Mientras los Estatutos de la Universidad de Salamanca de 1538 promovían desde la cátedra de matemáticas / astrología el estudio de la astronomía judiciaria, dedicada a conocer el destino y predecir los sucesos futuros, se estaba recrudeciendo la lucha contra ella desde la iglesia católica.
Precisamente en Salamanca se editaron por entonces algunas obras singulares contra la astrología judiciaria, como “Reprovación de las supersticiones y hechicerias” (1538) de Pedro Ciruelo, o “Reprobacion de la astrologia judiciaria o diuinatoria sacada del toscano en lengua castellana” (1546) de Juan de Junta, nombre castellanizado del impresor italiano Giovanni Giunta, que había instalado su taller de impresión en Salamanca en 1531.
Se fue produciendo así a lo largo del siglo XVI una separación entre astronomía y astronomía judiciaria, haciendo entre ellas una distinción que quedaría claramente reflejada en el “Repertorio universal de todas las leyes destos reynos de Castilla, abreviadas y reduzidas en forma de repertorio” (1553) elaborado por Hugo de Celso, jurisconsulto francés que fuera fiscal del Consejo de Castilla. En la entrada titulada “adevinos y adevinança”, se dice: “Dos maneras ay de adevinança: la una, que se haze por sciencia de astrología, la qual es una de las siete Artes Liberales, y la tal no es prohibida a los que son sabios en la dicha arte y sciencia; la otra es de los agoreros y de los hechizeros, que catan agüero de aves y de stornudos, o de palabras que llaman proverbios”. Más adelante se añade: “La sciencia de astronomía es una de las siete Artes o Sciencias Liberales, y no es prohibida; antes, pueden usar d’ella, y aun para devinar, quando fueren en la tal arte sabidores”.
A partir de esta separación, las obras de astrología judiciaria pasaron a calificarse como libros perniciosos para la fe cristiana, que los católicos no estaban autorizados a leer. Y algunas de tales obras entraron a formar parte del “Índice de libros prohibidos” actualizado en 1559 por el inquisidor Fernando de Valdés.
A pesar de ello, lo cierto es que en la Universidad de Salamanca se mantuvo el interés por la astrología judiciaria durante la segunda mitad del siglo XVI, alimentándose una cierta leyenda que la relacionaba Salamanca con la magia negra, la nigromancia (predicción del futuro por la invocación a los espíritus de los muertos) y el culto al diablo.
El origen de tal leyenda se remonta a comienzos del siglo XV, antes incluso de que existiera la cátedra de astrología en la Universidad de Salamanca, que fue dotada en las constituciones del estudio de 1411, y tiene como protagonista al noble Enrique de Aragón (1384-1434), más conocido como Enrique Villena o el Marqués de Villena, por corresponderle la sucesión de este marquesado aunque nunca llegó a poseerlo. Educado bajo los auspicios de su abuelo materno, el rey Enrique II de Castilla, adquirió conocimientos científicos que se ampliaron durante su estancia en la corte de Aragón, a la que pertenecía su abuelo paterno Alfonso de Aragón, marqués de Villena. A través de los esotéricos judíos instalados en aquella corte surgió su interés por las ciencias ocultas, del que da muestra su obra epistolar “Tratado de la fascinación o el aojamiento” (1425) sobre el mal de ojo. La leyenda negra sobre el Marques de Villena comienza cuando el copista Andrés Rodriguez al trasladar un “Tratado de Astrología” fechado en 1428 o 1438, le atribuye el manuscrito original a Enrique de Villena.
A pesar de las dudas sobre su autenticidad, lo cierto es que este noble ha pasado a la historia con los apodos de astrólogo y nigromante, y se le atribuye haber aprendido las artes nigrománticas, teniendo al mismo diablo como maestro, en la cripta de la Iglesia de San Cebrián de Salamanca, lugar identificado con “La Cueva de Salamanca”, que da título a un entremés escrito por Miguel de Cervantes cuyo argumento trata sobre un legendario lugar en el que, según la tradición popular castellana, impartía clases el diablo.
Más allá de las leyendas, la realidad es que a la astrología judiciaria le llegaría su condena definitiva a finales del siglo XVI, en las bulas del papa Sixto V, una titulada “Caeli et Terrae” (1585) y otra de título más explícito, “Contra exercentes artem astrologiae” (1586). Ejemplo de esa condena fue el proceso que se llevó a cabo en 1605 contra el licenciado Bartolomé González, que ejercía de profesor de matemáticas en la Universidad de Salamanca, y el bordador y pintor Luis Rosicler, acusados de ejercer las artes mágicas envueltas en ensoñaciones astronómicas.
Con todo, estas órdenes papales no serían publicadas en España hasta 1612, y la persecución sistemática de la astrología judiciaria no se produciría hasta 1631, con la publicación de una nueva bula condenatoria del papa Urbano VIII reiterando las de Sixto V, quedando patente que la condena sólo afecta a la aplicación en artes adivinatorias, encantos, invocaciones y consultas mágicas, mientras que se siguió permitiendo su uso para navegación, agricultura o medicina.