Cerca de Alba de Tormes, en Carpio- Bernardo, en el paraje llamado “la peña de la traición”, se encuentra lo que queda del Castillo del Carpio que por estar a punto de desaparecer está incluido en la lista roja del patrimonio. En la armería del Palacio Real, en Madrid, está la espada de nuestro héroe legendario, la que Carlomagno regaló a Roldán.

Y en la Plaza Mayor, en las enjutas del pabellón de San Martín, un medallón nos recuerda al que venció a Roldán y a los Pares de Francia en la batalla de Roncesvalles.

“Mala la hubisteis franceses, en esa de Roncesvalles…”

Ese estribillo canta un labrador en el capítulo del Quijote en que el ingenioso hidalgo y Sancho entran en El Toboso.

También recoge la exclamación el salmantino Ventura Ruiz Aguilera en un precioso cuento en forma de poema en 1849:

-Cuéntame una historia abuela.
-Siglos ha que con gran saña
Por esa negra montaña
Asomó un Emperador.
Era francés y el vestido
Formaba un hermoso juego;
Capa de color de fuego
Y plumas de azul color.
-¿Y qué pedía?
-La Corona de León.
Bernardo, el del Carpio, un día
Con la gente que traía
-“Ven por ella”, le gritó
De entonces suena en los valles
Y dicen los montañeses
-.¡Mala la hubisteis franceses,
En esa de Rocesvalles!

Nos lo cuenta la Crónica General de Alfonso X. Bernardo del Carpio, sobrino de Alfonso II Rey de Asturias, venció a Roldán, sobrino de Carlomagno, en la batalla de Roncesvalles.

Su historia también se narra en el Romancero viejo: El Rey está contrariado por el amor de su hermana hacia el Conde de Saldaña que imposibilita el matrimonio de conveniencia que planea. Como desquite, encierra al Conde en un castillo y a su hermana en un convento. Al hijo de ambos, Bernardo del Carpio, se lo oculta. Pero cuándo el valiente Bernardo lo averigua, clama así:

Bastardo me llaman, Rey,
siendo hijo de tu hermana,
tú y los tuyos lo dicen,
que ninguno otro no osaba,
cualquiera que de tal dicho
ha mentido por la barba
que ni mi padre es traidor
ni mala mujer tu hermana
que cuando yo fui nacido
ya mi madre era casada…

En la colección de medallones de la Plaza Mayor, algunos sobran y otros se echan en falta, pero entre los que ocupan un lugar por derecho propio, está Bernardo del Carpio, protagonista de hazañas que fueron dignas de un Cantar de Gesta y héroe cuyas virtudes cantadas por juglares y trovadores, sirvieron de modelo caballeresco en la edad media.

 

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Bernardo del Carpio, obra de Alejandro Carnicero, año 1733-34