Alberto Buitrago Jiménez es actualmente, y desde hace casi treinta años, profesor de español de Cursos Internacionales en la Universidad de Salamanca. Cuenta además con un programa en USAL Radio: Las islas invitadas, un espacio para la literatura española todos los jueves a las siete y media de la tarde. Autor del Diccionario de dichos y frases hechas y coautor de otros diccionarios, trabajos lingüísticos y multitud de materiales didácticos dedicados a la enseñanza de español para extranjeros, hizo una incursión en el mundo de la novela y creó Bendito sea el día. Actualmente, por lo que nos cuenta, parece que tiene otra entre manos.
Hablamos largo y tendido sobre su faceta de docente, pero sin dejar a un lado la de escritor. Un día le preguntaron si era un profesor de español que escribía libros o un escritor que enseñaba español y no supo qué contestar; le hemos rehecho la pregunta y su respuesta ha sido firme: ojalá nunca lo sepa. Nos contó qué piensa sobre el lenguaje como forma de control, sus colaboraciones en La SER o Radio Nacional y nos hizo alguna que otra recomendación literaria, como no podía ser de otra manera. Además, el pasado viernes uno de febrero, presentó su nuevo poemario “Mi vida en los pronombres”, disponible en la librería Letras Corsarias (Salamanca) o a través del e-mail bajamareditores@gmail.com.
Empecemos por el ámbito de la docencia… ¿Cómo te decantaste por la enseñanza del español para extranjeros?
Fue casualidad, porque yo pensaba dedicarme a la literatura. Nada más terminar la carrera me fui de vacaciones a Italia y estando allí me llamaron para dar clases en Cursos Internacionales. Me vine y hasta hoy. Y no cambio este trabajo por ningún otro.
¿Y qué podrías decir que es lo mejor y lo peor como docente en Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca?
Lo mejor, sin duda, el contacto diario con personas de todo el mundo. Enseñar es para nosotros un constante aprender. En una ciudad como esta, la multiculturalidad, la vitalidad que aportan los estudiantes extranjeros es algo que debería valorarse mucho más. Lo peor no existe. Digamos que lo menos bueno es que dar clase a estudiantes extranjeros exige más trabajo en la preparación de clases y estar permanentemente actualizado y “modernizado”.
Ahora que empieza el año y parece que tenemos que aspirar a mejorar, ¿algún propósito a nivel profesional para este 2019?
Sí, seguir ampliando la oferta de cursos en línea en Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca.
Viajas a menudo para impartir conferencias, si tuvieras que elegir un lugar del mundo donde abrir tu propia sede de Cursos Internacionales, ¿dónde sería?
Sin dudarlo, Australia. Hay mucho interés por el español y es un país fascinante en el que se vive muy bien.
Además del español para extranjeros, colaboras en Radio USAL desde el año 2012, ¿cómo preparas tu programa: Las islas invitadas?
Puedo decir que preparo poco. Normalmente me preparan ellas a mí. Siempre surge alguna noticia, efeméride, aniversario, libro que cae por casualidad en mis manos, comentario de algún amigo o compañero, fecha señalada (carnaval, Navidades, otoño…) Hay mucha literatura que cuadra en la vida (o viceversa). Lo que más trabajo me cuesta es elegir una música adecuada.
¿Quién te gustaría que se pasase por los estudios para ser entrevistado?
De los que no están, San Juan de la Cruz y Ramón Gómez de la Serna. De los que están, Arturo Pérez Reverte y Karmelo C. Iribarren.
Ahora damos un salto, aunque no sé si en realidad sería representativo, para hablar de tu faceta de autor. Una vez te preguntaron si eras un escritor que enseñaba español o un profesor que escribía y no supiste qué contestar, ahora, ¿podrías hacerlo?
Sigo sin saber contestar y ojalá no lo sepa nunca.
Como escritor de novelas, ¿qué te inspira?
Vale lo dicho más arriba, aunque aquí sí le doy la vuelta: hay mucha vida que cuadra en la literatura. Y realmente creo que, en cuestiones literarias, más que todo inventado está ya todo “inspirado”.
¿Actualmente tienes alguna entre manos?
Sí. Estoy enredado (no se me ocurre otra palabra) con una novela sobre la batalla de Arapiles, en 1812. Es la historia de dos soldados españoles que luchan cada uno en un bando y que al final del día, en medio del barro, están a punto de acuchillarse el uno al otro. Ahí arranca, cuando se insultan ambos “a la española” y se descubren compatriotas.
¿Qué determinarías como lo necesario para ser escritor?
Un papel, un boli (yo prefiero pluma), o un ordenador, algo que contar (una historia, un cuento, una anécdota, una simple frase, un sentimiento de cualquier tipo…) Parece perogrullada pero en realidad es solo eso.
Y respecto a los diccionarios, ¿cómo surgió el interés por los dichos y frases hechas?
Aunque siempre me gustó todo lo relacionado con la paremiología, realmente fue sobrevenido. Don Víctor García de la Concha, el mejor profesor que tuve en la carrera, que entonces también dirigía una sección de contenidos lingüísticos en Espasa, me encargó un diccionario fraseológico a principios de los noventa del siglo pasado. Así empezó una larga historia (interminable).
Si en este momento te encargaran un nuevo diccionario, ¿añadirías las nuevas “adquisiciones” de la RAE? ¿Cómo podemos explicar lo de “selfi” o “meme”?
Claro. Forman parte de nuestra vida cotidiana. La RAE lo ha dicho muchas veces, “vamos detrás de los hablantes, no podemos ir delante”: se recoge lo que la gente dice, lo que impone el uso. Selfi y meme designan dos realidades para las que no tenemos un término en español, como en su tiempo “fax” o “chip … O decimos “autofoto” (que suena tan ridículo como “telecopia”) y “pensamiento, imagen o chiste que se propaga por internet” o nos quedamos con los términos que utiliza el común de los hablantes. Pero esto no es nada nuevo: nuestra lengua ha evolucionado así desde sus orígenes.
¿Qué piensas de la gestión de la Real Academia respecto al tema del lenguaje inclusivo?
Estoy de acuerdo. Opino que el lenguaje “exclusivo” no existe. Creo que no se debe forzar en ningún caso la fonética, la morfología o la sintaxis para “adaptarlas” a algo que, lo siento, me parece un capricho sin sentido. La lengua ofrece herramientas suficientes para utilizarla de forma respetuosa y no discriminatoria. Tonterías como utilizar la arroba o la equis para sustituir al masculino genérico o inventar horrendos femeninos creo que consiguen lo contrario de lo que buscan: en vez de “visibilizar” (terrible palabro), contribuyen a la ridiculización.
¿Y la influencia del inglés sobre el español? ¿Nos inundarán los anglicismos?
El español, al contrario de lo que sucede con otras lenguas, como el italiano, se autoprotege bien de la entrada de anglicismos y de extranjerismos en general: tomamos (y adaptamos) lo que no tenemos.
¿Qué opinas como filólogo del lenguaje no sexista y llamémoslo “animalista”? Ser un gallina, poner la carne en el asador…
Algo dije antes sobre lo del lenguaje inclusivo: sin forzar los mecanismos de la lengua todo es admisible. Lo del llamado lenguaje “animalista” o, permíteme la broma, “vegetariano”, me parece, lo digo como lo pienso, una soberana gilipollez.
También te gusta el teatro, ¿a cuál te gustaría subir como actor?
Al Globe de Londres o al de la Comédie de París. Pero me gusta mucho nuestro Juan del Enzina, el teatro de la Universidad de Salamanca.
¿Has pensado alguna vez en escribir una obra de teatro?
Claro. Empecé hace tiempo y la abandoné. Quizá este año surja algo, al menos la idea.
Este año hemos estado de celebración, la Universidad de Salamanca ha cumplido 800 años ¿qué le dirías?
Lo mismo que le dijo el gran Alfredo di Stéfano a la pelota, y que sirvió como título para su libro de memorias: “Gracias, vieja”. Y también le diría que ahora empieza lo bueno: el trabajo para llegar al 900.
De todos estos años, ¿algún profesor en tu trayectoria que recuerdes con especial cariño?
Varios: Don Juan Andrés en el colegio, Rosa Ramajo en el instituto (no le pongo “doña” porque es amiga y porque es joven, no por otra cosa), don Víctor García de la Concha, don Antonio Llorente, don Eugenio de Bustos… No me suenan bien sus nombres sin el “don” delante.
Para seguir progresando y cumpliendo años, ¿algo que recriminar al sistema universitario?
Lo de siempre: enseñar no es contar. Enseñar es ver, hacer, hablar, discutir. En este sentido hemos retrocedido bastante. Se enseñaba mejor en la época de Fray Luis. Y conste que no es culpa de los profesores.
¿Qué opinión te merece el sistema educativo actual? ¿Darías más protagonismo a las letras?
Lo resumo con una frase que nos decía un profesor de filosofía del instituto, Maximiliano Fartos: “esta educación hacia la que caminamos va a hacer que haya personas que no sepan quién era Leonardo da Vinci y otras que no sepan cómo funciona un timbre”. Se ha cumplido su profecía. Por supuesto que daría más protagonismo a las letras: sin idiomas, sin latín y sin filosofía no hay Leonardo y no hay timbre.
Ah, un tema que se me olvidaba. Para preparar la entrevista, como no podía ser de otra manera, hemos preguntado al señor Google qué nos podía contar sobre ti y ni rastro de tu nombre en el Google Académico. ¿No escribes artículos científicos?
¿Google Académico me ignora? Alguno hay, pero poca cosa: algunas colaboraciones puntuales en gramáticas (verbos de cambio) y actas de congresos (fraseología en gramáticas antiguas). Las publicaciones son sobre todo las de creación y manuales de español como lengua extranjera. Los profesores de español para extranjeros tenemos poco tiempo para dedicarnos a la investigación.
En lo que sí que te hemos visto recientemente, o más bien escuchado, es en algunas intervenciones en La Ser o Radio Nacional. ¿Cómo surgieron estas colaboraciones?
Todo surgió a raíz de la publicación en El País de un reportaje en el que mi compañero José Antonio Sánchez Paso y yo hablábamos de refranes y dichos relacionados con la Universidad de Salamanca.
Además de esta publicación de El País, has escrito algunas en El Norte de Castilla y otros diarios, ¿por qué no en el único periódico en papel que queda en la ciudad de Salamanca (La Gaceta)? ¿No ha surgido o no estás de acuerdo con algunas de sus publicaciones?
Es curioso, pero nunca se han puesto en contacto conmigo. Nos viene bien el dicho de que “nadie es profeta en su tierra”. No estoy de acuerdo -más bien, estoy en profundo desacuerdo- con la línea editorial e ideológica del único diario en papel que nos queda en Salamanca, pero si quieren hablar conmigo, estoy a su disposición, por supuesto.
¿Crees que el lenguaje es una forma de control?
No, nunca. El lenguaje es una forma de comunicación, jamás puede ser una forma de control o de manipulación.
¿Y qué opinas como filólogo de la “literatura” (y no se si pedir perdón por el término) utilizada por VOX en su reciente programa electoral?
Lo mismo que pienso del propio partido. Son una antigualla, una ranciedad. Son ese pasado que unos y otros se están empeñando en actualizar. Ahora dicen que quieren poner el 2 de enero como día de Andalucía para conmemorar la toma de Granada. Con eso queda explicado todo.
Entonces, ¿qué importancia dirías que tiene el lenguaje en nuestras vidas?
Déjame recurrir a una frase del filósofo alemán Martin Heidegger: “Solo hay mundo donde hay lenguaje”.
Para ir acabando háblanos por favor de tu libro de cabecera. ¿De cuál te gustaría atribuirte la autoría?
Libro de cabecera, aunque suene a topicazo, El Quijote. Es el libro de libros. Todo está en él y cambia (o quizá te hace cambiar) cada vez que lo relees. Y me hubiera gustado robarle a Petrarca la autoría del Canzoniere (de hecho, lo intenté en mi novela, pero no me dejó) y a Pedro Salinas la de La voz a ti debida.
Y ahora sí que sí damos por finalizada la entrevista, pero antes, ¿te podemos pedir alguna recomendación de la literatura actual para nuestros lectores?
Sí, de literatura en español Fernando Aramburu, y no solo por Patria, y un escritor argentino, Pedro Mairal, que ha escrito una novela magnífica, de las que ya no se escriben, de esas que cuentan mucho en pocas páginas, La uruguaya. En poesía, me permito recomendar el libro de una amiga, porque es extraordinario: La lentitud del liberto, de Maribel Andrés. De literatura extranjera, dos novelas tan sencillas como grandiosas, una de un escritor italiano, Las ocho montañas, de Paolo Cognetti, y otra, que tiene ya algún año más, de una escritora estadounidense, 84 Charing Cross Road, de Helene Hanff.
Muchas gracias Alberto.
Gracias siempre a ti, un placer.