Decir lo que vemos, lo que interpretamos, expresar con lenguaje incluso lo que observamos en el propio lenguaje, es forma de crear conocimiento. No solo porque lo ponemos a disposición de los demás, sino porque con eso dicho permitimos a todos deducir, contribuir a ese conocimiento.

Deducir es extraer contenidos de lo dicho, de lo que se entiende con ello. Por eso una expresión que carece de contenido, que no se entiende, no transmite conocimiento ni se puede deducir de ella.

Contradicciones como ‘es jueves y no es jueves’ suelen ponerse como ejemplos de expresiones sin contenido. Ni siquiera es necesario conocer el significado de sus dos partes para darse cuenta, solo por su forma, de que cada una dice lo contrario de la otra.

Pero el lenguaje tiene o no contenido no solo por su forma. Número primo múltiplo de 4′ no designa ningún número, pues ningún múltiplo de 4 es primo. Sin embargo solo llegan a esa conclusión quienes conocen los significados de ‘número primo’ y de ‘múltiplo de 4’.

‘A es el conjunto de todos los conjuntos que no son elementos de sí mismos’ es una aparente definición que ideó Bertrand Russell. Aparente porque en realidad no identifica ningún conjunto. Contiene que A pertenece y no pertenece a sí mismo, con lo que no entendemos nada. Que esa expresión carezca de significado tampoco es evidente por su forma.

Venimos llamando contenido de lo dicho a lo que se entiende con lo dicho y con lo que se da por sabido. O, si se quiere, el contenido depende también del receptor. Por eso puede haber grados diferentes de contenidos para unos y para otros. Lo que entiende la mayor parte de los salmantinos, de los bejaranos y de los de Guijuelo con ‘voy desde Salamanca a Béjar por la autovía’ puede ser aproximadamente lo mismo. De ello forma parte que desde Salamanca a Béjar hay autovía y que pasa por Guijuelo. Pero quizá alguien de Huesca entienda la frase de manera no tan completa. Puede suponer que de Salamanca a Béjar hay autovía porque así parece desprenderse de lo dicho, pero quizá ignore que pasa por Guijuelo.

Y es que dotamos de contenido al lenguaje en múltiples grados y de múltiples formas. ‘Tú, viejo Duero, sonríes entre tus barbas de plata’ tiene distintos contenidos para casi todos: desde los que no sepan que el Duero es un río, hasta los enamorados de Soria que conozcan el poema de Gerardo Diego.

Y volviendo a las contradicciones, parece que, en efecto, es jueves y no es jueves no puede ser, como a veces se dice. Pero basta que desde España hablemos con alguien de América un jueves a la una de la mañana para que nos diga que allí es miércoles. Nada nos extrañará que sea jueves y no sea jueves al mismo tiempo.

Expresiones sin contenido hay infinitas. Algunas pueden no tenerlo para unos y sí para otros, y en grados diferentes. El requisito para que de una expresión se pueda deducir es que tenga contenido para el que trata de hacerlo. Si ese contenido es el mismo para todos, lo deducido es independiente de quien lo deduzca. Esa es la utilidad de la lógica para el conocimiento común, que lo que se deduce resulta independiente del que lo hace. Pero es indispensable para ello partir del mismo contenido, entender todos lo mismo.

Formalizar el lenguaje, utilizarlo e interpretarlo fijándose exclusivamente en su estructura, conduce a veces a reglas automáticas para deducir. Pero lo que permite a todos hacerlo siempre es lo que se entiende con lo dicho. Y eso vale para la ciencia, para la ingeniería, para las matemáticas y para el lenguaje común. Así que ‘decir de otras maneras contenidos de lo dicho’ parece la descripción más completa de lo que llamamos deducir. Y es, además, entendible por todos.