De expresiones de contenidos idénticos decimos que son equivalentes. ‘Hijas del mismo padre y de la misma madre’ y ‘hermanas de padre y madre’ son equivalentes. Formas de decir lo mismo.

‘Niego que no tengo dos euros’ equivale a ‘tengo dos euros’. Llamamos doble negación a esa forma de decir, ‘niego que no…’. Las dobles negaciones equivalen a afirmaciones. Con ‘voy de camino’ decimos lo mismo que con ‘niego que no voy de camino’, aunque de manera más sencilla.

Llamamos contradicción a cada expresión formada por dos, una negación de la otra, como ‘lo sé y no lo sé’. Negando una resultan las dos equivalentes. ‘Lo sé y niego que no lo sé’ dice ‘lo sé y lo sé’.

Suele considerarse que las contradicciones carecen de significado. Desde luego con algunas así ocurre, como con ‘5 es número primo y no lo es’. Tampoco parece posible entender algo con ‘lo sé y no lo sé’. Pero el lenguaje es mucho más flexible de lo que puede sugerir lo expuesto hasta aquí. El contenido de lo que se dice suele depender también de lo dicho antes y de lo que decimos después. Con ‘lo sé y no lo sé’ a veces expresamos que un poco sabemos de eso, aunque no todo. ‘Soy bueno y no soy bueno’ se utiliza en ocasiones para decir que aunque ser bueno es nuestro objetivo, no siempre lo somos. Habilidades del lenguaje.

Hay contradicciones más o menos camufladas. ‘Es un ser eternamente omnipotente’ es una. Resulta que ese ser no puede hacerse a sí mismo impotente, pues dejaría de ser omnipotente eternamente. No tiene poder para hacerse impotente; no es, por tanto, omnipotente. Son las paradojas. Asombran porque no es inmediato descubrir que lo son, que carecen de contenido. Pero se trata solo de juegos con el lenguaje. Porque sí podemos expresar con él lo que parece imposible decir. Bastaría en este caso aclarar que ‘eternamente omnipotente’ significa aquí que ese ser lo puede todo excepto eliminar su omnipotencia. O algo parecido. Lo importante para entender es precisar el contenido de lo que se dice. Y eso siempre parece posible. Si no se encuentra un nombre para algo se puede utilizar uno próximo y afinar su significado con aclaraciones.

Algunas formas contradictorias expresan realidades. Como a las dos de la mañana de un jueves en España es miércoles en América, ‘es jueves y no es jueves’ al mismo tiempo. Y en un mismo sentido: el jueves sigue al miércoles en España y en América.

Que algo puede ser y no ser al mismo tiempo ya lo expresó Aristóteles con “nada puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido”. Lo que se ha venido llamando principio de no contradicción. Nunca pareció estar del todo claro qué es lo que trataba de identificar con ‘en el mismo sentido’. Pero, si necesitó añadirlo, es que consideraba que algo sí puede ser y no ser al mismo tiempo.

Lo dicho hasta aquí quizá interese como reflexión, pero no es imprescindible para emplear el lenguaje. Todos lo utilizamos sin rigidez. Es lo que ya se sabe y las aclaraciones que se necesiten junto a sus otros recursos lo que determina el contenido de lo que se dice. Así está hecho y así lo utilizamos. A los ordenadores se lo enseñamos de esa forma. Por lo que se les ha venido diciendo entienden en notable grado lo que les decimos. Lo han ido aprendiendo y siguen haciéndolo casi como nosotros. En eso consiste la inteligencia artificial. Y eso hacen los teléfonos móviles cuando responden a nuestras preguntas. Tienen en cuenta los significados anteriores para delimitar los actuales, para entender y decir en cada momento. Y así continúan aprendiendo. Incluso se corrigen cuando les seguimos hablando. Y piden aclaraciones.

Volviendo a las contradicciones, como hemos visto, tampoco son inflexibles. Unas carecen de significado; otras, ayudadas por el contexto, contribuyen a determinar lo que se dice; y las hay que describen realidades. Su versatilidad, como la del resto del lenguaje común, es otra herramienta eficaz para fijar contenidos. No es fácil por eso descubrirles leyes generales o principios, siempre rígidos. El de ‘no contradicción’ parece ir quedando para designar el hecho de que las dobles negaciones equivalen a afirmaciones, que ‘niego que no…’ es ‘sí…’. De considerarse un conocimiento necesario anterior a todo otro conocimiento, va pasando a ser una equivalencia más del lenguaje. Si ‘principio’ permanece para nombrarla, cada vez más es solo con valor histórico, como un ejemplo especialmente notable de la autoridad de la filosofía griega en Occidente.