Afirmaba Claudio Sánchez Albornoz, que la Reconquista fue clave en la Historia de España. Que la Reconquista forjó el áspero carácter hispano y que sin la Reconquista y su secuela la repoblación no podríamos entender la colonización de América.
En una conferencia en la Sorbona en los años 50, el ilustre historiador llegó a llamar “negacionistas” a los que ya entonces ponían en tela de juicio el concepto mismo de reconquista.
Y es que desde el reducto asturiano y siglo a siglo, los cristianos del norte fueron reconquistando la perdida España que habían unificado por primera vez, no sólo como nación cultural, que ya lo era, sino como realidad política, los Visigodos. Se recuperó por completo el territorio peninsular para que volviera a regir en él, como ya lo había hecho antes del año 711, un modo de vida basado en el latín, el derecho romano y la religión cristiana. Toledo, que había sido la capital de los Concilios visigodos, volvió a ser diócesis primada.
Y en lo que el gran medievalista denominó “veleidades islamizantes actuales en Andalucía” dejó también escrito que “nunca conoció la España musulmana el sentido y el valor de la libertad política que los cristianos lograron. Nunca las ciudades moras andaluzas soñaron en organizarse en municipios libres y limitar la autoridad regia”. A diferencia de lo que ocurrió en las ciudades y villas cristianas del norte, articuladas en comunidades de villa y tierra y otras fórmulas y dotadas de fueros y cartas pueblas.
Puebla de Trives, Puebla de Sanabria, La Puebla de Montalbán, La Puebla de Cazalla, Póvoa de Varzim o la ciudad de Puebla en México, fundada en 1531 al poco de terminar la reconquista, nos recuerdan con su nombre aquellos tiempos repobladores.
La repoblación de Salamanca, obra del Conde de Galicia Raimundo de Borgoña, se produjo en el año 1.102. Era el Conde yerno de Alfonso VI y consorte de la Reina Urraca.
El conde Raimundo de Borgoña según miniatura del Tumbo A del Archivo de la Catedral de Santiago de Compostela
En el Fuero de Salamanca se nombra a sus repobladores por este orden: Serranos, castellanos, mozárabes, portugaleses, francos, toreses y bregancianos. A ellos hay que añadir los gallegos o galicianos que se establecieron en la colación del monasterio benedictino de San Vicente, de jurisdicción del Prior y no del Concejo. Este monasterio construido en tiempos de los visigodos y destruido tras la invasión musulmana, fue reconstruido por los monjes franceses de Cluny.
El fuero de Salamanca es de finales del siglo XII y sigue la tradición jurídica visigoda. Se aplicó no sólo a Salamanca sino también a la Beira Central, Alemdouro, Tras-os-Montes y Alto Miño en Portugal, en localidades como Guarda, Valença, Monçao, o Vianna.
Se agruparon los repobladores de Salamanca por naciones o naturas, es decir por lugar de nacimiento. Los más numerosos eran los Serranos que se establecieron en el centro de la ciudad al igual que los francos. Los restantes grupos quedaron extra-muros.
Cada grupo tuvo sus propias parroquias y así a los Serranos correspondían las de San Bartolomé, San Pedro, San Salvador y San Pelayo. A los Castellanos, las de Santo Tomé, San Boal, San Mateo y Santa María la Nueva. A los Mozárabes las de San Lorenzo, Santa Cruz, San Gil, Santiago, San Gervás, San Nicolás, San Andrés y San Juan el Blanco. A los Portugaleses las de San Polo (Pablo) y San Esteban. A los Francos las de Santa María la Mayor, San Cebrián, San Sebastián y San Isidro. A los Toreses las de San Julián, Santa Eulalia, San Martín y San Cristóbal. A los Bregancianos las de San Adrián, San Justo y San Román. Y a los Gallegos las de San Benito, San Simón, Santo Domingo de Silos y San Facundo.
Entre los francos y llamado por Raimundo de Borgoña, llegó el primer Obispo salmantino tras la reconquista: Jerónimo de Perigord. Venía de ser obispo en Valencia tras ser reconquistada por el Cid. Con él dan comienzo las obras de la Catedral.
Diploma de dotación del Cid a la catedral de Valencia, cuya autoría intelectual se debe a Jerónimo de Perigord. Segundo semestre de 1098. Original en Archivo de la Catedral de Salamanca, caja 43, leg. 2, n.º 72. (Wikipedia). Incluye la firma de Rodrigo Díaz de Vivar.
Los Serranos eran llamados también guerreros-pastores y eran muchos los que vinieron a repoblar no sólo Salamanca sino también Ávila. Eran vasco-navarros, muchos de ellos de Las Cinco Villas de la Montaña limítrofe con Francia: Aranaz, Yanci, Lesaca, Echalar y Vera de Bidasoa. En las crónicas árabes, la Extremadura leonesa de entonces era conocida como “país de los serranos”
En la ciudad de Salamanca queda como recuerdo la Calle Serranos. Y en la toponimia provincial, Naharros parece ser que viene de navarros, de Naffarroa. Son de origen vascuence apellidos tan salmantinos como Anaya.
Respecto a los Bregancianos hay pocas certezas de su procedencia. Las hipótesis son la Braganza portuguesa o la Brigantium (Betanzos) gallega.
En cuanto a la lengua, el castellano ya se había impuesto por entonces y el antiguo dialecto leonés quedaba reducido a la zona de Ledesma y Vitigudino donde perviven términos tan bonitos como lígrimo. La expresión “charro lígrimo” es sinónimo de salmantino auténtico.
Después de aquella repoblación con gentes de tan diversa procedencia, la Universidad ha seguido proporcionado a Salamanca 800 años de nuevos repobladores del saber procedentes de medio mundo. Por eso Salamanca presume de enseñar al que por allí pasa, aunque también recuerda que lo que natura non da Salamanca non presta.