Hace unos meses dejé en este blog un artículo sobre la primera vacuna de la historia, la de Edward Jenner contra la viruela. Terminaba mi relato mencionando la contribución de España a la propagación de la vacuna mediante la Expedición Filantrópica del doctor Balmis. Este viaje tuvo la finalidad de llevar la vacuna gratuitamente a todos los territorios españoles de Hispanoamérica y Filipinas, donde estaban apareciendo muchas epidemias de viruela. La Expedición estuvo auspiciada por el rey Carlos IV, que destinó fondos públicos para la empresa y se llevó a cabo durante nueve largos años (1803-1812). Hoy me gustaría narrar esta epopeya humanitaria, posiblemente la más grande de la historia de la medicina; una hazaña a la que los españoles no le hemos dado la importancia que se merece, ni hemos reparado en las circunstancias humanas, a veces trágicas, que la rodearon. Sin duda el Dr. Francisco Xavier Balmis fue la persona más importante, como director que era de la Expedición, pero su figura ha sido ya suficientemente enaltecida. Me gustaría, esta vez, destacar la labor del olvidado subdirector, el Dr. Salvani, así como del resto de médicos y enfermeros de la Expedición, sin olvidar a los niños portadores de la vacuna. Sin los sacrificios anónimos de todos ellos, la vacuna no habría podido llegar a lugares tan lejanos.
INTRODUCCIÓN EN ESPAÑA DE LA VACUNA CONTRA LA VIRUELA 1
En 1788 Jenner había descubierto que la inoculación del pus de la viruela benigna de las vacas prevenía contra la viruela humana maligna. Sus resultados se extendieron rápidamente por toda Europa. En España, las primeras vacunaciones las realiza Francesc Piguillem en Puigcerdá en 1800, usando fluido vacuno que había hecho traer de París. El éxito de estas primeras vacunaciones animó a distintos médicos que siguieron su ejemplo por Cataluña. Por su parte, Ignacio de Jáuregui e Ignacio Ruiz de Luzuriaga, médicos de la familia real, vacunan en Aranjuez y Madrid. También se extiende la vacunación en Vascongadas y Navarra. En esos primeros años se publican ya varios opúsculos sobre la conveniencia y procedimiento de la vacunación, pero el texto definitivo llegó cuando Balmis en 1803 da a la imprenta la traducción del libro Traité historique et pratique de la vaccine, de Jacques-Louis Moreau de la Sarthe (1801). De este tratado llevaría Balmis 500 copias en su Expedición, con el fin de irlas repartiendo por las distintas Juntas de Vacuna que iba a crear en las poblaciones por las que iría pasando.
PROYECTOS PARA LA EXPEDICIÓN
La familia borbónica sentía gran terror por la viruela, ya que alguno de sus miembros había fallecido por la enfermedad, incluso la hija de Carlos IV, la infanta María Luisa, la había sufrido, aunque consiguió superarla. Estos miedos del rey, junto con las noticias alarmantes que llegaban de brotes de viruela en América, principalmente en los Virreinatos de Santa Fe de Bogotá y del Perú, hicieron que Carlos IV y sus médicos de Cámara pensaran en la posibilidad de llevar la vacuna a los territorios de ultramar. Con este fin, el Consejo de Indias encarga la redacción de un proyecto para una expedición humanitaria que llevase la vacuna a América y Filipinas. Ese proyecto lo elaboró el médico José Felipe Flores, que conocía América porque era oriundo de Guatemala. Proponía que la Expedición saliera de Cádiz en dos barcos que llevarían algunas vacas con viruela vacuna, niños para hacer vacunaciones brazo a brazo y pus vacuno entre dos cristales por si no prendía la vacuna en los niños. Al final, se decidió que fuera el proyecto del Balmis y no el de Flores, el que se llevara a cabo, que proponía un barco con un solo director. El líquido vacunal se transportaría a América con niños que conservarían la vacuna durante la travesía pasándola de brazo a brazo cada 10 días, pero sin incluir vacas infectadas con viruela bovina en la Expedición.
INTEGRANTES DE LA EXPEDICIÓN 1,2
El proyecto de Balmis se fue perfilando cada vez más y el rey le otorgó libertad para elegir el personal que debía acompañarle, así como la elección del barco y del material que tenía que llevar consigo en tan ambicioso viaje. La Expedición estaría formada por los siguientes médicos, enfermeros y niños.
Director: Francisco Xavier Balmis y Berenguer. Había nacido en Alicante el año 1753 de una familia de cirujanos, de la que heredó la vocación de médico. Con 21 años obtuvo el grado de licenciado en Cirugía en 1774. En 1779 ingresa en el cuerpo de Sanidad Militar y participa en el bloqueo de Gibraltar. Después es destinado con su regimiento a América, a luchar contra los ingleses en el Caribe. De 1783 a 1791 Balmis permanece en distintas ciudades americanas ejerciendo como cirujano y dedicado a ampliar sus investigaciones sobre botánica médica. En enero de 1792 regresa a España y se establece en Madrid, aunque realizará nuevos viajes a América, principalmente a Méjico. En 1801 Balmis está en Madrid y es uno de los defensores de la vacunación traduciendo el tratado sobre la vacuna de Moreau de la Sarthe. Podríamos decir que era un hombre altruista, perseverante, meticuloso y muy trabajador, con grandes dotes de organización y con la ilusión de alcanzar el honor de ser el primero en llevar la vacunación masiva a América y Filipinas. Esta personalidad única fue la clave del éxito de la Expedición. En agosto de 1803 se le nombra director de la Expedición y comienza a hacer rápidamente todos los preparativos.
Subdirector: José Salvany y Lleopart. Nació en 1778 en Barcelona, estudió en el Real Colegio de Cirugía de Barcelona y en 1999 ya era licenciado en Cirugía. Comenzó la carrera militar y estuvo destinado en algún batallón como cirujano, pero la dureza del ejercitó no le sentaba bien, dada su delicada salud, llegando a pedir la excedencia o el traslado a algún hospital sin tantas inclemencias del tiempo. Embarca en la Expedición con 26 años, alimentando la esperanza de que los climas de Canarias y del Caribe le sentarían bien a su quebrantada salud, lo que sería cierto en las primeras jornadas de la Expedición, pero se revelaría como fatal cuando Salvany se convierte en el encargado de la Subexpedición por América del Sur. Las vacunaciones en las zonas andinas le resultaron especialmente duras, sufriendo de mal de altura, fiebres tercianas, vómitos y posiblemente inicio de tuberculosis. Muere en Cochabamba el 21 de julio de 1810 a la edad de 33 años, siendo enterrado en la iglesia de San Francisco. Muere olvidado, pero no hay duda de que fue un hombre valiente y bondadoso, se responsabilizó de la misión titánica de recorrer miles de kilómetros a pie vacunando poblados en zonas inaccesibles, aun siendo consciente de que su salud empeoraba y que se le acercaba la muerte. Un héroe, un mártir de su humanismo y de su vocación médica que trataba de salvar, a toda costa, las vidas que se cobraba la viruela.
Médicos ayudantes: Manuel Julián Grajales y Antonio Gutiérrez Robledo. Grajales había nacido en la provincia de Toledo y se había licenciado como médico cirujano en el Colegio de San Carlos de Madrid. Era de carácter reservado y estuvo más directamente a las órdenes de Salvany, ayudándole en los viajes por América del Sur. Gutiérrez Robledo también estudió en el Colegio de San Carlos, licenciándose en medicina y cirugía y antes de ser elegido para la Expedición sirvió en el Ejercito; estuvo directamente a las órdenes de Balmis, al que acompañó a Méjico y Filipinas.
Practicantes-cirujanos: Francisco Pastor y Balmis y Rafael Lozano Pérez. Francisco Pastor era sobrino de Balmis y tenía experiencia en las vacunaciones por haber ayudado a su tío en Madrid. Rafael Lozano era cirujano titulado y también tenía experiencia en la inoculación de las vacunas.
Enfermeros: Basilio Bolaños, Antonio Pastor y Pedro Ortega. Tenían una formación práctica y habían colaborado en las vacunaciones realizadas en Madrid. Su misión era la de asistir a los médicos y practicantes y velar por la salud de los niños durante las travesías en barco y las marchas en tierra. Los tres estaban casados. Al finalizar la Expedición, Bolaños se encontraba en Buenos Aires a la espera de volver a la Península. Antonio Pastor regresó a España con su mujer, pero quedó olvidado. Pedro Ortega tenía dos hijos que habían quedado huérfanos de madre y Balmis pide a las autoridades españolas que se les ayude.
Cuidadora de los niños: Isabel Zendal y Gómez. Isabel era la Rectora de la Casa de Expósitos de la Coruña. Consciente de las dificultades que los niños soportarían durante los viajes, acepta ir en la Expedición como enfermera para atender maternalmente a niños tan pequeños (de 3 a 9 años) que, sin su presencia, habrían estado solamente en contacto con los oficiales y los rudos marineros. Lleva consigo a su hijo adoptivo, Benito. Su labor fue uno de los pilares de la empresa, ya que de la salud de los niños dependía el éxito de la Expedición; llevaban en sus brazos el material más precioso, la linfa de la vacuna, que había de trasplantarse en América. La dedicación de Isabel a los niños durante días y noches fue extenuante, los niños se mareaban en los barcos, lloraban de miedo en las tempestades y no soportaban el tedio de las navegaciones. Isabel les calmaba y les entretenía con algunos juguetes. Cuidó de los 22 niños que salieron de la Coruña hasta que se quedaron definitivamente en Méjico capital, pues, aunque estaba previsto su repatriación a España ésta no fue ya posible. También se hizo cargo de los 26 niños que viajaron desde Acapulco a Filipinas. Finalmente regresó con estos niños a Méjico y ella se estableció en Puebla y ya no volvió a la península. Estos días su figura ha tenido el reconocimiento que merecía, al dar su nombre al hospital que la Comunidad de Madrid ha creado con motivo de la pandemia del coronavirus. La OMS ha reconocido también su labor al considerarla la primera enfermera en misión humanitaria internacional en la historia de la salud pública.
Los niños vacuniferos (que portarían el líquido vacunal). Sin duda los niños fueron los protagonistas de la Expedición, ya que de ellos dependía el mantener el suero en sus pequeños brazos durante las travesías. Balmis decidió que fuesen niños los portadores, porque todavía no habrían sido infectados de viruela humana y porque la vacuna prendía bien en niños sanos. La técnica prevista era inocular la vacuna el primer día a dos niños (por si fallaba en uno tener otro en prevención), y a los diez días, cuando los granos estuvieran frescos, pasar el exudado a otros dos niños, y así hasta completar la travesía prevista (Figura 1). La inoculación consistía en hacer una pequeña incisión en el brazo del niño con una lanceta y depositar allí el suero vacunal. Transcurridos unos días, aparecían unas vesículas benignas y el niño se curaba.
PREPARATIVOS DE LA EXPEDICIÓN
Una empresa de tal magnitud requería una enorme financiación por parte de la Hacienda Pública. Balmis en persona se encargaría de todos los preparativos: elegir los niños adecuados, obtener la vestimenta y los alimentos, dotar de un botiquín a la Expedición, fletar el barco más idóneo y buscar el capitán y la marinería. La gestión más difícil fue encontrar los niños portadores. La dificultad residía en que los padres no estaban dispuestos a ceder sus niños a una empresa tan peligrosa, por lo que se pensó en llevar niños expósitos, niños abandonados que eran atendidos en orfanatos, con la condición de que la casa real les proporcionaría trajes, comida y todo lo necesario hasta que fueran mayores. Balmis trató de encontrar niños en Madrid, pero había reticencias a dejarlos para la travesía, pero sí consiguió niños que le acompañarían hasta La Coruña y luego volvieran a Madrid. El 7 de septiembre de 1803 Balmis sale con estos niños madrileños y todo el material necesario hacia La Coruña.
Sería en la Casa de Expósitos de la Coruña donde Balmis encontraría más facilidades para buscar niños para la Expedición, aunque se tuvo que recurrir también a traer niños del Hospicio de Santiago de Compostela, hasta completar los 22 que Balmis calculaba como necesarios para la travesía atlántica. También fue difícil fletar un barco que reuniera las condiciones necesarias, finalmente se contrató la corbeta María Pita (Figura 2). Esta embarcación les llevaría hasta Méjico y retornaría a España. Los barcos que hicieran falta en América y Filipinas se contratarían en los lugares respectivos, lo que supuso un constante quebradero de cabeza para Balmis.
EXPEDICIÓN CONJUNTA Y SUBEXPEDICIÓN DE BALMIS POR AMÉRICA SEPTENTRIONAL 1,3
La Expedición zarpa del puerto de la Coruña el 30 de noviembre de 1803. Diez días después arriban a Tenerife, que era la primera escala prevista, donde se les dispensa una buena acogida. Se realizaron vacunaciones masivas en las Islas Canarias y un mes después la Expedición emprende la travesía del Atlántico hasta Puerto Rico (Figura 3).
En la isla caribeña, el recibimiento fue bastante frío, pues el Dr. Oller, médico de la Isla, ya había conseguido la vacuna de la cercana isla inglesa de Saint Thomas. Transcurridas unas semanas abandonan Puerto Rico y los expedicionarios, a bordo de la María Pita, navegan hacia el puerto de La Guaira en Venezuela. Debido a las malas condiciones de la mar se tuvo que hacer un desembarco de emergencia en Puerto Cabello, que distaba bastante de Caracas. Allí se les estaba aguardando con expectación, pero tardaron diez días en desplazarse a pie hasta Caracas. Se realizaron las vacunaciones en Caracas y se erigió la primera Junta de Vacuna de América.
Llegó la noticia de que se había desatado una epidemia de viruela en Nueva Granada (Colombia), por lo que Balmis decidió dividir la Expedición en dos partes, una dirigida por Balmis iría a extender la vacuna por América Septentrional y la otra, al mando de Salvany, iría a vacunar por la América Meridional. La Subexpedición de Balmis se dirige primero a La Habana, allí se da cuenta de que la vacunación ya está realizada por el médico Tomás Romay y decide partir para no perder más tiempo. La Expedición sale de La Habana hacia el puerto de Sisal, donde es recibida por las autoridades de Mérida. Allí dan comienzo a las vacunaciones y al mismo tiempo Balmis comisiona al practicante Francisco Pastor para extender la vacuna por Centroamérica. Por su parte, Balmis sale de Mérida por barco hacia el puerto de Veracruz en Nueva España (Méjico), y luego por tierra hacia Méjico capital. Allí deja al cuidado del Virreinato los 22 niños que había traído desde La Coruña. Las relaciones con el virrey Iturriagaray fueron muy tensas pues el virrey se oponía a facilitar niños para llevar la vacuna a Filipinas. A pesar de todo, los expedicionarios comenzaron las vacunaciones masivas, no solo en Méjico capital, sino en otras zonas más alejadas como Puebla, Zacatecas o San Luis de Potosí, consiguiendo en estos lugares 26 niños mexicanos para portar la vacuna a Filipinas. El 7 de febrero de 1805 la Expedición zarpa de Acapulco a Filipinas en un barco de línea regular (el Galeón de Manila). Balmis se queja de que la comida y el trato dado a los niños durante el viaje por el Pacífico fue lamentable.
Los expedicionarios llegan a Manila el 15 de abril de 1805, vacunando en seguida a la familia del gobernador, a los pobladores de la capital y a los habitantes de islas limítrofes como Zebú o Mindanao. Balmis se encontraba muy enfermo y decide regresar él solo a España (Figura 4), dejando las vacunaciones en Filipinas en manos de Gutiérrez Robledo, Antonio Pastor y Pedro Ortega, junto con Isabel Zendal al cuidado de los niños mejicanos. Balmis parte de Manila con dirección al puerto portugués de Macao en la fragata Diligencia (Figura 4). El recibimiento de la vacuna en Macao fue caluroso vacunando a las autoridades y a los habitantes. Terminada la vacunación en Macao, Balmis se dirige a Cantón en China, para seguir propagando allí la vacuna.
Finalmente, en febrero de 1886, Balmis vuelve a Macao y se embarca en la nave portuguesa Buen Jesús di Alem con destino a Lisboa, haciendo una escala en la isla británica de Santa Elena. En la isla es recibido por el gobernador y se promueve una vacunación a las personas del lugar. Balmis deja Santa Elena rumbo a Lisboa, donde arriba el 14 de agosto de 1806 (sin buscarlo, había dado la vuelta al mundo al igual que hicieran Magallanes y El Cano). Rápidamente se dirige a Madrid a comunicar al rey Carlos IV el éxito de la Expedición y el 7 de septiembre es recibido por el rey que queda impresionado por los logros de tan heroica gesta. Los miembros de la Expedición que habían quedado en Filipinas regresan a Acapulco y entregan los niños mejicanos a sus familias, pero la mayoría no volvieron a España debido a la eminente guerra de la Independencia y se quedaron a vivir en América.
SUBEXPEDICIONES DE SALVANY POR AMÉRICA MERIDIONAL Y DE GRAJALES EN CHILE 2,4
Salvany estuvo acompañado en esta aventura por Grajales, Rafael Lozano y Basilio Bolaños, junto con 4 niños para transportar la vacuna en sus brazos. El 8 de mayo de 1804 salieron del puerto de La Guaira en dirección a Cartagena en el bergantín San Luis (Figura 5).
El barco encalló en la desembocadura del río Magdalena, cerca de la ciudad de Barranquilla, acabando los expedicionarios como náufragos en una playa desierta. Los habitantes de la zona les ayudaron y les guiaron por tierra hasta Cartagena (Figura 5), donde el recibimiento fue muy acogedor. De Cartagena a Santa Fe de Bogotá un grupo, formado por Salvany y Bolaños, optaron por remontar el rio Magdalena en canoas, a la vez que vacunaban en los poblados de las orillas como Tenerife, Mompox y Honda, pero las duras condiciones del viaje hicieron mella en Salvany que en Honda cayó enfermo, y aunque se recuperó sufrió la ceguera del ojo izquierdo. Mientras, un segundo grupo, formado por Grajales y Lozano hacían el viaje por tierra a través del valle del Cucutá, vacunando en las ciudades que encontraban a su paso. Ambos grupos se reunieron en Santa Fe de Bogotá, donde el Virrey les recibió con entusiasmo y les facilitó las vacunaciones; también se creó allí una Junta de Vacuna para conservar la vacuna y formar a los médicos.
Terminada la misión en Santa Fe, los expedicionarios se dirigen hacia Quito, atravesando con grandes penalidades las montañas andinas, con lluvia y nieve y unos caminos abruptos (Figura 6A), donde Salvany y los niños tuvieron que ser transportados en sillas a la espalda de portadores (Figura 6B).
En Quito los expedicionarios fueron recibidos con agasajos por las autoridades y los niños llevados en brazos como auténticos héroes. Realizadas las vacunaciones durante dos meses, los expedicionarios partieron urgentemente para Lima, donde se había declarado una epidemia de viruela. Marchan desde Quito hacia Piura, la primera ciudad del Perú, de nuevo a través de caminos andinos, pasando del frío de los Andes a las altas temperaturas de Piura. Siguen por Trujillo y Cajamarca, vacunan en las poblaciones por donde pasan, y se atreven incluso a vacunar en poblados indios, donde encontraron mucha resistencia por razones de su cultura popular.
La llegada a Lima tuvo lugar el 23 de mayo de 1806, donde permanecieron casi 5 meses. Hubo una circunstancia desalentadora, la vacuna se había convertido en un negocio y era vendida a la gente por comerciantes, por lo que los habitantes no querían dejarse vacunar por los expedicionarios, pues pensaban que también les cobrarían. En Lima, los expedicionarios no fueron bien tratados, especialmente los niños, que los dejaron un día sin comer y les dieron un alojamiento lamentable. Sin embargo, la estancia en Lima tuvo un aspecto positivo para Salvany, pues el profesor Hipólito Unanue le presentó al claustro de la Universidad de San Marcos. Ambos compartieron intereses científicos, lo que suavizó la estancia en Lima al decaído Salvany. Con el fin de abarcar más territorios, la Expedición se dividió en Lima en dos grupos, uno iría al mando de Salvany hacia el interior y el otro a cargo de Grajales se embarcaría en el puerto de El Callao para dirigirse a Chile.
El grupo de Salvany llevó la vacuna a Arequipa y luego a La Paz, Oruro y Cochabamba. La salud de Salvany empeora y ya no puede terminar su proyecto de llevar la vacuna a La Plata y Buenos Aires, pues le sobreviene la muerte en Cochabamba. Muere, al menos, con el consuelo de haberse entregado por completo a su misión humanitaria, haber salvado cientos de miles de vidas y por sentirse querido por sus ayudantes, los cuales proseguirían todavía unos meses más propagando la vacuna. Por su parte, Grajales y Bolaños, navegaban por las costas chilenas para extender la vacuna, llegando a Valparaíso y más tarde a Santiago de Chile. Se sabe que alcanzaron el sur de Chile, vacunando en San Carlos, capital de las islas Chiloé. En enero de 1812 se embarcaron de nuevo para volver al puerto del Callao, trasladándose luego a Lima, donde se da por terminada la Expedición.
Bibliografía
1) Tuells, J.V. y Ramirez S.M. Balmis et Variola. Consellería de Sanitat, Generalitat Valenciana 2003.
2) Balaguer Perigüell, E. y Ballester Añón, R. En el nombre de los niños: la Real Expedición Filantrópica de la vacuna (1803-1806). Monografías de la Asociación Española de Pediatría, nº 2, 2003, Madrid.
3) Ramírez Martín, S.M. Expedición de Salvany por América Meridional, 1803-1810. En La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Doscientos años de lucha contra la viruela. Colección Biblioteca de Historia de América nº 32, 2004, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
4) Ramírez Martín, S.M. La Salud del Imperio. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Fundación Jorge Juan, (2002).
5) Balmis contra la viruela. La Real Expedición de la vacuna (1803-1812). Revista CANELOBRE nº 57, 2010-2011. Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, Diputación de Alicante.