La «Escuela» de Salamanca. Teología, derecho, economía.
Continuando con los actores y las ideas novedosas surgidas en el entorno de la Universidad de Salamanca, durante la época del Renacimiento, comenzaré por recordar sucintamente la aportación más acreditada y duradera de esta Universidad: la labor de la Escuela de Salamanca.
Figura 1: El Convento de San Esteban de Salamanca, en el que nació y tuvo su primer desarrollo la Escuela de Salamanca, siguiendo los pasos de fray Francisco de Vitoria.
A lo largo de los siglos se han desarrollado varias escuelas sucesivas dentro de la Universidad de Salamanca. Una de ellas recibió en el siglo XX el nombre hoy debatido de “Escuela de Salamanca”, referida al grupo de intelectuales españoles y portugueses que, siendo conscientes de las crisis de su tiempo, siguiendo la labor de Francisco de Vitoria en la Universidad de Salamanca y con un impresionante trabajo de reflexión, desarrollaron un monumental conjunto teórico: reformaron los programas de estudios universitarios (especialmente en teología), sustituyeron el nominalismo por el comentario directo de los textos, y estudiaron los problemas humanos desde puntos de vista novedosos.
Figura 2: Fray Francisco de Vitoria, el creador intelectual de la Escuela de Salamanca. No se ha conservado ninguna imagen suya; esta pertenece al monumento conmemorativo que se levanta delante del Convento de San Esteban de Salamanca.
Destaca también la reelaboración que hicieron del derecho natural como base de un nuevo derecho internacional y su reflexión sobre la situación económica coetánea, tratando de explicar fenómenos coyunturales que formaron parte del proceso inflacionista castellano derivado del flujo masivo de metal americano. Sus aportaciones fueron muchas, novedosas y significativas; han sido perfectamente estudiadas por juristas y economistas y, debido a la actual crisis económica, parte de ellas adquieren hoy en día una resonancia renovada.
El descubrimiento y conquista de las Indias fue uno de los elementos que desencadenó esta reflexión en la Universidad de Salamanca y con ella proyectó su influencia jurídica, social y económica en la configuración de América mediante un sistema de principios éticos (de filosofía política, moral internacional y moral económica), actitudes y métodos. Frente al mercantilismo, el sistema de encomiendas, el mercado de esclavos, el trabajo forzoso y los monopolios comercial y tributario, estos teólogos impulsaron la rehumanización, la pacificación, la solidaridad y la reconciliación entre indios y españoles, en tres vertientes: la teología, el derecho y la economía.
Citare algunas ideas asociándolas a autores concretos, pero advierto de que la mayoría de ellas se encuentran en varios, con argumentos y frases bastante similares.
Teología
Estos profesores impulsaron notables matices en teología, ciencia de importancia capital en los siglos XV y XVI, con influencia clara sobre el pueblo, debido a la fuerte impregnación religiosa de la sociedad de su tiempo. Esta Escuela mantuvo candente el debate sobre cuestiones clave de teología, siendo quizá estos los únicos puntos de encuentro entre las disidencias de jesuitas y dominicos en Salamanca.
Desde el punto de vista de la teología moral esta escuela se pronunció sobre:
– El probabilismo, idea desarrollada por fray Bartolomé de Medina y defendida después principalmente por teólogos jesuitas, extendiéndose pronto por Europa y América. El ≪probabilismo≫ justificaba una acción, aun en contra del consenso social y aunque la opinión opuesta fuera más probable; es decir, abogando por la libertad.
– El problema del mal en el mundo, el libre albedrio y la polémica De auxiliis, que enfrentó a dominicos y jesuitas en materia de gracia y predestinación. Defendieron que la moral no depende de la divinidad. Según los jesuitas, la doctrina dominica dejaba poco espacio a la libertad humana, mientras que la doctrina jesuita –en opinión de los dominicos– no hacia justicia a la gracia divina. Luis de Molina marcó un hito singular en las ciencias sagradas abriendo el camino para una teología moral específica en De iustitia et iure tractatus (1611)16.
Derecho
Estos profesores contribuyeron al fin del derecho medieval con sus escritos sobre los siguientes temas:
– El derecho natural y los derechos humanos, defendiendo que todo hombre comparte la misma naturaleza y los mismos derechos, como los de igualdad o libertad.
– Frente al providencialismo defendido por la teoría política absolutista, estos teólogos mantuvieron, doscientos cincuenta años antes de las revoluciones americana y francesa, que el pueblo es el receptor de la soberanía que transmite al gobernante bajo diversas condiciones. Idea de “pacto” desarrollada después por Hobbes, Locke y otros.
– La polémica de los justos títulos territoriales y personales en la conquista de América. La conquista y colonización de las Indias por Castilla suscitó un problema jurídico desde el momento en que el territorio descubierto no estaba deshabitado.
La legitimidad de la soberanía que podía invocarse para incorporar esas tierras a la Corona de Castilla entraba en conflicto con derechos equivalentes invocados por Portugal y dieron lugar a varios debates y acuerdos como el Tratado de Alcacobas-Toledo (1479), las bulas Alejandrinas (1493), el Tratado de Tordesillas (1494) y el Tratado de Zaragoza (1539).
Asimismo suscitó polémica la condición jurídica de los indios y la política que el Estado castellano debía aplicarles. En este sentido estos teólogos establecieron las bases teóricas de la conquista y la colonización, y sus consideraciones dieron origen a agrias controversias (por ejemplo las mantenidas entre Juan Ginés de Sepúlveda y fray Bartolomé de las Casas) que quedaron reflejadas en dos cuerpos legislativos nuevos: las Leyes de Burgos (1512) y las Leyes Nuevas (1542) de Indias.
– El derecho de gentes y el derecho internacional: decía Francisco de Vitoria que el bien común del orbe es de categoría superior al bien de cada Estado.
– La cuestión de la guerra justa, que solo lo sería cuando con ella se tratara de restablecer el derecho hollado.
Estas opiniones constituyeron después la base ideológica de las revoluciones que condujeron al final del autoritarismo en el mundo occidental.
Economía
Las aportaciones de la Escuela de Salamanca sobre la moral económica –que derivo en el origen de la ciencia económica– tuvieron tres facetas, materializadas en sendas teorías de enorme importancia e influencia posteriores, atribuibles sobre todo a Domingo de Soto, Martin de Azpilcueta y, quizá a Francisco de Vitoria, con importantes aportaciones de Luis de Alcalá, Diego de Covarrubias y Luis de Molina.
En primer lugar el desarrollo de la primitiva teoría del dinero, el valor y el precio, relacionando cambios en el nivel general de precios con cambios en la oferta monetaria. La teoría del valor predominante hasta aquel momento era la medieval del coste de producción como “precio justo”.
Interesado por el efecto de los metales preciosos que llegaban de América, Azpilcueta comprobó que en los países en los que estos escaseaban, los precios eran inferiores a los países con abundancia de metales; es decir, que fue el primero en afirmar que la abundancia de dinero en una economía es la que genera la inflación de los precios. Pensaba que el metal precioso, como una mercancía más, tiene menor valor adquisitivo cuanto más abundante sea. Desarrolló así una teoría del valor-escasez precursora de la teoría cuantitativa del dinero, formulada originariamente como:
P・T = M・V
Ecuación matizada por Irving Fisher en el siglo XX como:
P・Q = M・V
Hasta llegar a esta fórmula de Fisher, la teoría tuvo varios defensores. Tras Martin de Azpilcueta en 1556 y otros de esta Escuela de Salamanca, fue Jean Bodin el que recogió esta equivalencia, en 1568, sin añadir ningún dato nuevo a lo que ya habían dicho tanto Azpilcueta como Soto sobre el tema. La cuestión se convirtió en una idea común a los teólogos y canonistas que escribieron sobre economía en la segunda mitad del siglo XVI, en español, en latín o en otras lenguas. En este sentido escribía Luis de Molina:
“Cuanto menor es la cantidad de dinero en un lugar más aumenta su valor y, por tanto, caeterisparibus, con la misma cantidad de dinero se pueden comprar más cosas…”
Después esta tesis fue recogida por David Hume en su crítica al mercantilismo, cuando defendió que la acumulación de metales preciosos provocaría el aumento de los precios. Posteriormente el citado Irving Fisher la precisó en 1911 dotándola de contenido económico. Fisher y Arthur Pigou observaron que la velocidad de circulación del dinero dependía de las preferencias individuales y que la demanda está subordinada al nivel de riqueza y de los tipos de interés.
En los años 50 del siglo XX, Milton Friedman relacionó estas constantes con variables como la inflación, el tipo de interés y la renta permanente, reformulando la llamada “nueva teoría cuantitativa”. En ese momento recibió las críticas de John Maynard Keynes y Ludwig von Mises.
Achacó éste a la teoría clásica su incapacidad para explicar el mecanismo de las variaciones en el valor del dinero. La clave de la teoría del valor de Mises es el “cambio objetivo” o poder adquisitivo del dinero, y depende del valor subjetivo del mismo, que, como veremos enseguida, también fue tratado por los salmanticenses.
El segundo descubrimiento atribuido a Martin de Azpilcueta es la primera formulación de la teoría de la paridad del poder adquisitivo, en función de la fluctuación de los precios entre distintos lugares y mercados. Esta relación fue matizada posteriormente por Gustav Cassel en su obra Teoría de la economía social, que puso en relación los tipos de cambio entre dos divisas y la evolución de los niveles de precios internos de sus respectivas economías. La tercera aportación económica de la Escuela de Salamanca es la relación del valor con la utilidad. El debate sobre el precio justo de las cosas no era nuevo, pero los salmanticenses introdujeron el matiz del valor subjetivo y psicológico de los objetos, que antes no había sido contemplado. En este sentido Luis de Molina escribió:
“El precio se considera justo o injusto no basándose en la naturaleza de las cosas consideradas en sí mismas (lo que llevaría a valorarlas por su nobleza o perfección), sino en cuanto sirven a la utilidad humana”.
A estas tres aportaciones clave, hay que añadir las precisiones dictadas por los teólogos de la Escuela de Salamanca respecto de la usura, el interés, la propiedad privada y la pobreza. En la economía medieval los préstamos eran consecuencia de la necesidad (mala cosecha, incendio en el taller…) y, en dichas condiciones, se consideraba moralmente reprobable el cobrar un interés por el préstamo. En cambio, estos teóricos defendieron el cobro de un interés porque el receptor del préstamo percibía un beneficio a costa del dinero conseguido, de forma que el interés se podría considerar como una prima por el riesgo del prestatario a perder su dinero, mientras que el prestatario perdía entre tanto la posibilidad de utilizar ese numerario en otro negocio.
Azpilcueta consideró además la influencia del factor tiempo, siendo el interés también una forma de pago por este tiempo. Quizá su mayor originalidad estuvo en la consideración del dinero como una mercancía más por la cual se puede recibir un beneficio (el interés). Estos teólogos consideraron la propiedad privada como legítima y muy necesaria para el desarrollo del comercio, lo que no fue impedimento para que Domingo de Soto defendiera simultáneamente, por una obligación moral, el derecho del pobre a pedir limosna sin ser encerrado por ello.
Así podemos decir que los problemas económicos en España derivados del descubrimiento de América generaron el análisis teórico sobre un abanico de cuestiones. En este aspecto los teólogos de la Escuela de Salamanca hicieron moral económica más que ciencia económica, pero de forma tan rigurosa y genial como para que se haya afirmado que “la economía nació en Salamanca” (más información en mi estudio “El nacimiento de las leyes económicas en Salamanca”. En Historia del comercio y la industria de Salamanca y provincia. Actas de las VI Jornadas celebradas en el Museo del Comercio. Salamanca, octubre 2016. Salamanca: Museo del Comercio y la Industria de Salamanca, 2017, pp. 55 -80).
Estas ideas fueron objeto de un consumo y rentabilidad económica inmediatos, como se desprende de que los escritos de la Escuela de Salamanca, además de las ediciones en España, se imprimieron en Lyon, París, Roma, Venecia, Amberes, Colonia, etc.; y circularon manuscritos hoy conservados en Roma, Lisboa, Coimbra, Valencia, Madrid, Toledo, El Escorial, Sevilla, Oviedo, Burgos, León, Palencia, Valladolid, Verona, Barcelona, etc. El tratado De iustitia et iure de Domingo de Soto, publicado por primera vez en Salamanca en 1553, en lo que restaba del siglo xvi se imprimió otras veintiséis veces (de las cuales, en Lyon en diez ocasiones, Venecia en seis y Amberes en dos). El tratado De iustitia et iure de Pedro de Aragón, vio la luz en Salamanca en 1590 y fue objeto de otras cinco ediciones hasta 1625 (dos en Lyon y tres en Venecia). El Manual de confesores de Azpilcueta, en el que se defendían varias de estas doctrinas, tuviera once ediciones en castellano, cinco en latín, cinco en italiano, cuatro en francés y una en portugués en su tiempo; aparte de la transmisión oral de sus contenidos.
Aparte de la imprenta, estas nuevas ideas teológicas, jurídicas y económicas fueron promovidas por otras tres vías: el magisterio en las universidades de Salamanca, México y Lima, los informes y dictámenes de comisiones, juntas o convocatorias al efecto, y mediante la acción directa de los oficiales de la administración (fiscales, oidores, presidentes de audiencias, obispos, arzobispos…) formados en la Universidad de Salamanca que cumplían su cometido fuera de los reinos peninsulares.
Sus novedosas reflexiones sirvieron tanto a los Estados como a los ciudadanos de a pie, por tratar problemas clave de su tiempo. El desarrollo de los derechos humanos de Vitoria tuvo una influencia palmaria en la “Declaración de derechos” inglesa de 1689, en la “Declaración de independencia de los Estados Unidos” (1776), en la “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” acordada tras la Revolución Francesa (1789), en el proceso de independencia hispanoamericana y en la “Declaración universal de los derechos humanos” adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas (1948). Así pues, nuestra sociedad actual es deudora directa de las innovaciones de la Escuela de Salamanca.
La segunda gran aportación de la Universidad de Salamanca en la Historia es esta proyección institucional en Hispanoamérica.
Esta idea y su demostración constituyeron la tesis doctoral de Águeda María Rodríguez Cruz, editada en Bogotá en 1973, en dos gruesos volúmenes. Según ella, la Universidad de Salamanca fue el prototipo de las universidades y colegios fundados en la América hispana y esta proyección “fue un trasplante total de la vida española a América”.
Figura 3: Águeda María Rodríguez Cruz, la profesora de la Universidad de Salamanca que demostró los diferentes canales de influencia de las instituciones universitarias salmantinas en las Indias.
La primera institución académica del nuevo mundo fue la Universidad de Santo Domingo (en la Isla Española; actual República Dominicana), en 1538, que nació pontificia con los privilegios de Salamanca y Alcalá; aunque el influjo más directo y copioso de Salamanca se plasmó en México, que abrió sus puertas el 21/I/1553, de acuerdo con la real cédula de Carlos V fechada el 21/IX/1551, en la que se lee:
“Tenemos por bien y es nuestra merced y voluntad que en la dicha ciudad de México pueda haber y haya el dicho estudio e Universidad la cual tenga e goce todos los privilegios y franquezas e libertades y exenciones que tiene e goza el Estudio e Universidad de la dicha ciudad de Salamanca”.
Figura 4: Mapa de la proyección de la Universidad de Salamanca en Hispanoamérica elaborado a partir de los datos de la profesora Águeda María Rodríguez Cruz.
Inmediatamente después esta influencia se materializó en Lima y Caracas, y continuó, con influjos también notables en Guatemala, Santo Domingo, Gorjón o de Santiago de la Paz, Santafé de Bogotá, en el Colegio Mayor del Rosario (fundado conforme al Mayor del Arzobispo de Salamanca), Charcas (sus privilegios), Córdoba (que imitó el plan de estudios salmantino de 1771) y Guadalajara (antes de tener constituciones propias se rigió por las de Salamanca). Salamanca “fue madre” directa de la gran mayoría de universidades ultramarinas de las pasadas centurias. Conforme a Salamanca se estatuía y se legislaba. Así podemos concluir que el arquetipo salmantino las inspiró, las estructuró, las guió en su desarrollo y fue el modelo de sus reformas posteriores.
En próximas entradas en este blog, veremos “Antonio de Nebrija como creador y vendedor de pensamientos”.