La Universidad de Salamanca se vestirá de gala en este 2022 para celebrar el I Centenario de la concesión del Doctorado “Honoris Causa” (en adelante, DHC) a Santa Teresa de Jesús, ceremonia que se produjo en octubre de 1922 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca (en adelante, USAL) ante la mirada de los monarcas Alfonso XIII y su esposa Victoria Eugenia. Sin duda será así pues ya en su muy reciente toma de posesión el actual rector Ricardo Rivero, ha realizado un discurso plagado de referencias a la obra teresiana y a la de los dos religiosos con más peso en su vida y en la difusión de su obra, respectivamente, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León.

Y es que con el honor de obtener el DHC a título póstumo y varios siglos después de su fallecimiento, Santa Teresa era la primera mujer, religiosa, santa en obtener el DHC en nuestra universidad, pero es que fue también sencillamente, la primera persona en recibir este reconocimiento por la USAL en el periodo moderno, dando pie a los casi doscientos DHC que han venido después. Vamos a contar aquí algunas circunstancias que rodearon este DHC y que hacen de él un evento ciertamente interesante, como todo lo que ha rodeado siempre a la Santa. Para empezar, debemos saber que el DHC fue la aportación de USAL a las celebraciones del III Centenario de la canonización de la Santa; de la misma forma que este año celebramos el IV Centenario de esa canonización.

Un ejercicio importante de contextualización y de acercamiento a la intrahistoria del momento de la concesión se puede hacer adentrándose en la hemeroteca. Para este estudio tengo que agradecer especialmente a La Gaceta de Salamanca que me permitió sumergirme en la suya y a la Universidad de Salamanca, en cuyas bibliotecas pude acceder también a las páginas del Adelanto. También pude acceder al Archivo catedralicio y a muchas páginas de la biblioteca carmelitana, mi agradecimiento al padre Manuel.

De todo ello, se puede aprender la realidad de la España de 1921 a 1923, de Salamanca, de nuestra propia universidad vista desde fuera: un Estado español en duelo, con el asesinato el 8 de marzo de 1921 de Eduardo Dato y el consecuente vuelco político, que culminaría en 1923 con la dictadura de Miguel Primo de Rivera; con noticias sobre la guerra de África: los donativos de los salmantinos para ayudar a los soldados que marchaban a la guerra, las bajas humanas que se iban produciendo, de jóvenes casi niños, sin saber aún los españoles que en agosto de 1921 se produciría el desastre de Annual. Entre las noticias religiosas se produce el relevo papal, tras el fallecimiento de Benedicto XV, sucediéndole el 6 de febrero Pío XI, un hombre de cultura excepcional al que se conocería como “el Papa de las misiones”. También es 1922 el año del Nobel de Literatura al español Jacinto Benavente y del centenario de la I Vuelta al Mundo, de la Gramática de Nebrija. Las mismas efemérides que estamos celebrando este año, pero un siglo atrás.

Los actos del III Centenario de la canonización se centraron fundamentalmente en cuatro eventos: la celebración en Ávila del momento propio de la canonización (Santa Teresa había sido canonizada el 12 de marzo de 1622 dentro de unos de los procesos de canonización más rápidos de la historia); la ceremonia de concesión del DHC en octubre en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, con la presencia de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia; la visita al día siguiente a Alba de Tormes donde los propios reyes impondrían a la imagen escultórica de la Santa las insignias propias del doctorado: el birrete, impuesto por la Reina, y la pluma de oro, impuesta por el propio rey. Finalmente en marzo de 2023, se clausuraría el centenario con algunos actos literarios.

Centrándonos en el proceso de concesión del DHC dentro de la propia Universidad, en el momento en que se inician los trámites, enero de 1922, se está viviendo una situación muy particular en la Universidad española: se acaba de aprobar por ley su autonomía tanto pedagógica como administrativa y con ello su aconfesionalidad. Situación ésta de la autonomía que sin embargo no parece ser del todo aprovechada por la USAL, que de facto se encuentra en situación excepcional, sin Rector desde que en 1921 hubiese dimitido el rector Maldonado.

Las aguas en nuestra Alma Mater estaban excepcionalmente alteradas desde que Dorado Montero había sido expulsado de su cátedra por su condición de ateo; posteriormente dimite Maldonado y la universidad no aprovecha su recién estrenada autonomía y sigue sin rector a la cabeza, con la figura del vicerrector Don Miguel de Unamuno presidiendo los claustros. Sin embargo, la aconfesionalidad aprobada sí tendrá consecuencias directas como la proscripción de las Asociaciones de estudiantes católicos en el seno de la Universidad. Es precisamente durante ese vacío de poder y esta aversión a “lo religioso” cuando se produce la propuesta y concesión del DHC a Santa Teresa. Una situación que no deja de ser anecdótica pues parece que todos los factores pondrían en peligro la concesión del primer DHC de la historia moderna de la USAL a una religiosa mística.

El proceso de concesión se produce entre enero y marzo de 1922, básicamente en dos reuniones claustrales: la primera, en enero, cuando llega por escrito la propuesta del obispo de Salamanca, Don Julián de Diego y García Alcolea, solicitando “la adhesión” de la Universidad de Salamanca a los actos de la conmemoración. Tras su lectura, se aprueba la creación de una comisión en el seno de la universidad que se entrevistará con el Prelado y decidirá cuáles han de ser los actos conmemorativos. Dicha comisión estará formada por representantes de las cuatro facultades existentes: Rodríguez Risueño, Boiza, Díez y Beato. No consta, hasta donde nosotros sabemos, en qué momento se produce la propuesta de que la adhesión de la Universidad se concrete en la concesión del DHC, si bien es creencia generalizada y recogida en algunas fuentes indirectas que se trató de un deseo expresado más o menos veladamente por el propio obispo Alcolea.

De hecho, la primera vez que encontramos mención al término es en una carta que distintos representantes de la Asociación de estudiantes católicos, publican en la prensa salmantina solicitando que la Universidad muestre su apoyo a la concesión del DHC a Santa Teresa de Jesús.

La concesión del DHC se produce en un claustro “subsidiario” que se celebrará extrañamente, un sábado, el 4 de marzo de 1922; posponiéndose su celebración hasta la fecha de octubre en la que los monarcas puedan visitar Salamanca. Solo unos meses después, la USAL acepta la propuesta del Gobierno para renovar en el cargo al rector dimitido, Don Luis Maldonado, quien presidirá como rector el acto en el paraninfo en octubre del 1922 en presencia de los reyes. Un rector católico y monárquico, alejado de un Unamuno enfrentado a Alfonso XIII.

Pero no nos alejemos de lo importante, ¿por qué debe ser Santa Teresa nombrada Doctora “Honoris Causa” por la Universidad de Salamanca?

En primer lugar, nadie discute la vinculación de la Santa con Salamanca, no solo por producirse su fallecimiento y conservar su sepultura en Alba de Tormes, sino también por su relación con distintos confesores y teólogos dominicos así como por el papel fundamental que juega Fray Luis de León al ser quien se encargaría de publicar y dar difusión a la obra literaria póstuma de Santa Teresa, permitiendo que haya llegado hasta nuestros días.

En segundo lugar, destacaba ya el obispo que otras ciudades españolas e hispanoamericanas estaban organizando certámenes y concursos literarios y la USAL no debía conformarse con organizar un certamen más. De hecho la implicación de países como México, Argentina, Chile es notable. La propia Emilia Pardo Bazán, que fallecía pocas semanas después, escribía en 1921 una misiva a las teresianas argentinas para que se lanzaran a la celebración. Tristemente ella fue la primera en perderse esas celebraciones.

En tercer lugar, existía la creencia en el seno de la Iglesia de que nuestra universidad ya le había concedido el DCH con anterioridad pero no había evidencia cierta más allá de muchas imágenes pictóricas y escultóricas que recogen a la Santa con su pluma y su bonete de doctora.

De alguna manera parecería razonable que sea la Iglesia española la más interesada en lograr este DHC, como se demostró con el paso de los años cuando el reconocimiento de la sabiduría y conocimiento de la Santa por la USAL sea un punto de apoyo para la concesión por parte del Vaticano del reconocimiento a Santa Teresa como la primera Doctora de la Iglesia, en 1970. No logra sin embargo la Iglesia española que el resto de universidades españolas imiten a la de Salamanca y cubran de honores a la Santa con otros tantos DHC.

La USAL, no obstante, cuando llegue en octubre la ceremonia de imposición centrará sus discursos en las virtudes de la obra literaria de Santa Teresa, a la que asemejan a la obra cervantina, y en el reconocimiento de su sabiduría teológica, siendo conscientes de que reyes y teólogos de su tiempo se cartearon con ella y aún en la actualidad hay que remitirse a la obra teresiana para resolver dudas teológicas.

El resto del proceso fue también muy interesante y seguramente tendremos ocasión de acercarnos al blog de Alumni USAL a contaros algunas circunstancias más. Mientras tanto, uniros a las conmemoraciones de la causa Teresiana.