En el año 2018 los profesores Eduardo Azofra y Emilio Gil presentaron el libro (y la exposición asociada) titulado “De vítores y letras”, publicado por la Universidad de Salamanca con motivo de la celebración de su VIII Centenario. Fue una obra colectiva monográfica en la que analizaron “el origen, evolución y significado del Vítor universitario de Salamanca,…, motivo que puebla muchas de las fachadas del casco histórico de la ciudad del Tormes”.  En ella se  recoge información de enorme valor sobre el pasado, presente y futuro del vítor histórico, sobre lo que representa en nuestra historia académica. No mucho después caía en mis manos el libro “Origen” de Dan Brown y no salía de mi asombro al ver la desviación en el concepto del vítor que allí se describe y por tanto cuán necesario es difundir información correcta sobre lo que realmente representa. Porque el vítor es un símbolo de la Universidad de Salamanca, unido a ella de tal forma que cuando se encuentra un vítor en otras universidades (especialmente hispanoamericanas) tenemos claro que algún doctor salmantino ha pasado por esa ciudad y ha dejado así su huella. Para los que amamos la figura del vítor y queremos defenderla y propagarla por el mundo la obra de Azofra y Gil es un trabajo magnífico que a todos recomiendo.

De su lectura se desprende la antigüedad y la simbología de esta tradición. Recuerdo entonces haberle comentado al profesor Azofra cómo logramos implantar la tradición centenaria del uso del vítor en una facultad moderna, como fue la Facultad de Economía y Empresa, que no se creó hasta los años noventa y no dispuso de un edificio propio, su ubicación actual en el edificio FES, hasta 1994. Creemos que esta adaptación de la tradición a los nuevos tiempos y a las nuevas disciplinas fue a su vez el inicio de la tradición del resto de titulaciones con las que compartimos edificio (salvo Filosofía, que llevaba ya años en su anterior ubicación). Así pues, en este escrito expresamos negro sobre blanco la historia de cómo se implantó el uso del Vítor en la Facultad de Economía y Empresa en el año 2003, aunque en sus paredes se hayan impreso los vítores de personas que habíamos defendido la tesis con antelación (hay incluso un vítor de los años ochenta, que lógicamente no se estampó en esa fecha dado que el edificio FES ni tan siquiera existía).

Pero vayamos despacio y revisemos la historia. Imaginen una niña en plena instauración de la democracia en España, con su pelo corto, ojos grandes y la mente despierta ante cualquier estímulo que despierte su curiosidad. Tiene nueve años y es de las primeras veces que pasea sola por el casco histórico de la ciudad. Esta niña entra por primera vez (que ella recuerde) en el Palacio de Anaya y se ve presa del efecto Stendhal, las enormes columnas neoclásicas de la fachada, el imperioso claustro; pero su admiración sigue creciendo al ver representados en sus paredes unos detrás de otros hasta sumar varias decenas unos símbolos que no conoce pero que la atraen enormemente. Con variaciones en su tipografía o su orden, estampados en rojo sangre sobre la piedra de Villamayor se repiten siempre los mismos símbolos, acompañados por una fecha y el nombre de una persona. Le parece algo monacal, espera que no sean fechas de difuntos, no correspondería en una facultad de letras, pero quién sabe.

La duda la acompañará hasta que llegue a casa, donde su padre le explicará el significado. Escrito con sangre de toro, sobre las fachadas de piedra de Villamayor, grana y oro, sangre y arena, los doctores universitarios celebraban, en los orígenes de la Universidad de Salamanca, la lectura de su tesis o la obtención de su plaza imprimiendo sus nombres en las paredes de los edificios universitarios junto a las letras que reflejan su victoria: V, I, C, T, O, R. Víctor, o vítor, será el nombre que reciban y que coincide con la proclama con la que se cierran todas las celebraciones académicas protocolarias en la Universidad de Salamanca.

Esta imagen acompañará muchos años a quien esto escribe. No como un objetivo de su vida, no como algo que le marque su camino, de hecho nunca piensa en la Universidad como salida profesional. Hasta que la invitación de un profesor se cruza en su camino para volver a la universidad y un día, muchos años después de esa visita al Palacio de Anaya, cuando acaba de defender la tesis, en 1999, esa imagen de la infancia se reaviva y decide que aunque no haya tradición en la Facultad de Economía, como doctora por la Universidad de Salamanca, ella también tiene derecho a ver representado su vítor, su pequeña victoria tras años dedicados exclusivamente a una investigación tan exigente. La tradición del vítor seguía viva en la Facultad de Filología, en la antigua Facultad de Derecho, en Medicina,… ¿Por qué no sumarse a ella las nuevas facultades?

Su primer intento no sería fructífero. El decanato de la Facultad de Economía y Empresa no aprueba su petición y el tema queda aparcado hasta que se elige a un nuevo decano en el año 2004. Esta vez encontrará las puertas abiertas así como a un compañero que se entusiasma con la idea. Juntos darán los primeros pasos: recoger los nombres de aquellos doctores en Economía que deseen tener su vítor, identificar en qué lugar del edificio se deben acoger los vítores y localizar a un pintor especializado. Los cuatro primeros solicitantes y primeros vítores impresos en nuestro edificio FES serán los de ese compañero y amigo, Carlos Vacas (RIP), por su tesis defendida en 1998, la proponente, Esther del Brío, por su tesis leída en 1999, así como dos personas cercanas, Arantxa Sulé (1998) y Javier Perote (1999), esto dos últimos doctores por la Universidad de Salamanca que trabajaban en la Universidad de León y la URJC, respectivamente. Más nombres se sumarán a esta primera petición y un largo número de doctores habrán de seguir solicitando su vítor años tras año. La pared más alta del edificio departamental del FES, construida en piedra de Villamayor, acoge así desde el 2004 decenas de vítores. Una enorme pared que surca hasta los 20 metros, como ven en la fotografía, retando al pintor, habitualmente Valentín Gómez, que cada vez tiene que poner un andamio más alto para poder continuar su obra o buscar zonas próximas a las escaleras colgantes o los accesos a las diferentes plantas.

A cualquier visitante que llegue a nuestra facultad, a cualquier joven estudiante que quiera iniciar sus estudios con nosotros, les reciben, imponentes, nuestros vítores. Vítores que hablan de tradición, de historia, de nuestra Universidad, de nuestra ciudad. Porque como bien decían Azofra y Gil “el Vítor pasa a convertirse en una tipografía pública, autóctona y vernácula, con la que se llega a identificar tanto a la Universidad como a la ciudad de Salamanca”.

Como ven aunque los primeros vítores se pintaron en el 2004 para doctores que habían leído la tesis en el curso 1998-99, más adelante se han incorporado los vítores de doctores anteriores, siendo el más antiguo de 1982, y es que ciertamente cualquier Alumni de nuestra universidad que haya leído su tesis en Economía con anterioridad también puede aún solicitar que su vítor sea plasmado en nuestro lienzo. Porque la satisfacción de tener un vítor es enorme para todos los salmantinos, pero es también un sueño para alumnos de doctorado que vienen desde cualquier lugar del orbe, muy especialmente desde Hispanoamérica, y descubren que ellos también pueden entrar a forma parte de la historia “de vítores y letras” de la Universidad de Salamanca.

Espero que les haya gustado esta historia sobre cómo se pintaron los primeros vítores de este hermoso mosaico de sabiduría que representa el lienzo de vítores del edificio FES. Deseando que sean muchos los doctores que sigan  esta tradición y sigan creando, entre todos, más universidad y deseando que los doctores de Alumni USAL que lean esta historia se animen a conseguir su Vítor, acabamos estas líneas como acabamos cualquier acto académico de nuestra universidad.

“Universitas Studi Salamantini”

“Vítor”

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