensionistas, eran el grupo que estaba en más riesgo de pobreza. ¿Qué ha ocurrido con la crisis? Que la tendencia se ha invertido. Ahora jóvenes y niños son el grupo de edad que está en mayor riesgo de pobreza

¿Cuáles son las políticas de gasto que benefician a los jóvenes frente a las que ayudan a los mayores? ¿Cuál es, digamos, la agenda de gasto joven y la agenda de gasto senior?

Pablo Simón: Hay que entender que, en cualquier caso, la crisis ha afectado a todos los colectivos. Tenemos que hablar de dos tipos de políticas. Unas paliativas, para arreglar los problemas que tenemos en curso, y otras proactivas, políticas que nos permitan hacer sostenible el modelo en 10, 15 años. ¿Cuáles son esas políticas jóvenes en España que no existen o que son muy endebles? Por ejemplo, la inversión de 0 a 3 años. Sabemos que tiene un impacto enorme en términos de equidad y eficiencia. Por ejemplo, rentas básicas por hijo a cargo. Que familias que tengan un hijo puedan recibir un salario o una desgravación hasta que éste cumpla los 18 años. Las becas, por ejemplo, que son las primeras que sufren en los contextos de crisis. Las políticas de vivienda, que son fundamentales, y en España tenemos un mercado del alquiler muy subdesarrollado. Políticas de rentas básicas que ayuden también a que haya más universalidad en las transferencias. Si vamos a un mundo en el que el trabajo va a ser cada vez más escaso y más atípico y cotizar va a ser más difícil, tenemos que hacer que nuestro Estado de Bienestar aporte a las personas independientemente de cuánto hayan trabajado dentro del sistema. A través de transferencias directas de impuestos. Todas esas políticas ya se están discutiendo en otros países, por ejemplo Francia e Inglaterra tienen mesas específicas para hablar de estos dilemas. En España no se están afrontando mientras hablamos de otro tipo de cuestiones.

Porque el debate se centra fundamentalmente en sanidad y pensiones, un gasto que beneficia fundamentalmente a los mayores…

Pablo Simón: Sanidad y pensiones dominan el debate porque, efectivamente, son partidas de gasto muy importantes, pero también por el hecho de que los políticos se mueven por incentivos y saben muy bien que los pensionistas son un colectivo a proteger porque son unos votantes muy fieles, muy numerosos por el envejecimiento de nuestra población y, por tanto, siempre es lo último que hay que tocar o que plantear. Precisamente el pacto intergeneracional es no perder de vista que tenemos estos colectivos al mismo tiempo y que hay que hacer políticas a futuro tratando de equilibrar por una parte el ajuste de la crisis, pero también tratando de que se entienda que lo fundamental para pagar la pensión de una persona mayor es que un joven tenga empleo.

Sí, argumentáis en El muro invisible que no sólo se trata de un tema de redistribución, de justicia, sino también de eficiencia económica, que el gasto en jóvenes es mucho más eficiente que en mayores.

María Ramos: Invertir en infancia, invertir en juventud es invertir a largo plazo. Muchas de las políticas son cortoplacistas y nos preocupan los pensionistas de ahora. Pero si nos preocupamos de las pensiones de los babyboomers [nacidos desde principios de los 60 a mediados de los 70], los que están en la cola para recibir la pensión en los próximos años, debería preocuparnos una inversión muy eficiente en políticas de primera infancia. Está sobradamente demostrado. Decía un sociólogo danés que la reforma de las pensiones empieza por las guarderías. Si nos preocupan las pensiones, deberían interesarnos los jóvenes, que son los que tienen niños y van a garantizarnos las pensiones en el futuro.

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Dedicáis un espacio importante del libro a la educación. Me ha llamado la atención porque no era consciente de que el sistema educativo español fuera tan desigual, que nuestras escuelas fracasen tanto a la hora de fomentar la igualdad de oportunidades.

Pablo Simón: Esto tiene dos partes. Nuestro sistema educativo es un modelo de éxito por una razón muy sencilla: hemos universalizado la educación en muy poco tiempo. Nuestros jóvenes están mejor preparados que lo que estaban sus abuelos cuando iban a la escuela o ni siquiera iban a la escuela. Pero sí que es verdad que tenemos un punto negro que es la repetición escolar. Tenemos una de las tasas de repetición más altas de la OCDE y esto se conjuga con la enorme ineficiencia y arbitrariedad del sistema. Los repetidores tienen un altísimo coste para el sistema. Es el primer paso para el abandono a corto o medio plazo pero, además, es que es muy poco equitativo porque un niño de familia pobre tiene cinco veces más probabilidades de repetir curso que un niño de familia rica. Tanta repetición se podría subsanar con políticas de acompañamiento desde que se empieza a detectar que los alumnos tienen problemas. Si inviertes más en el momento en que detectas que un estudiante tiene dificultades en la escuela puedes atajar ese problema antes de que se materialice.

En el libro citáis un titular de The Economist que consideraba a los jóvenes como “una minoría oprimida”. Esta brecha generacional ¿ocurre sólo en España o también en otros países que no han sufrido una crisis económica tan profunda como la nuestra.

María Ramos: La fractura generacional se ha visto en los últimos años en el voto de muchos países. Los jóvenes no votan igual que los mayores en el Brexit, en las elecciones francesas… Lo que hace especial a España es que es el país en el que más han aumentado las diferencias entre jóvenes y mayores. Si utilizamos los términos del libro, España es donde la brecha, el muro, ha sido más grande.

Estables, integrados, insiders frente a precarios, outsiders, ¿la clave fundamental es nuestro mercado laboral? 

María Ramos: Diferencias entre jóvenes y mayores hay en todos los países, pero en un mercado laboral como el español caracterizado por la dualidad y la segmentación esa separación se ve con mucha más fuerza. Los outsiders, los que están fuera del sistema más precarizados y con contratos más inestables, son los jóvenes. La dualidad es la clave para explicar esa fractura entre jóvenes y mayores.

¿Qué deben hacer los jóvenes para cambiar la situación?

Pablo Simón: Es una buena pregunta. No creo que haya una solución fácil a este problema. Es cierto que los jóvenes tienen tasas de abstencionismo más altas que los mayores y esto es sistemático. Por lo tanto, ahí tenemos una dificultad evidente. Los políticos se preocupan de los que votan. Si los jóvenes no votan, ya tenemos un problema añadido. Los jóvenes tienen que ser capaces de manifestar sus demandas de una manera más clara y tratar de persuadir a aquellos que sí votan de que la crisis no es algo estrictamente generacional sino que afecta también a, digamos, tus padres porque tú no te puedes ir de casa y a tus abuelos porque muchas veces no les queda más remedio que contribuir con una parte de su pensión al sostenimiento familiar. Intentar hacer entender que tenemos unos intereses cruzados y un modelo de país que debemos cambiar. Yo creo que el paso que nos queda por dar es la constitución de una mesa. Existe un pacto, que es el pacto de Toledo, para hablar de pensiones, pero todavía no se ha logrado constituir una mesa para hablar de movilidad social juvenil o de pobreza infantil… Son temas clave para el desarrollo de nuestro país. Hay que arrastrar a nuestros políticos para que se sienten a esa mesa y que se vea que estamos ante una situación de emergencia social porque en el medio plazo esto se va a manifestar. Y se va a manifestar en términos de equidad, porque va a haber un montón de jóvenes, sobre todo los que han salido de la burbuja inmobiliaria, que se nos van a quedar atrás. Hoy tenemos una tasa de abandono escolar del 19%, por tanto, estamos hablando de gente que va a tener muchísimas dificultades para encontrar trabajo el día de mañana. Pero también es un tema de eficiencia. ¿Cuánto vamos a tardar en ver en nuestras ciudades que se forman guetos de gente que no encuentra recualificación y hay que gastarse más dinero en seguridad? ¿Cuánto vamos a tardar en convertirnos en un país de América Latina?

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Pese al fogonazo generacional que supuso el 15-M, comentáis que tenía un sesgo a favor de los jóvenes de clases medias con mayor formación y que no ha sido suficiente para que los jóvenes se constituyan como sujeto político. ¿En qué ha quedado el 15-m?

Pablo Simón: EL 15-M tiene su importancia porque fue un hito generacional. Una cohorte de edad importante vivió el descubrimiento de la política en este proceso. Pero ¿cuáles eran las demandas del 15-M? Reforma electoral, lucha contra la corrupción… Temas en los que todo el mundo puede estar de acuerdo. Pero a lo mejor esto no sintoniza con las preocupaciones de aquellos jóvenes que abandonaron la construcción, que están fuera del sistema y a lo mejor lo que piden es trabajo, volver a reengancharse, o una FP que funcione bien. Son toda una serie de demandas que no están sobre la mesa, que no están articuladas, pero que son igual o más importantes que las otras.

Pero el 15-M sí se toma como el momento fundacional de una ruptura generacional que hemos visualizado en el comportamiento político.

María Ramos: El 15-M fue la visualización de esos conflictos que estaban latentes y que emergieron en un contexto de crisis económica muy fuerte. En realidad algo queda. El cambio en el sistema de partidos no se podría entender sin esa brecha generacional que es muy clara en la intención de voto.

Pablo Simón: Sí, el dato es muy contundente. El bipartidismo hoy en España suma el 55%, pero sólo supone el 33% entre los menores de 35 años. 20 puntos menos. Los jóvenes sobre todo votan a Podemos y Ciudadanos en mayor proporción que los mayores.

Y, sin embargo, lo comentáis en el libro, los nuevos partidos apenas han recogido las prioridades que señaláis en la, llamémosla así, “agenda joven”.

María Ramos Todavía es pronto para saber cómo los cambios en el sistema de partidos se pueden traducir en una receptividad mayor hacia los temas de jóvenes, pero nosotros somos bastante optimistas. Pensamos que en la próxima legislatura va a quedar muy clara la necesidad de hacer pactos entre coaliciones. Tenemos claro que hay dos bloques -uno más hacia la derecha y otro más hacia la izquierda- y hay dos partidos en cada bloque -uno más senior y otro más junior. El hecho de que los partidos senior, más tradicionales, tengan que contar con el apoyo de los partidos junior puede hacer que se introduzcan en la agenda políticas más orientadas a los jóvenes. Un ejemplo claro, que lo vemos ya en esta legislatura. Si el PP hubiera gobernado solo, sin el apoyo de Ciudadanos, habría sido poco probable que se aumentaran los permisos de paternidad.

Leemos en vuestro libro: “no hay razones para pensar que el cambio generacional haya superado la división clásica entre izquierda y derecha”. ¿En qué medida esto puede afectar a una agenda como la de los jóvenes que debería ser transversal?

María Ramos: Las etiquetas “izquierda” y “derecha” parece que permanecen, pero aparecen también nuevas etiquetas. Lo mostramos en el libro. Los jóvenes ya no se sienten tan identificados con etiquetas, como en el pasado con “socialista” o “democristiano”. Ahora hay etiquetas mucho más difusas como “liberal”, que encontramos a uno y otro lado del espectro, también “progresista”… No sólo hay “izquierda” y “derecha”, hay nuevas formas de identificarse en política.

Pablo Simón: En cualquier caso, sí es cierto que aunque la “agenda joven” es transversal, no es cierto que las soluciones necesariamente lo son. Lo que sí tiene de positivo la introducción de los nuevos partidos en el sistema -más allá de que tenga un electorado más junior- es que sus líderes también son más junior; es decir, son líderes más cercanos a la problemática de los jóvenes actuales y por tanto pueden tener mayor empatía que la que puede tener un político que se socializó en el contexto de la Transición y ni siquiera se enfrente hoy a los problemas de encontrar trabajo o formar una familia. Los nuevos políticos, al menos eso, sí que lo saben y tal vez eso les haga ser un poquito más empáticos con esa problemática.

No sé si la actual generación joven es la primera que va a vivir que sus padres, probablemente ha sucedido otras veces en la historia, pero sí es la primera que no tiene fuerza demográfica para cambiar las cosas. ¿Es ésta la mayor debilidad de esta generación joven?

María Ramos: El tamaño de la cohorte es muy importante. Recordemos que los menores de 35 años sólo representan el 20% del electorado mientras los mayores de 55 son el doble, el 40%. Y esto puede dar la vuelta a unas elecciones. Los mayores son los que determinan al final quien gana o quien pierde y el ser pocos hace que los jóvenes no tengan la capacidad por sí solos de mover la agenda.

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Además del tamaño, ¿cómo influye nuestro sistema electoral que prima a las provincias menos pobladas y, en muchos casos, más envejecidas?

Pablo Simón: Sí, nuestro sistema no sólo está sesgado a favor de la gente mayor porque vive más en las zonas rurales, también son más centralistas y más conservadores y todo eso introduce una prima que recibe principalmente el Partido Popular. Por eso, en esta lucha que vemos ahora entre el PP y Ciudadanos, es poco probable que Ciudadanos se salga con la suya y saque adelante una reforma electoral. Ahí es donde tiene su válvula de seguridad el PP. Su “reserva india” está en estas provincias del interior, sobre todo las de las dos Castillas, mientras que los partidos nuevos pelean mejor en las zonas más pobladas y en la periferia. Mientras no consigamos que nuestro sistema se acople en forma de coalición entre los partidos más senior y los más junior, vamos a seguir teniendo este problema. Esto hará que las demandas de la población envejecida -que por sí sola va a generar un mayor peso demográfico y por sí sola va a suponer un incremento del gasto- empujen nuestro sistema en esa dirección.

¿Creéis que esto es una tendencia irreversible? ¿Que PP y PSOE nunca van a recuperar el voto joven?

Creo que no lo van a recuperar. La razón por la que yo creo que los partidos clásicos van a tener muchas dificultades para volver a reenganchar con la generación de los 80 es que esta generación se ha socializado en un contexto muy concreto. Lo importante para ver cómo va a votar una generación es saber qué le pasa en los llamados años “impresionables”, entre los 16 y los 25 años. Y, claro, ésta es una generación que ha vivido la guerra de Irak, la desilusión de Zapatero, la crisis política y económica más importante de los últimos 40 años y responsabiliza de todo esto directamente a los partidos clásicos. Si se desengancha de los partidos nuevos es muy probable que se abstenga o que surja algo nuevo que  termine llenando eso y que no tiene por qué ser ni Podemos ni Ciudadanos. Pero es muy difícil que ese electorado vaya a reengancharse fácilmente con los partidos clásicos. Otra cosa serán los jóvenes que vienen después y que se han socializado en un contexto con cuatro partidos.

La fragmentación política, en el contexto actual, puede beneficiar a los jóvenes.

María Ramos: La fragmentación política, que tiene muy mala prensa, puede ser muy buena a la hora de buscar resultados políticos. Puede servir para llegar a acuerdos que, sin duda, se tardarán más en discutir y tramitar pero que durarán más en el tiempo. Si en algún momento se llega a un pacto de varios partidos en la Ley Educativa, probablemente durará más tiempo. Eso es lo que pasa en otros países. Pero además la fragmentación política también es buena para que socios de gobierno más junior lleguen a acuerdos con socios de gobierno más senior. Que el PP tenga que pactar con Ciudadanos o que el PSOE tenga que pactar con Podemos puede hacer que se introduzcan en la agenda reivindicaciones que son propias de generaciones más jóvenes.

¿En qué medida se está cerrando la ventana de oportunidad que la crisis del sistema ha abierto para introducir la agenda joven?

María Ramos: A lo largo del libro insistimos en que hay que retejer el pacto intergeneracional, insistimos en que hay que traerlo a la agenda de los medios, a la agenda ciudadana, pero no se puede hacer sólo por parte de los jóvenes. Para que la agenda joven salga adelante es necesario que los jóvenes actúen pero también que las generaciones mayores se den cuenta de que no sólo beneficia a los jóvenes. Trae esa agenda es bueno para todos.

Pablo Simón: Es verdad que la ventana de oportunidad para hacer grandes reformas en España se está cerrando, sin embargo, aunque vayamos con retraso, es posible que a partir de 2019 veamos una dinámica nueva. El cambio en España ha sido tan rápido, tan brusco; pensemos en el 2015 entran dos partidos nuevos con el 34% de los votos y antes tenían cero diputados. Es un cambio como no se ha visto en los países de nuestro entorno. Tal vez si dejamos que se aposente el polvo de ese shock podamos tener pactos a partir de 2019 que vuelvan a reintroducir estos temas. En un contexto fragmentado las demandas pueden entrar por más sitios. Antes tú sólo lo podías hacer descolgando el teléfono de un ministro. Ahora con un parlamento fragmentado que tenga más capacidad de iniciativa tal vez el debate pueda ir virando poco a poco hacia esta agenda.

Consulta la noticia sobre el libro que realizó Noticias Cuatro AQUÍ

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