El Diccionario de la Lengua Española dice que ‘nombre‘ es cada “palabra que designa o identifica seres animados o inanimados“. La clase de seres a los que identifica cada nombre lo caracteriza. Cuando decimos ‘mujer‘ no pensamos en la palabra ‘mujer‘ sino en el ser que designa. Los nombres nos encaminan a lo que identifican. Y, a su vez, lo que identifican es lo que caracteriza al nombre, a la palabra.
Muchos nombres designan a más de una clase de seres. ‘Piedra‘ a cada trozo de mineral, pero también a cada granizo grueso. Sin embargo, al oír la palabra piedra pensamos en un trozo de mineral, no en granizo. Pensamos en una clase principal de seres, que es la que nos sirve para caracterizar el nombre, la palabra.
Hay nombres que designan cualquier ser. Por ejemplo ‘ser‘ y ‘ente‘. Esas palabras quedan caracterizadas también por los seres que designan, por designar a cualquier ser.
Los números naturales son nombres que pueden designar a cualquier ser. No lo hacen como ‘ente’ o ‘ser’, sino que solo designan los seres que desee quien, en cada momento, en cada situación, utiliza los números. Podemos nombrar con ellos ciclistas, plantas de un edificio o pétalos de una flor.
Esa total versatilidad impide caracterizar cada número por el ser que nombra. Lo que distingue a los números naturales de otros nombres, lo que sirve para identificarlos, es la relación entre ellos: que a partir del nombre ‘1’ de cada nombre sabemos cuál es su siguiente. ‘Dos’, ‘2’, solo significa ‘el siguiente de uno’. Ocho, ‘8’, solo ‘el siguiente de siete’. Pero cuando decimos ‘ocho’, ‘8’, se pone en marcha en nosotros el mismo mecanismo que para el resto de los nombres. No pensamos en la palabra ‘ocho’, sino que buscamos lo que designa. Y al no encontrar un ser concreto o principal al que se refiere, tratamos de imaginarlo, de suponerlo, sin llegar a nada concreto. Y decimos de los números que son conceptos, entes, ideas… Palabras cuya ambigüedad conduce a ese mundo externo, superior, en el que a veces se sitúan.
Cada número natural es un nombre caracterizado por su relación con el resto de los nombres que llamamos números naturales, un nombre y el siguiente de cada número natural. Esa relación los dota de su gran utilidad. Con ellos numeramos, que es como llamamos a nombrar con números naturales. Numerar conjuntos de naranjas permite saber la cantidad de cada uno, compararlos. Si la cantidad de un conjunto es múltiplo de siete, sabemos que podemos distribuir sus naranjas en partes iguales entre siete personas sin que sobre ninguna. Si las plantas de un edificio están numeradas y vamos a la quince y el ascensor indica 6, sabemos que no hemos llegado a nuestro destino, y que tenemos que subir, no bajar. Y si la última es la veinte, sabemos que esa es la cantidad de plantas del edificio. Eso si el que las numeró no evitó el trece, como ocurre a veces.
Y es que los números, las matemáticas, como el resto del lenguaje, sirven para comunicarnos, para conocer, para hacer… Su utilidad, su eficacia, también como la del resto del lenguaje, dependen del conocimiento que de ellos tenga el que los emplee y de su ingenio para utilizarlos.