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Don Quijote prisionero de los bandoleros. Edición 1725-1750, París. Cedida

Bandolero es término de origen catalán. Al igual que bandido, viene de bando.

El célebre jurista alemán Gustavo Radhbruch escribió una Historia de la Criminalidad subtitulada Ensayo de una Criminología histórica. Contiene la edición española de la obra de Radhbruch un apartado sobre el bandolerismo en Cataluña, que estuvo muy presente desde el reinado de Felipe II hasta el de Felipe IV.

En la Cataluña del XVII, destacaba una nobleza local y una clase dirigente dividida en bandos, que amparaba, protegía e incluso dirigía a la infinidad de partidas de bandoleros que asolaban el territorio impunemente. Como ejemplo, Ramón de Guimerá de Tamarit, Barón de Abella, bandolero que sería después dirigente de la sublevación catalana de 1640.

Pere Rocaguinarda, Serrallonga, Lo Minyó de Montellá, Lo Barber d’Almenar, Jaumot lo Luterá, Barbeta… son nombres que han pasado a la historia. El último, cuyo nombre era Pere Barba dels Carbonells, fue el que con cerca de cien bandoleros a caballo asaltó un convoy real que se dirigía a Bruselas con un cargamento de plata por valor de cientos de miles de ducados castellanos destinado a pagas atrasadas de los Tercios de Castilla. Fue el robo del siglo.

Vicens Vives dice que la historia de Cataluña está llena de choques entre montañeses y marineros; y recuerda las discrepancias entre los condados de Barcelona y de Urgel, la antipatía de las ciudades del litoral por la aristocracia feudal representada por los condes de Urgel y Pallars, la división entre los campesinos del llano y los de la montaña durante los levantamientos de los remensas, la escisión entre la tranquila Cataluña litoral de los siglos XVI y XVII y la apasionada Cataluña montañesa de los bandoleros, la hostilidad de la Cataluña litoral y la carlista durante todo el siglo XIX.

Hubo en el siglo XV dos grandes agrupaciones políticas, La Busca y la Biga, que en su feroz rivalidad terminaron provocando una guerra civil en Cataluña.

Pues bien, en la Cataluña del XVII, se enseñoreaban dos grandes bandos rivales: Nyerros y Cadells. A principio del siglo XVII, eran líderes políticos el arzobispo de Tarragona Joan Terés (por el partido niyerro) y el obispo de Vic Francesc Robuster (por el partido cadell).

Roque Guinart, es la castellanización que Cervantes hizo en el Quijote del personaje real Perot Rocaguinarda conocido también como Perot lo Lladre, (Pedro el ladrón).

Pertenecía, igual que Barbeta, a uno de los bandos de la clase dirigente catalana enfrentados de antiguo y de forma virulenta en los siglos XVI y XVII: los Nyerros, que se valían de partidas de facinerosos para perseguir al bando adversario, los Cadells.

Esas dos facciones opuestas, Nyerros y Cadells, son descritas por el historiador John H. Elliot en su obra “La Rebelión de los catalanes” que trata de la secesión catalana de 1640 liderada por el canónigo rebelde Pau Clarís, como consecuencia de la cual Cataluña cayó bajo soberanía francesa hasta 1652.

Como en Sicilia en la misma época, la división de Cataluña en facciones rivales coloreaba todos los aspectos de su vida- afirma Elliot – Una red de alianzas cubría el Principado. Nyerros y Cadells intentaban que sus partidarios fuesen nombrados para la administración judicial y virreinal.

El orden público se había deteriorado en Cataluña desde la última etapa de Felipe II que tuvo que intervenir por la guerra entre las bandas que incluían a hugonotes del otro lado de la frontera, estando el Principado ya entonces al borde de la anarquía. En la primavera de 1615 la situación de Cataluña era terrible, peor que nunca según el Consejo de Aragón, por las depredaciones de las partidas de bandoleros. Pero el bandolerismo sólo podría ser suprimido por medio de procedimientos que eran considerados “anticonstitucionales”, dando poderes extraordinarios al Rey, cosa contraria a “las constituciones”, a los usatges de Cataluña.

El Marqués de Almazán, que fue Virrey de Cataluña entre 1611 y 1615 se quejaba así de la inseguridad: “Dicen que aquí los caballeros tienen libertad, y yo los hallo más oprimidos que en Castilla, pues no pueden salir de la ciudad sin mucha gente de escolta; y yo iba de Madrid a Almazán solo o con un criado sin temer a nadie. A esto llamo yo libertad y no a la de Cataluña.”

Quevedo, en “La rebelión de Barcelona” describe así la situación del Principado: “Dejábanse gobernar de las conciencias de los bandoleros, cuyo número es el mayor y el mejor armado, el grueso de ellos gabachos y gascones y herejes delincuentes de la lenguadoca. Al fin, plebe sobrada de Francia y deshecho de los ruines della”

Era por entonces Diputat militar D. Alexandre D’Alentorn, Señor de Seró, enemistado con la administración real. Definido por el historiador coetáneo Jeroni Pujades como hombre violento y de actividades bandoleras notorias, era Nyerro y fue amigo de Rocaguinarda.

Cuando Cervantes escribe la segunda parte del Quijote, Rocaguinarda ya ha abandonado el crimen, ha sido indultado y se ha alistado como capitán de los Tercios en Nápoles. Es posible que incluso leyera en Italia el relato que protagoniza en la novela cervantina, ya que la primera edición italiana es de 1625 y Guinart murió en Nápoles en 1635.

Nos cuenta Cervantes como el ingenioso hidalgo y Sancho se topan con la partida de bandoleros de Roque Guinart camino de Barcelona. Roque se muestra caballeroso. Ordena a los de su partida que les devuelvan todo lo robado y se dispone a acompañarlos hasta Barcelona y presentarlos a sus influyentes amigos nyerros.

“Tres días y tres noches estuvo Don Quijote con Roque, y si estuviera trescientos años no le faltara qué mirar y admirar en el modo de su vida”. El personaje fascina a Cervantes a través de Don Quijote, que también queda prendado de la ciudad de Barcelona.

Roque se sincera con Don Quijote y alega en su descargo las razones que le han llevado a elegir ese camino: “A mí me han puesto en él no sé qué deseos de venganza, que tienen fuerza de turbar los más sosegados corazones; yo, de mi natural, soy compasivo y bien intencionado… pero Dios es servido de que aunque me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones, no pierdo la esperanza de salir dél a puerto seguro”

“Véngase conmigo, que yo le enseñaré a ser caballero andante, donde pasan tantos trabajos y desventuras, que tomándolas por penitencia, en dos paletas le pondrán en el cielo” le contesta Don Quijote.

La segunda parte del Quijote se la dedica Cervantes a su protector el Conde de Lemos y se edita el año 1615. El Conde de Lemos era Virrey en Nápoles desde 1608 y a sus órdenes se enroló Rocaguinarda en los Tercios. Allí tuvo el rango de capitán tras abandonar el crimen y ser indultado en 1611. Pero antes, en 1608, es posible que Cervantes viajara a Barcelona para solicitar el puesto de secretario del Virrey. En ese viaje pudo toparse con el bandolero Rocaguinarda y recibir un trato similar al que después relata.

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El personaje real, Perot Rocaguinarda, vivió entre 1582 y 1635. Murió en Nápoles siendo capitán de los Tercios, cinco años antes de la secesión catalana de 1640.

Rocaguinarda se “echó al monte” sobre 1602 y obtuvo el indulto en 1611. Su vida de bandolero duró por tanto sólo 9 años, de los 20 a los 29. Actuó por la Plana de Vic, de donde procedía su familia, y también por el Vallés y el camino real de Barcelona a Gerona, asaltando cadells y viajeros en general. Armado con “pedreñales” o pequeños trabucos colgados de una banda de cuero que le cruzaba el pecho (bandolera) y tocado con un sombrero lleno de plumas de colores. Sus hombres le llamaban Senyor Guinart. Tenía tantos y tan importantes protectores que no le preocupaba que el Virrey hubiera puesto precio a su cabeza.

El destierro ingresando en los Tercios o la horca eran las opciones.

Bajo una arboleda y en la oscuridad de la noche, Sancho palpa los pies y piernas con calzas que asoman entre las ramas. Sancho se sobresalta. Don Quijote lo tranquiliza y le cuenta como en esa zona a los bandidos los ahorcan en grandes grupos…

“No tienes de qué tener miedo, porque estos pies y piernas que tientas y no ves, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta; por donde me doy a entender que debo estar cerca de Barcelona.”

Y en efecto, según las crónicas, en mayo de 1559, en tan sólo un mes, se había ahorcado en Barcelona a 70 bandidos.

Rocaguinarda fue mitificado, como tantos otros, en la Renaixença. Incluso con falsos tintes nacionalistas. Hoy día, a Rocaguinarda se le recuerda en fiestas de gigantes y cabezudos y su nombre está en el callejero.

También ocurrió lo mismo con Serrallonga. En 2019 la organización independentista “tsunamit democratic” utilizó su nombre como clave para movilizar a los CDR.

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Idealización romántica del célebre bandido Joan Sala i Ferrer “Serrallonga”

Cervantes sólo tiene buenas palabras para Roque Guinart, no sólo en el Quijote, sino también en la Galatea o en la Cueva de Salamanca. Y a Barcelona se refiere en estos términos: “archivo de cortesía, albergue de extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos, y correspondencia grata de grandes amistades, y en sitio y en belleza, única”

Solamente dos personajes del Quijote se corresponden con personajes reales: Uno es el galeote Ginés de Pasamonte, posiblemente Jerónimo de Pasamonte, compañero de cautiverio de Cervantes, a quien algunos consideran Avellaneda, autor de la segunda parte apócrifa.

El otro es Rocaguinarda, al que es posible que conociera Cervantes en su viaje a Barcelona para entrevistarse con el Conde de Lemos.

Véngase conmigo, le sugiere Cervantes por boca de Don Quijote, que yo le enseñaré a ser caballero andante…y en la vida real, Rocaguinarda hizo caso del consejo y tras ser indultado ingresó como capitán de los Tercios de Italia, donde sin duda pasó tantos trabajos y desventuras que le servirían de penitencia y le pondrían en el cielo.

Al parecer murió en una batalla. Gobernaba entonces España y medio mundo, el Conde Duque de Olivares. Reinaba Felipe IV, el Rey Planeta.

Queda para los investigadores averiguar si Cervantes conoció al verdadero Rocaguinarda.