Manuel Godoy, último valido del antiguo régimen, tuvo una carrera meteórica. En menos de tres años pasó de ser cadete de la Guardia de Corps  a finales de 1788 cuando tenía 21 años, a ser Teniente General y jefe supremo de la Guardia de Corps a mediados de 1791, cuando tenía 24 años.

Además, el Rey Carlos IV lo hizo entre otras muchas cosas, Duque de Alcudia con Grandeza de España y le impuso el Toisón de oro.

Cayó en desgracia a finales de siglo, pero enseguida fue llamado otra vez en 1800, esta vez con el título de Generalísimo, que se estrenaba como tal en la historia de España.

El vilipendiado Godoy fue sin embargo un hombre  próximo a las ideas de la Ilustración. Por lo que se refiere a Salamanca, se había enfrentado a la Inquisición arrebatándole la causa que se instruía contra el profesor  Ramón de Salas y avocándola al Consejo de Castilla. Gozó de la simpatía de poetas, artistas e intelectuales ilustrados como el afrancesado Juan Meléndez Valdés, también catedrático en Salamanca,  casado con la salmantina María Andrea de Coca y autor de “La flor del Zurguén”.

Hizo Ministro a Jovellanos y desarrolló un programa político ilustrado  y fue llamado despectivamente “amigo de filósofos”.

Fue Regidor Perpetuo de Salamanca y Conservador de la Universidad, en aquella Salamanca de la “Arcadia Salmantina” de la Escuela poética de Salamanca.

Tuvo Godoy su medallón en la Plaza Mayor. Estaba en un arco del pabellón de San Martín próximo a la calle del Prior. Se instaló el 25 de agosto de 1806 cuando ya era Príncipe de la Paz y Meléndez Valdés presenció el acontecimiento de inauguración desde su balcón del nº 48 de la Plaza Mayor, casa propiedad de la Universidad que tenía alquilada.

Pero ya por entonces la animadversión hacia el favorito era grande y el mismo día de la inauguración hubo protestas y el medallón fue embadurnado. El 22 de marzo de 1808, al caer definitivamente en desgracia, los estudiantes exigieron al Gobernador que se eliminara el medallón de la Plaza y así se hizo.

Después, los medallones de Carlos IV y María Luisa de Parma fueron retirados por los liberales y más tarde el de Alfonso XIII por la II República. El año 2005 se restituyó a los reyes Carlos IV y Alfonso XIII, y se añadió una alegoría de la I y la II República. Además se incorporó al rey Fernando VII, pero no a Godoy.

Godoy vivió un largo y solitario exilio. De 1813 a 1851 en que murió con 84 años. Desde 1819 se estableció en París, en el bulevar de los italianos, en una buhardilla. Dicen que paseaba por las Tullerías y antes de recogerse tomaba unas copas en la taberna de Madame Monique con albañiles y cocheros.

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Enjuta en la que estuvo Manuel Godoy

En ese tiempo escribió sus memorias en las que dejó dicho: “A nadie hice mal, ni a mis propios enemigos. Las fortalezas y castillos no encerraban a ninguna víctima, no había presos de Estado. Hasta la misma Inquisición tenía vacías sus cárceles. La paz reinaba en todas partes”. Mientras tanto, sus bienes, que habían sido expoliados, sufrirían un largo proceso judicial que ganó poco antes de morir y por cuya ejecución lucharon infructuosamente sus herederos hasta que  en tiempos de la 1ª República fueron nacionalizados por Decreto de Emilio Castelar de forma ilegal.

“Ay! ¡que tierra! ‘que hombres! La calumnia, la vil calumnia, el odio, la execrable envidia, el celo falso, la ignorancia han hecho aquí, lo sabes, su manida, y contra mí infeliz se han conjurado”. Esto escribió quejándose de su suerte el poeta Meléndez Valdés y bien podría aplicarse hoy a la vista de la nueva historiografía, al denostado Manuel Godoy Álvarez de Faria, cuyo medallón sufrió los odios de la primera guerra civil del siglo XIX.