I.- LOS PROGRESOS DE NANOOK (*)

Nanook acaba de cumplir su primer año, y ya es hora de que hablemos seriamente de él. De sus progresos.

Como tiene la suerte de que todavía no acude a ninguna guardería ni a centro alguno de custodia de infantes o similares inventos modernos, la familia no tiene constancia objetiva, a través de informes académicos, de sus avances en esto de aprender a vivir, que es una asignatura ciertamente importante. Carecemos de esos pedagógicos boletines expedidos por los profesores de los centros de enseñanza que afirman, aunque escuetamente, lo de: “Fulanito progresa adecuadamente”. Así que solo nos queda nuestra particular y subjetiva observación para constatar cómo Nanook avanza (muy requetebién) en sus primeros encuentros con el mundo. A eso me he dedicado en mi última visita, y aquí hago un resumen de lo que he sacado en claro.

Veamos primero su capacidad locomotriz (para entendernos, lo de moverse por sí mismo,). Aquí ha progresado enormemente. No sólo gatea con estilo olímpico y agilidad asombrosa, sino que ha alcanzado una velocidad de vértigo. El otro día se puso en tan sólo dieciséis segundos a las puertas del salón, saliendo desde la bañera del cuarto de baño, e incluso le dio tiempo de recoger el chupete que, en un anterior viaje, había abandonado en la ruta. O sea, se mueve casi a un metro por segundo. Supera con creces la velocidad de sus papás, que, cuando le llevan en brazos, tardan en el mismo trayecto unos treinta segundos. Y, además, Nanook es capaz de sentarse en el suelo y organizar todo un concierto de movimientos y contorsiones que para sí quisiera el “Meneíto” del G. Dann o de quien sea. Por otro lado, ya comienza a erguirse y a apoyarse en cualquier mueble a su alcance, lo que le ha producido una de sus primeras frustraciones, pues no entiende por qué demonios le tenemos que privar de todo el suculento muestrario de pequeños objetos que podría coger para romperlos, o chuparlos o arrojarlos al suelo y volverlos a coger.

En lo que se refiere a la comunicación oral (lo de enrollarse hablando, dicho más rústicamente), sus avances son más que evidentes. Maneja con precisión sendos “mam-má” y “pap-pá” para referirse a sus respectivos progenitores, aunque a veces, muy inteligentemente, convierte el mam-má en algo así como cógeme, o también en un no quiero dormir o hay que ver lo que has tardado en sacarme de la cuna. Pero a mí me llaman mucho la atención otras muestras de su polivalente léxico, que utiliza con sabiduría y amplitud de miras: sobre todo el “muññgme”, el “ababbf”, el “prrrfps” y el “tatatatá”. Son medio palabras, medio frases, versátiles, que en un momento significan una cosa y en otro algo diferente. Por poner un ejemplo: en una ocasión, jugando con él en el suelo, me dijo “tatatatá” junto a unas llaves enormes de colorines, y yo entendí que decía: oye, carroza, dame ese juguete y no te quedes ahí pasmado mirándome. Pero más tarde, gateando yo junto a él (a pesar de mi artrosis en la rodilla, lo hice con cierta decencia) me soltó un “tatatatá”, que, estaba claro, significaba, “Esto es guay total, tú, cómo mola”. Parece evidente que a Nanook se le darán bien los idiomas.

En lo afectivo es muy cariñoso y algo meloso. No es muy llorón, más bien poco, pero si llora, lo hace con fundamento, como ocurre en las recetas de Arguiñano, o sea que Nanook es de los que piensan que cuando algo se hace, se hace bien. Vamos, que es un niño con personalidad.
Y como todos los bebés, manifiesta una enorme capacidad de imitación. Sin ir más lejos, ha aprendido a palmear no más alguien palmea, o a mover la cabeza en cuanto alguien se la mueve ante sus ojos. Aunque me ha confesado, en su particular idioma, que nos encuentra algo raritos cuando le hacemos tales escenas (él piensa que son cosas de la edad, de nuestra edad).

Pero su progreso más importante, su ascenso más evidente, es el de las expresiones de su carita, que no digo de angelito para que no me denuncien por cursi. Cuando su padre le hace reír y su cara tintinea de felicidad, cuando juega con él al cucu-trás y le arranca una mirada de asombro en cada aparición tras esconderse de su vista, cuando su madre le echa agua por la espalda en el baño y él chapotea con los ojos brillando de puro gozo, ahí Nanook ha llegado bien alto. Son gestos maravillosos, miradas directas, luces de ojos, sonrisas como de complicidad, sensación de vida en ascenso, en proyección, vida nueva. Si diría una señora de esas que dibuja Mingote, en esos momentos está para comérselo.

Me da la impresión de que Nanook no sólo progresa adecuadamente, sino que nos hace progresar, a todos quienes le rodeamos, desarrollándonos la ternura adecuada.


(* Diario HOY, 8/1/2011)