En el artículo de 17 de octubre de 2018 de este blog llamamos ‘lógica‘ a ‘expresar de otras maneras contenidos de lo ya dicho‘. Como ejemplo, de la definición de números naturales – números naturales son 1 y cada n+1 si n es número natural – hemos ido extrayendo algunos de sus contenidos (artículos de 27 de julio de 2017, y de 6 de junio y 17 de octubre de 2018).

Esta acción, ‘decir de otras maneras contenidos de lo ya dicho‘, conduce a que lo que así expresamos es cierto para los números naturales, verdades de los nombres que con su definición hemos creado. Por ejemplo, ‘5 es número primo‘ (artículo de 17 de octubre de 2018) es la forma que hemos elegido para decir que 5 no se puede escribir como suma de ningún número natural único repetido distinto de 1, que 5 se puede escribir como suma de solo ‘unos’, 5=1+1+1+1+1, pero no como suma de solo doses, no como 2+2+2, ni como suma de ningún otro número natural único repetido distinto de 1. Esto es verdad como consecuencia de la definición de números naturales, está contenido en lo que expresa el conjunto de palabras que la constituyen, en lo que entendemos con ellas.

Eso es todo lo que con la lógica podemos obtener: contenidos de lo ya dicho expresados de formas más convenientes. No importa de eso dicho su verdad, su falsedad, su realidad u otras características.

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La afirmación ‘todos los hombres tienen cinco brazos’ contiene que ‘el hombre Sócrates tiene cinco brazos’, que ‘ningún hombre blanco tiene solo dos brazos’, y que ‘la cantidad de brazos de cada hombre europeo es número primo’. Las tres últimas afirmaciones, y otras que se le ocurrirán al lector de entre las infinitas posibles, expresan contenidos de ‘todos los hombres tienen cinco brazos’, tenga o no esa frase algo que ver con la realidad.

Al exterior del lenguaje intentamos llegar con otra acción añadida. Consiste en expresar con él, con el lenguaje, lo más exactamente posible, describir hasta donde se pueda, lo que queramos, incluido lo que percibimos como realidad, como verdad del exterior, sea lo que sea lo que ambas palabras, realidad y verdad, signifiquen. Una vez incorporado al lenguaje la verdad, la realidad, lo que percibimos, lo que imaginamos, lo que deseamos, lo que soñamos, lo que inventamos,…, lo que sea, ya podemos aplicar la lógica a ese lenguaje. Los contenidos que por ella hagamos más visibles son propiedades de lo dicho. Que sean propiedades de lo externo depende de la exactitud con que lo hayamos incorporado al lenguaje.

La frase ‘todos los hombres tienen cinco brazos’ no refleja lo que percibimos como real. La frase  ‘todos los hombres tienen dos brazos’ parece que sí, pues es experimentalmente comprobada por casi todos. ‘Casi’, porque puede que alguien tenga un amigo sin un brazo. Y es que la eficacia del traslado al lenguaje de lo que llamamos real depende, desde luego, de nuestra capacidad para utilizar el lenguaje, pero también del grado de exactitud con que percibamos lo que queremos trasladar a él.

Una forma de intentar incorporar el exterior al lenguaje es crear con definiciones objetos ideales que se parezcan a los del exterior. ‘Objetos ideales‘ significa aquí objetos creados por definiciones. Los contenidos de esas definiciones que con la lógica descubramos son propiedades de los objetos con ellas creados. Y son propiedades de lo exterior en el grado en que los objetos ideales se parezcan a ese exterior.

La física y la ingeniería utilizan ese procedimiento. De ahí la necesidad de comprobar que las propiedades que deducen de los objetos creados por el lenguaje coinciden con las de los que se perciben como reales. Si no se da esa coincidencia, el objeto ideal no se parece lo suficiente al que pretende representar. Entonces se modifica el objeto ideal, se crea otro para seguir deduciendo y comprobando propiedades.

Este es un método para intentar conocer. A pesar de su artificiosidad, los resultados lo revelan el más eficaz de que disponemos hasta ahora para interpretar el mundo, para utilizar lo que nos ofrece y para intentar crear lo que no.