Otras ideas nuevas nacidas en la Salamanca del Renacimiento
Varios estudiantes, profesores o transeúntes abrieron caminos no explorados o crearon productos culturales de importancia reconocida:
– La supuesta primera mujer universitaria española: Según el Cronicón de Pedro de Torres (Salamanca, 1508), el día 16/IX/1508, la hija de Diego López de Medrano, Luisa (conocida por error como Lucía), impartió una clase de sustitución de Nebrija en la Universidad de Salamanca, lo que, de ser verdad, la convierte en la primera profesora de una universidad en el mundo. Culta debía ser, porque Lucio Marineo Sículo expresó su admiración por la sabiduría de esta mujer.
Varios estudiantes de Salamanca de esa época promovieron después ideas nuevas:
– El estudiante cordobés Juan de MENA intentó crear un lenguaje poético más culto y noble frente a la lengua vulgar. Por su Laberinto de Fortuna es considerado un gran renovador y dinamizador de la sintaxis castellana mediante el hipérbaton; usó esdrújulos, el verso dodecasílabo y la copla de arte mayor para ennoblecer nuestro idioma; incorporó neologismos procedentes del latín; y sustituyó vocablos del lenguaje popular por otros latinos. Según María Rosa Lida, Mena contribuyó decisivamente al aumento del vocabulario español en el siglo XVI.
– El invento del nonio, en 1514 por el estudiante Pedro Nunes, Petrus Nonius o Pedro Núñez: un dispositivo de medida de longitudes que, con ayuda del astrolabio, mide fracciones de grado de ángulo mediante una escala auxiliar. Artilugio después desarrollado por Pierre Vernier (1631). Nunes, según Picatoste, corrigió a Oroncio Fineo en muchos teoremas geométricos y en la demostración de las retrogradaciones; descubrió nuevas propiedades laxodrómicas y resolvió el problema del menor crepúsculo que se ocultó al gran Bernouilli casi dos siglos.
– El desarrollo de la teoría de la refracción astronómica, debido a Pedro Ciruelo, al que debemos también un tratado de aritmética y el primer curso completo de matemática publicado en España.
– La aplicación de las matemáticas a la artillería por parte de Diego de Álava y Viamont, en El perfeto [sic] capitan instruido en la disciplina militar y nueua ciencia de la artillería. Álava demostró los errores de Tartaglia. Su amigo El Brocense le escribió una carta (editada en la obra) en la que le animaba a publicarla.
– La fijación de los procedimientos para el ensayo de los metales de la moneda, por parte de Juan Arfe y Villafañe, estudiante de anatomía con el doctor Medina, que llegaría a ser un conocido orfebre, como su padre y su abuelo. Vendió muchas ediciones de sus obras, entre otras, De varia commensuracion para la esculptura y architectura… (uno sin lugar y sin año; Sevilla, 1585; Madrid, 1675, 1736, 1763, 1795, 1773, 1806…), el Tratado de gnómica o Arte de construir toda especie de reloxes [sic] de sol, 1585; Barcelona, 1873, 1854 y 1882) y Quilatador de la Plata, Oro, y Piedras (Valladolid, 1572 y 1772; Madrid, 1678; Barcelona, 1854 y 1873). Le recuerdo en este elenco porque, en la Junta de Ensayadores (1585) fijó los procedimientos científicos para el ensayo de los metales de la moneda; aunque es mucho más conocido por la serie de custodias catedralicias que labró: las de las catedrales de Ávila, Burgos, Sevilla, León e Iglesia de San Martín de Madrid.
– El nacimiento de la biogeografía: José de Acosta comenzó su noviciado como jesuita en Salamanca, ciudad en la que también murió. Escribió la Historia natural y moral de las Indias con ideas evolucionistas doscientos cincuenta años antes que Darwin. Por ella se le considera el fundador de la biogeografía en el siglo XVI -junto a Fernández de Oviedo– y el creador de la física del globo, sin tener continuadores hasta Vanerio. Acosta descubrió mucho antes que Gasendo y Gilbert las líneas sin declinación.
– Avances en la botánica: el estudiante Francisco Micó, adquirió gran renombre como biólogo al herborizar Castilla, Extremadura (mientras fue médico en Guadalupe) y Cataluña, describiendo y dibujando plantas, clasificando más de treinta nuevas, mereciendo los elogios de Dalechamp (que incluyó 25 ejemplares que le enviara Micó en su Historia generalis plantarum -1586-1587-) y la dedicación de Linneo a su memoria de un género de plantas (1560). Puso nombre a las plantas “oreja de oso” y “hierba toserá”, que experimentó como un buen remedio antitusígeno, nominada después por Delachamp como Auricula ursi Micoonni en su honor. Más tarde Linneo la denominó Verbascum myconi y en actualidad es la Ramonda myconi.
– En el mismo ámbito, el estudiante Andrés Laguna, dejó un legado científico impresionante: creó el jardín botánico de Aranjuez, expuso el modo de propagación de los helechos, explicó los sexos y la fecundación de las plantas fanerógamas, describió gran número de plantas, escribió bastantes textos sobre medicina y realizó la primera traducción al castellano del Dioscórides, añadiéndole multitud de comentarios.
El consumo de esta producción científica
Las ideas se transmitían o verbalmente o a través textos manuscritos o impresos, aunque “Salamanca ejerció su magisterio en el mundo del siglo XVI más a través del libro impreso que del magisterio de la cátedra”.
En la Salamanca del siglo XVI se imprimieron al menos 1510 obras, según Ruiz Hidalgo. De ellas, el 42% eran ediciones de autores vivos y relacionados directamente con la Universidad. ¿Fueron rentables comercialmente estos productos culturales? No cabe duda. Las obras impresas en Salamanca que durante el siglo XVI superaron las diez ediciones fueron: Domingo de Soto (80 ediciones), Luis de Granada (80), Diego de Covarrubias (36), Felipe Días (30), Manuel Rodríguez (21), Sánchez de las Brozas (20), Antonio Gómez y Antonio de Guevaras (sendas 17 ediciones), Luis de León (16), Francisco de Vitoria (15), Bartolomé de Medina (12), etc.
La práctica totalidad de estos libros han seguido generando rentabilidad informativa y económica hasta el presente. La falta de espacio me impide poder explicar pormenorizadamente esta continuidad, pero sirva la tabla previa como ejemplo de la misma. El par de zapatos que podía hacer y vender un zapatero salmantino de la época, o el tejido que labraba un tejedor, no tuvieron ni por asomo la rentabilidad económica de cualquiera de estos libros. Es decir, que los productos culturales son a la larga más versátiles y más rentables que los industriales o comerciales, convirtiéndose algunos de ellos en iconos de la humanidad, como por ejemplo, en la época estudiada, el texto De indis (1532) de Francisco de Vitoria.
Figura 1: Francisco de Vitoria,el creador intelectual de la Escuela de Salamanca. No se ha conservado ninguna imagen suya; esta pertenece al monumento conmemorativo que se levanta delante del Convento de San Esteban de Salamanca.
Esto sugiere que fueron la producción y la venta de ideas más que la movilidad de sus autores, las causantes de este flujo intelectual entre la Universidad de Salamanca y el resto de los actores culturales de la época. El estudio de las bibliotecas de numerosos catedráticos salmantinos revela que los cambios científicos no les eran en absoluto desconocidos.
He citado sólo a profesores y estudiantes de Salamanca que promovieron con sus escritos la creación y reproducción del conocimiento en sus respectivas áreas. Muchos llevaron consigo estas novedades y las difundieron cuando desarrollaron su actividad profesional: pensemos en los cientos de estudiantes y profesores salmantinos que se fueron a las Indias. Águeda María Rodríguez Cruz me acaba de decir (12/XI/2012) que ella lleva computados más de quinientos. También en América cabe recordar la importantísima influencia de un pequeño grupo de estudiantes universitarios, los colegiales mayores, en los ámbitos de la administración civil y eclesiástica: 258 colegiales universitarios salmantinos, según mis datos, trabajaron en la administración indiana a lo largo de la Edad Moderna. La cantidad y la calidad del trabajo desempeñado por estos profesionales justifican también esta influencia indirecta y la rentabilidad de las ideas circulantes por Salamanca en otras tierras.
Conclusión: El “moderno sistema mundial” cultural
Los conocimientos e ideas novedosas en el ámbito de la Universidad de Salamanca en el período renacentista -que en este espacio editorial no cabe más que apuntar- fueron creados, desarrollados, explicados, aprendidos y vendidos/comprados a través de la imprenta y de la docencia.
En la época del Renacimiento, Salamanca como ciudad y la Universidad de Salamanca como institución y como conjunto de intelectuales, se convirtieron en centros de irradiación de novedades. La Universidad fue la fábrica de ideas por excelencia; a la vez un centro de formación y de lo que hoy denominaríamos un “criadero de empresas”. Se vivieron avances significativos y producción cualificada que generó prestigio, dinero y poder, y que, especialmente a través de los informes y dictámenes solicitados desde las autoridades civil y eclesiástica, contribuyeron a la formación del estado nacional y convirtieron de facto a la Universidad de Salamanca en una institución más del cada vez más complejo sistema polisinodial de la Monarquía Católica.
El resultado de una hipotética ecuación formada por Renacimiento-Humanismo, imprenta, Estado moderno y primitiva acumulación capitalista privada, dio como resultado una inusitada revolución cultural, que expandió modelos y paradigmas. En Salamanca libros y personas crearon tendencia y ejercieron una colonización cultural sobre la Península Ibérica, las Indias y parte de Europa; libros y personas que fueron conformando un “moderno sistema mundial” de la cultura equiparable al “moderno sistema mundial” económico que estudió Wallerstein.
Termino aquí el repaso a las ideas novedosas que traen su origen en Salamanca. De aquí adelante agradeceremos que corrija y añada usted, atento lector, las que encontrare.